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Antología bilingüe de poesía y cuento para conocer el sentir de infancias de pueblos originarios


Los poemas y cuentos que participaron en el primer concurso de Creación Literaria en Lenguas Originarias de Gusanos de la Memoria, fueron publicados en una antología que puede ser leída de manera gratuita; los trabajo muestran los sentires de la juventud en pueblos originarios

Soy pequeña, / los niños de la escuela / dicen que tengo cuerpo de cucaracha,
pies de palo y una cara sucia.  / Dicen que ellos son grandes,
no saben que soy una niña que piensa. / No me enojo si me llaman cucaracha,
una cucaracha con alas, / antenas para sentir, / que vive muchos años.
Prefiero eso a ser como ellos, / que se sienten grandes / sin cabeza ni pensamiento.

 

Puebla / Fernando Merino Noriega (Lado B).- A Eréndira Cruz, una joven tutunakú de 12 años de Zapotiltlán de Méndez, Puebla, le gustan las cosas que a toda niña de su edad: estar con sus amigos y amigas, ir a la escuela y salir a jugar, pero además le gusta escribir poesía, algo que su hermano y su hermana mayores comparten con ella desde que era más pequeña. “[La poesía me sirve] para expresar mis sentimientos, por eso me nació la idea de escribir”, dice con firmeza.

Misma firmeza con la que decidió mandar a concursar su poema Xumpip tsumat —Niña cucaracha en español— al primer concurso de Creación Literaria en Lenguas Originarias de México, organizado por Gusanos de la Memoria, un proyecto que surgió hace diez años en la región de La Montaña en Guerrero, con la idea de que “la creación literaria es una herramienta que permite pensarnos a nosotros mismos”.

Después de un año, el cuento de Eréndira se encuentra incluido en la Antología bilingüe de poesía y cuento, que reúne el trabajo de otros niños, niñas y jóvenes que, como ella, comparten la idea de que a través de la escritura es posible amplificar su voz: contarle al mundo sus pensamientos e inquietudes.

Así, Gaudencio Lucas y Cruz Alejandra Lucas, hermanos de Eréndira; Anastacio Gálvez, Melina López y Angélica Mendoza de Guerrero; Sótera Cruz y Fernando Valdivieso, provenientes de Oaxaca; Juan Caamal de Yucatán y Elivia López de Chiapas, han podido llevar sus obras más allá de sus cuadernos; ahora las ven reunidas en esta antología que reúne cinco cuentos y seis poemas, escritos en chinanteco, ch’ol, diidxazá (zapoteco), maya, mè’phàà (tlapaneco), mixe, náhuatl, otomí, tutunakú (totonaco), tu’un savi (mixteco).

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Durante esta convocatoria se recibieron en total 26 trabajos y un comité fue el que deliberó qué trabajos se iban a incluir en esta antología, y aunque el concurso estaba abierto para personas de hasta 25 años, una gran mayoría de participantes tenían 18 años e incluso eran más jóvenes, como es el caso de Eréndira Cruz.

La elaboración de la antología estuvo a cargo de la editorial XospaTronik que dirige la artista visual nahua Isela Xospa —oriunda la región de Milpa Alta en la Ciudad de México—, quien además se encargó de la identidad visual de cada uno de los textos que se incluyen en la publicación, con lo cual buscó dignificar la ilustración de los textos escritos por personas de pueblos originarios, pues reconoce que muchas de “las publicaciones que se hacen en lengua indígena están llenas de estereotipos y clichés”, por lo que este libro tiene una personalidad propia.

Las vetas literarias de las y los escritores y sus motivos para escribir

Los temas que aborda cada trabajo dan cuenta de la cosmovisión particular de cada pueblo originario, pero también de los pensamientos y situaciones que experimentan las infancias y adolescencias, entre ellas el amor y la resiliencia frente a situaciones difíciles; otros de los textos que se incluyen en la antología, escritos por jóvenes adultos, también dan cuenta de sus vivencias.

Por ejemplo, el cuento en náhuatl Ti Motlajpiyaskej —Nos cuidaremos— está enfocado en explicar a  niñas y niños lo que es una pandemia y cómo se le puede hacer frente; y el poema en tutunakú Putsapan kinkachikin —Pueblo maquila— narra la transformación de lo pueblos con la llegada de las costumbres citadinas que van rezagando las tradiciones.

Por su parte, Sótera Cruz dice a LADO B que ella se inspira en la melancolía y nostalgia del pasado, y elige escribir en soledad para estar tranquila y aterrizar sus ideas en una libreta.

