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La salida a la heterosexualidad obligatoria


Desarticularse desde la cotidianeidad, la salida a la heterosexualidad obligatoria

Puebla / Ámbar Barrera (Lado B).- La diversidad sexual, la rebeldía ante los mandatos patriarcales, el autocuidado, entre otras, son las alternativas para hacer frente a la heterosexualidad obligatoria y a la heteronorma.

La heterosexualidad obligatoria es una idea implantada, que quiere hacerse pasar por la única posibilidad para vivir y experimentar los vínculos sexo-afectivos que establecemos a lo largo de nuestra vida, donde la atracción sexual sólo podrá sentirse por personas de nuestro sexo contrario (lo que depende, a su vez, del sexo que se nos asignó al nacer).

Este modelo, no sólo se maneja como la orientación sexual hegemónica (y, por lo tanto, mayoritaria o natural), sino que también marca la dinámica de esas relaciones: la dominación la tiene la parte asumida masculina, la sumisión la parte femenina; así como  todas las dinámicas patriarcales que puedan derivarse de ahí.

Sin embargo, las personas que descubren su sexualidad desde la diversidad (lo considerado disidente o “raro”), se han dado cuenta de las múltiples posibilidades de relacionarse con otras personas, incluso no sólo en el ámbito de una relación de pareja.

En el conversatorio “Alternativas a la heterosexualidad obligatoria”, organizado por LADO B, Karen Morales, Das Rakel, Mónica Ponce y Natalí Hernández –activistas e integrantes del colectivo LGBTTTI–, platicaron sobre sus reflexiones, observaciones y prácticas desde el feminismo y sus propias experiencias personales con las que han hecho frente a la heterosexualidad obligatoria.

 


Para Natali Hernández, activista feminista, la heterosexualidad obligatoria es como un molde “en el que se intenta que las personas reproduzcan sus afectos, sus deseos en función de un sistema más complejo. Tiene que quedarnos a todas las personas por igual y servir para moldear otras estructuras como lo económico, político, social, cultural”.

Para que funcione mejor, la activista explica que entonces este molde se institucionaliza, se reconoce como único e incluso cuando hay otras formas de relacionarse, se ven obligadas a adaptarse y ser lo más similar a ese “molde original”.

Uno de los más grandes problemas de tener un solo modelo relacional, es que busca reproducirse ya de manera inconsciente, puntualizó Natali.

Karen Morales, activista, bisexuala y batuquera, señaló que el término fue abordado por primera vez por Adrienne Rich en 1980, con su ensayo Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana, en el que la autora problematiza el rol de las mujeres en las relaciones de pareja, familia, etcétera.

El texto pone sobre la mesa que la heterosexualidad no es una opción, sino una conducta impuesta, y habla del ser lesbiana o de formas alternativas de llevar relaciones de afecto entre mujeres que representan la resistencia ante esta imposición.

La heteronorma que se cuela en la disidencia

A 40 años de la publicación de este texto es que algunas feministas han hablado de ser “lesbianas políticas”, o de “alesbianarse”, que hace referencia a, en general, el amor y los vínculos que pueden crearse entre mujeres (y que no necesariamente incluyen vínculos sexuales).

El “alesbiánate” es sí: una postura política similar a lo que se conoce como sororidad, pero puede dar paso a tres caminos minados: la romantización del amor entre mujeres (así sea simbólico o político), a la creencia de que la orientación es elegida (a pesar de la aclaración de que se trata de ser lesbiana como postura política y no como orientación sexual), y a la invisibilización o invalidación de diversas orientaciones sexuales y prácticas relacionales como, por ejemplo, las relaciones poliamorosas, las relaciones responsablemente afectivas o a la bisexualidad.

El riesgo es, de hecho, considerar que así como se nos ha vendido que heterosexualidad sólo hay una (la hegemónica impuesta), así también hay un molde definitivo (y sólo uno) para romper con el primero, es decir, el lesbianismo.

Mónica Ponce, activista feminista de El Taller Las Nahualas, y quien se asume como no binarie lesbiana, contó que este texto fue una de sus primeras lecturas feministas, con el que descubrió que podía relacionarse con otras mujeres desde el amor fuera del ámbito sexual.

Y aunque hace cuatro años tuvieron en El Taller un grupo llamado “Alesbiánate”, junto con Gabriela Cortés, su pareja, se han cuestionado constantemente (sobre este tema en particular y también sobre todo lo demás en su vida), y desde hace tiempo también fijan su postura no sólo desde el amor a otras mujeres, sino desde el amor a las otredades.

“Colocar el amor a las otras, alesbianarnos, desde lo que intento practicar, tiene que ver con el abrazo y el acompañamiento a las otras y las diversidades. Yo no soy trans pero acompaño a las personas trans, no soy bisexual pero acompaño a las compañeras bisexualas”.

Das Rakel, quien se define a sí mismo como una persona trans no binaria y en exploración de su bisexualidad, compartió que aunque durante muchos años se nombró y se identificó como “machorra lesbiana”, nunca se sintió cómodo con ello.

Actualmente, aunque comulga con el discurso del alesbiánate, al igual que a Mónica, le resuena mucho más la idea de abrazar las otredades.

