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“El cuerpo de las mujeres ha sido siempre un territorio que ha pertenecido a otras personas”

Lo cotidiano tiene un doble filo sutil que, mensaje a mensaje, rasga la consciencia colectiva. Mantras ocultos, cosas que dicen otras cosas, roles que se perpetúan, pautas sociales que se modulan, palabras que decimos, ideas que asumimos. El arte de Yolanda Domínguez (Madrid, 1977) vive justo de ese vértice. La artista, experta en Comunicación y Género, mira el mundo y nos devuelve su visión traducida, distinta.

El mundo está plagado de imágenes que nos afectan, de discursos minados de estereotipos y de conceptos erróneos sobre lo que somos. Su temática parte del feminismo y critica al capitalismo, marcos vitales contemporáneos desde los que arroja su mirada crítica, un boomerang que a veces vuelve. En las facultades ya la nombran. Lo que Yolanda Domínguez hace anda, reflexiona, se choca, se transforma, se reproduce y se mueve.

Madrid / Adriana Rocha Pastor (AmecoPress).- Colaboraciones, proyectos expuestos, charlas TED, conferencias, talleres… y su obra más personal: arte que es acción. Miles de mujeres se hicieron oficialmente dueñas de su cuerpo en Registro (2014), como reacción a la Ley de Gallardón. En Poses (2011) da caña al mundo de la moda; en Accesibles y Accesorias (2015), a la publicidad del mundo capitalista; en Azafatas (2012) criticó el uso comercial del cuerpo de las mujeres y en Little Black Dress (2017) retó un pulso al concepto de las tallas. Sectores de la comunicación -como el periodista o el publicista- también han pasado por su examen. Y sigue, su látigo es más largo. ¿Por qué la Pioneer 10 envió esas imágenes a los extraterrestres? Es afilada hasta con la NASA, porque “lo que no se visibiliza acaba por convertirse en una anomalía”. No deja títere con cabeza. Yolanda Domínguez ha hecho de su nombre un tipo de reivindicación, una forma de queja.

AmecoPress se acerca a la artista madrileña para charlar sobre arte, comunicación y política

¿Quién eres más allá de tu biografía?

Una mujer comprometida y que se plantea muchas cuestiones que comparte con otras personas a través de su trabajo, pero que está todavía en búsqueda y construcción. Creo que lo estaré eternamente.

Defiendes que “el arte puede cambiar el mundo”. ¿Cómo te enamoraste del mundo artístico?

Yo estudié Bellas Artes para aprender a pintar, la verdad es que no tenía ninguna noción de que el arte fuera un ámbito reflexivo, ni crítico, ni que tuviera nada que ver con el crecimiento personal, solo con la estética. Pero descubrí que no, que era un mundo que tenía muchas posibilidades, más allá de crear algo atractivo o estéticamente bello. A mí eso me fascinó, me pareció como un lugar desde el que se podía pensar, crecer, reflexionar y crear cosas que van más allá de una superficie.

Yo hacía exposiciones, pintaba cuadros… me iba bien como pintora. Pero me di cuenta de que la gente compraba cuadros para decorar salones, no me parecía un lenguaje desde el que pudiera comunicar. Y para mí, el arte es comunicación, no es decorar, eso lo hace muy bien Ikea, que tiene unas láminas estupendas. Pero yo quería otra cosa.

La imagen, como herramienta, como lenguaje, me sigue interesando, más a nivel social que estético. No me interesa tanto la forma, sino el contenido, cuál es su función.

Siempre me preguntaba “cuando exponga esto, ¿qué va a pasar a partir de aquí?”. En la imagen se acaba el proceso una vez la compartes, justo cuando a mí me empieza a interesar el proceso. Cómo influye esa imagen, cuál es su función social, cómo se puede usar desde otro lugar más comprometido… Lo solemos hacer desde la individualidad: yo creo una imagen y ya, no me interesa nada más, lo único que quiero es satisfacer mi deseo personal.

Empecé a hacerme muchas preguntas, empecé a crear formatos más personales, no que solo tuvieran que ver con la pintura en sí, sino con las mujeres. Como al preguntarme quién soy, lo primero que pienso es “soy una mujer”, empecé a preguntarme qué es ser una mujer. A partir de ahí, he ido cambiando mucho de formato y de tono, el tema quizá es el mismo. Hasta día de hoy sigo dándole vueltas a lo mismo.

Integras el feminismo desde el ojo, pero tus manos tocan muchas otras cosas que ya no son feminismo. ¡Tocas muchos temas!