En su poema, escrito en diidxazá, Bicache’ laa’be —Lo enterré, en español—, la escritora habla de la ausencia de una persona amada en ciertos lugares geográficos: un árbol, una playa o un cerro; lugares que compartió con alguien que no está más. Pero que también siente en su interior: una ausencia que pesa en el corazón y las entrañas.

Además de la nostalgia y melancolía, otras vetas literarias a las que recurre Sótera son los lugares que ha visitado, la naturaleza, colores y tradiciones características de Juchitán, Oaxaca. El escribir le ha servido como una forma de “liberarse completamente cuando [tiene] acumulados los sentimientos”, pues es a través de la pluma que le da orden a sus ideas y pensamientos.

Por otro lado, Eréndira Cruz narra a LADO B que el poema que escribió en totonakú, fue una forma de catarsis, pues en su escuela algunos de sus compañeros y compañeras de mayor edad le decían de forma despectiva cucaracha por ser más pequeña que ellos.

Esto en un principio la hacía sentir mal, pero después resignificó la palabra porque se dio cuenta —gracias a su hermana Cruz, su hermano Gaudencio y sus amigos y amigas— que, fuera de la imagen que se tiene de estas, las cucarachas tienen habilidades impresionantes, pues pueden volar y son resilientes: son capaces de vivir durante muchos años y son el único animal que puede sobrevivir a contextos muy complicados.

Después de entender que la analogía de la cucaracha y sus virtudes se podían aplicar en ella, fue a un lugar en el campo y  bajo un árbol encontró el lugar indicado para escribir el poema que se incluye en la antología.

El futuro de las y los jóvenes escritores

Ilustración: Isela Xospa | Antología bilingüe de cuento y poesía
Más allá de la escritura como hobby, Sótera, Eréndira y Gaudencio piensan continuar escribiendo: la primera piensa trasladar su quehacer literario más allá de la poesía, pues le gustaría incursionar en el cine como guionista, aunque también quiere profesionalizarse en la actuación, pues recientemente participó en un película grabada en Juchitán.

La segunda aún no ha pensado si le gustaría dedicarse de manera profesional a la poesía, aunque continúa sentándose bajo un árbol a escribir lo que sus ojos ven y sus oídos escuchan, lo que pasa en su pueblo y las historias de las personas que la rodean y que le comparten.

Eréndira comparte que le gustaría escribir sobre el proceso del duelo, de la tristeza que viene cuando un ser querido fallece y cómo esa ausencia pesa no solo en una familia sino en toda la comunidad, pues recientemente en su pueblo unos niños se ahogaron en el río y ese suceso ha marcado a todos y todas las habitantes.

Por su parte, Gaudencio, quien ganó el concurso en la categoría de cuento con su texto “Pulkincio chu Kiwikgolo’”, dijo durante la presentación de la antología que busca seguir escribiendo sobre las tradiciones de su pueblo, las cuales se han transmitido de generación en generación a través de las historias que cuentan las y los abuelos a las personas más jóvenes de la comunidad. Esta tradición oral encuentra en el cuento y la poesía una forma de prevalecer frente al paso del tiempo.

Sobre el cuento que le hizo acreedor al premio, Gaudencio reconoce que le gustaría hacer un libro en donde cuente más historias sobre el dios totonakú Kiwikgolo´ —árbol viejo en español— al que, de acuerdo con la cosmovisión de su comunidad, las personas tienen que pedirle permiso para entrar al bosque y al que él considera un protector durante sus recorridos en los senderos de Zapotitlán.

La historia narrada en su texto estuvo inspirada en algo que el padre de su cuñado le contó, un relato en el que un hombre tiene un encuentro con este personaje, de acuerdo con una entrevista que Gaudencio otorgó a LADO B hace unos meses. El joven creador considera que hay mucho material para seguir escribiendo para mostrar a otras personas “lo bonito que suena el totonaco”, mientras continúa enfocado en sus estudios.

Las y los participantes coincidieron en que otra de las razones para seguir escribiendo es porque, a través de la producción literaria, le pueden dar uso a sus lenguas, en especial a aquellas que tienen pocos hablantes. E invitaron a que otras personas se animen a enviar sus trabajos.

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El concurso se encuentra abierto nuevamente y pueden participar jóvenes de hasta 17 años que escriban en alguna de las 68 lenguas originarias y sus 364 variantes que se hablan en México.

Los textos tienen que ser inéditos y deben ser enviados hasta el 20 de mayo al correo gusanosdelamemoria@gmail.com con dos documentos: uno con los dos datos del autor o autora, y otro con el cuento o poema con el que deseen concursar. Toda la convocatoria se puede consultar en las redes sociales de Gusanos de la Memoria.

Si quieres leer la Antología bilingüe de poesía y cuento puedes descargarla aquí

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