La experiencia de Karen Morales con el alesbiánate habla de cómo la heterosexualidad obligatoria está tan arraigada, que incluso desde lo disidente se manifiesta.

“Conmigo [como bisexual] nunca resonó. A mí me parece una alternativa muy buena para quienes quieren y pueden identificarse dentro de esta identidad lésbica de lucha de mujeres que aman a otras mujeres (no necesariamente en el sentido de orientación sexual); sin embargo, este término también se ha usado mal. Por ejemplo, a mí llegaron a decirme: ‘Ojalá un día te llegue la lesbiandad, hermana’, en un tono condescendiente; como que seguía siendo, por bisexual, medio traidora, tibia o seguía sirviendo al patriarcado”.

Y es que para algunas personas, que toman el lesbianismo como la única opción para destruir el patriarcado, este termina siendo otro molde en el que no cabemos todes, puntualizó Morales.

Natali Hernández explicó que el texto de Adrienne Rich responde a un análisis muy concreto, en el que irrumpir con la lesbiandad bajo esa lógica relacional sonó bastante radical en su momento, como una opción para desarmar el sistema, pero hay que poner a los textos en su contexto histórico y su razón política de darse.

Así, a ella le parece importante que, aunque esta sigue siendo una de las alternativas, sepamos que hay muchas más. No podemos asumir que las cosas son de una única forma, ya que eso provoca que esas otras formas se enfrenten a muchos cuestionamientos y discriminación, comenta.

“Hay que descolocarse”, aconsejó Mónica. “No necesitamos tener relaciones sexuales con otra persona para podernos mirar, para podernos colocar, narrarnos con la persona que tengo frente a mí, pero eso también puede ser espantoso ante una sociedad, por ejemplo, lesbonormada”.

La lesbonorma desde su perspectiva se trata de excluir a otras orientaciones sexuales, una actitud parecida a la de la heterosexualidad obligatoria, que ve una sola forma de ser como la única válida. En el caso de la lesbonorma, se ven a las relaciones sexo-afectivas que no son entre mujeres, como una especie de traición, por ejemplo.

Rakel reconoce que aunque mientras se nombró como mujer las expectativas que sentía del exterior eran muy altas, después le costó mucho salir del molde de lesbiana, “porque te construyes como algo, te identificas, luego vas descubriendo otras cosas y te sientes raro o incluso traicionando cierta comunidad, pero al final es bonito ir aceptando y resignificando la propia identidad, como un todo”.

Para él, la identificación como lesbiana fue un parteaguas a partir del cual se ha deconstruido desde entonces.

Las múltiples alternativas de resistencia

“La identidad de un sujeto no es nunca una sola identidad y nunca está completa, siempre está en constante reconstrucción porque las relaciones económicas, sociales y políticas permiten esas transformaciones”, explica Natali Hernández.

Como un ejemplo, habló de la gráfica de Kinsey, que demuestra que las prácticas sexuales pueden ser muy diversas. Entre la completa heterosexualidad y la completa homosexualidad hay muchos matices, donde se mueve la sexualidad de las personas. El propio estudio concluye que es difícil clasificar a las personas en un solo concepto o incluso en dos o tres.

Esto es lo que explica la imposibilidad de meter todo en un solo patrón que no cambia, es decir, la heterosexualidad obligatoria, e “ir descubriendo que me salgo del molde tampoco implica que haya que encasillarse ahora en nuevos moldes [como el de la homosexualidad o bisexualidad]”.

Los nuevos encasillamientos se dan, de acuerdo con la activista, porque esperamos que sea la conducta totalmente opuesta la que cambie al sistema, la que lo descoloque, pero también están “las formas de dislocación en lo cotidiano que permiten estar fuera de la medida, y que ofrecen posibilidades de articularnos de nuevo”.

Como ejemplo, Hernández dijo que una de las premisas es que a cierta edad las mujeres ya tendrían que estar casadas y con hijos, y renunciar a eso también es dislocar al sistema, incluso aunque parezca algo muy pequeño.

No cumplir el patrón y no sentirse presionada o culpable por haber decidido algo distinto a lo que esperaban, al mandato, es revolucionario.

Para Mónica Ponce, el rompimiento de la heterosexualidad obligatoria es también dejar de mirarnos en relaciones tradicionales y poder dialogar con la pareja sobre, por ejemplo, si tienen necesidades de estar con otras personas. Además, en su propia vivencia, el arte activismo, el asistir a las marchas y gritas consignas o dirigir la batucada feminista, es también una forma de resistir.

Para Rakel, el cuidado y autocuidado son una de las claves de resistencia. Detenerse a pensar qué necesita y hablarlo con sus amistades y su terapeuta, visibiliza su interior.

Desde la perspectiva de Natalí, la alternativa es el acompañamiento a la lucha de las otredades en medida de lo posible. Además, agregó que estas dislocaciones al sistema ella ya las ve reflejadas en personas muy jóvenes que salen del clóset sin miedo.

Y para Karen Morales, la paciencia respecto a estas discusiones sobre las formas de resistencia que se dan entre feministas, es la que ayudará a hacerle frente a la heterosexualidad obligatoria; considerar que nadie tiene la verdad absoluta y no pelear por eso: “Escucharnos y saber que si la puerta está abierta de ambos lados, el diálogo nos puede hacer crecer”.

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