Al final, desigualdades sociales en general. Creo que tengo un tema muy marcado: la justicia/la injusticia. Sí, empiezas a reflexionar sobre qué es ser una mujer, pero te das cuenta de que está totalmente ligado y relacionado con otras cuestiones sociales. El feminismo, al final, no deja de estar totalmente relacionado con otras áreas. Y yo creo que debería ser transversal, estar integrado en la comunicación, en el consumo, en el arte, en la educación…

¿Cómo entiendes la comunicación?

Tiene que ser un diálogo, abierto en ambos sentidos. Yo no entiendo la comunicación como algo que se emite en una sola dirección. Normalmente, los medios o los artistas, hasta día de hoy, han emitido sus mensajes sin esperar una respuesta. Hoy el mundo ha cambiado: las RRSS permiten contestar a una marca o un medio, creo que ahora se está dando una verdadera comunicación, lo cual no incluye los insultos, las amenazas… Todo esto es otra cosa: cuando alguien te insulta o te amenaza no está abriendo un diálogo, no espera una contestación.

¿Y la performance? ¿Qué línea separa lo que es performativo y lo que no?

No considero que lo que yo hago sea performance, eso lo identifico más con un artista que expresa a través de su propio cuerpo, crea algo muy personal y lo expresa corporalmente, físicamente.

Lo que yo hago lo llamo “acciones”, experiencias, cosas que suceden y en las que pueden participar otras personas. Yo, normalmente, no participo físicamente. Estoy ahí generando una línea de trabajo pero no soy yo la que lo hace. Y pueden ocurrir muchas cosas inesperadas, porque las personas que participan toman decisiones y pueden llevarlo hacia un lugar o hacia otro. Muchas veces, son acciones que se reproducen en otros lugares, se versionan, se mutan… y eso me parece muy interesante.

Has tratado los estereotipos como nadie. ¿Obsesión profesional o personal?

Por supuesto, personal. Yo me doy cuenta de que estoy construida por lo que llevo viendo en los medios, en el imaginario, en la ficción y en la publicidad toda la vida. Yo soy el resultado de las imágenes que veo. Y en esa obsesión por encontrar una forma más justa de usar las imágenes, me doy cuenta de que los medios siempre apelan a su libertad de expresión. Pero, realmente, esa visión estereotipada del mundo nos limita nuestra libertad como personas: no podemos elegir libremente quiénes queremos ser. Quiénes somos viene dado por la cultura visual, no solo, pero sí en gran parte.

El uso de estereotipos es muy efectivo, tú hablas a la gente en un lenguaje que ya conoce y eso facilita mucho la comunicación.

Tiene que haber un compromiso de crear libertad a las personas y es necesario romper esos estereotipos o, por lo menos, ampliar esa mirada al mundo para que la gente pueda ser más libre.

Un punto muy importante a la hora de hacer un uso más consciente de las imágenes es el conocimiento. Si las personas que crean imágenes no se forman en esa mirada o esa perspectiva de género, por mucha voluntad que tengan, lo van a hacer mal.

¿Qué estereotipo crees que es el más dañiño (para cada género)?

El estereotipo en sí mismo ya es dañino. El hecho de que tú estés dentro de un canon del que no puedes salir es un concepto que tiene mucha carga negativa y limitante. En cuanto a las mujeres, creo que el estereotipo más repetido y limitante es la mujer como un objeto de deseo, un cuerpo de deseo que ni siquiera llega a la categoría de persona. Somos el trozo de carne, a veces sin rostro cuando la publicidad usa esos trozos de cuerpos de mujeres. En el caso masculino, cualquiera que asocie la masculinidad con la violencia, con la agresividad o con el sometimiento.

¿Qué arquetipo de mujer serías tú?

Yo guerrera, una Atenea, totalmente. Creo que las mujeres somos, en general, muy valientes, pero no se representa así. En el día a día, cualquiera se da cuenta que las mujeres somos valientes, más fuertes y más resistentes que los hombres.

¿Ha cambiado algo desde tu queja en Poses (2011)? ¿Crees que el lenguaje de la moda está evolucionando?

Creo que ha ido a peor, yo ahora reviso Poses y me parece tan light para lo que hacen hoy… Ya no solo es que las mujeres parezcamos tontas -que en Poses lo parecemos-, es que hay una violencia explícita asociada a la figura femenina… Veo mujeres como si las hubieran violado en un descampado que son anuncios de marcas tan conocidas como Louis Vuitton, mujeres que han tenido un accidente de tráfico con sangre en el cuerpo que son editoriales…

Creo que la moda está en un límite donde la violencia hacia las mujeres se ha convertido en algo glamouroso y deseable.

Es muy preocupante. Además, te fijas en los comentarios y todos son positivos: “qué belleza, qué bonito”. Y tú dices “pero bueno, que es una mujer como que se acaba de caer de un edificio y está muerta”. ¿Cómo podemos ver bello esto? De tanto verlo, lo hemos normalizado.

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