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“Las niñas no son rudas”, cosas que me dijeron de niña y no eran ciertas


Cuando somos niñas estamos propensas a escuchar y ser testigos de muchas actitudes u opiniones dañinas que nos van formando con el tiempo, y que se quedan con nosotras durante una buena parte de nuestra adolescencia y adultez


Veracruz / Mariana Herrera (Testigo Púrpura).- Una famosa escritora británica acuñó hace algunos años una frase que encapsula uno de aquellos deseos que parecen imposibles y que se sienten bien cerca del alma: “Quisiera ser niña otra vez, medio salvaje, intrépida y libre”.

Cuando era niña no conocía imposibles, podía hacerlo todo: correr más rápido que el viento, trepar árboles como un mono, saltar hasta tocar las nubes, bailar bajo la lluvia sin enfermarme y hablar sin cansancio sobre las maravillosas preguntas que el mundo tenía por ofrecer. Sin embargo, con el paso del tiempo comencé a escuchar palabras que me limitaban, palabras que me decían qué sí y qué no podía hacer, palabras que me decían cómo sentir, cómo vestir, cómo sentarme, cómo reír y cómo callar.

Cuando somos niñas estamos propensas a escuchar y ser testigos de muchas actitudes u opiniones dañinas que nos van formando con el tiempo, y que se quedan con nosotras durante una buena parte de nuestra adolescencia y adultez (como lo muestran algunos estudios).

Sin embargo, si somos lo suficientemente afortunadas, en el camino nos vamos dando cuenta que todo aquello que nos dijeron no tiene espacio en nuestra realidad, y que aquellas creencias que adoptamos no son quien somos. (Aquí puedes consultar las posibles consecuencias de no hacerlo)

Es por ello que, en honor a aquella salvaje, intrépida y libre niña que alguna vez fui, y que aun soy, vamos a despedazar 5 cosas que me dijeron cuando era una niña y que nunca fueron verdad:

“No seas niña” o “Eres una niña” es un insulto.

Recuerdo con claridad que cuando alguno de mis amigos varones se atrevía a mostrar sus sentimientos, era más lento que los demás o mostraba algún signo de “debilidad” las primeras palabras que venían a la boca de los demás eran “no seas niña”. Resultaba extremadamente confuso, pues yo sí era una niña, y no entendía qué era lo que había de malo detrás de ello. Sin embargo, con el paso del tiempo, aprendí que ser niña no era una mala palabra, no significaba debilidad o incompetencia, para mi ser niña era ser fuerte, inteligente, capaz, era ser yo.

Podías ser bonita o inteligente, no ambas.

Esta idea tan dañina que fui adoptando con el paso de los años, me hizo creer que las niñas que eran consideradas hermosas eran por consiguiente tontas, pues no era necesario que fuera otra cosa si ya habían sido recompensadas con la belleza. Por bastantes años de mi vida cargué con esta idea de que, si no iba a ser bonita, por lo tanto tenía que ser inteligente para compensar o tener algo que ofrecer, y si bien alimentó mi espíritu y me demostró mis capacidades, cargar con este prejuicio me hizo daño a mi y a otras niñas.

Hoy puedo verme al espejo, u observar a mis amigas, y estar segura de que las mujeres bonitas, inteligentes y graciosas existen.

Ser femenina es sinónimo de ser débil.

Durante una gran parte de mi infancia le tuve miedo a verme como “una niña” después de escuchar sin cesar que serlo no era bueno, adecuado o aceptado, así que traté de deshacerme de aquello que pudiera asociar esa idea a mi; así que renuncié a muchas cosas, como al color rosa, a los vestidos, a las flores, a pesar de que me gustaban.

No soy la única, 49 por ciento de las niñas en México creyeron que los niños son más fuertes, según una consulta.

Hoy adoro el rosa, los vestidos, las flores y eso no me quita ni una pizca de la fuerza que tengo.

Las niñas no son rudas; no se expresan así, no se visten así y no hablan así.

Todo lo que podían hacer mis amigos varones, yo no; yo no podía defenderme, no podía gritar, no podía vestirme con colores oscuros o arrastrar los pies, no podía asemejarme en lo más mínimo a un niño y, sin embargo, tampoco podía ser femenina, dejándome en un limbo (aquí hay más al respecto).

Sin embargo, ahora sé que no hay cosas o actitudes de niño o niña, sólo cosas que cada persona decide cómo usar. Y si hoy quiero usar jeans y una camiseta, pero mañana el vestido más rosa que encuentre, voy a apelar a mi multifacética faceta de ser humano.

“Calladita te ves más bonita.”

Para que una niña fuera aceptada, tenía que estar quietecita y calladita; no podía ser muy estridente, ni tener opiniones muy fuertes. Lo más similar que pudiera ser a una muñequita, inerte y sin voz, mejor. (este estudio lo documenta)

Hoy se que tengo muchas cosas que decir, que soy capaz, que las palabras tienen poder y que las mías y las de mis hermanas tienen valor.

Nunca dejemos de ser aquellas niñas, medio salvajes, intrépidas, libres y sin miedo a nada.

Te dejamos una guía de la UNICEF que te puede ayudar si tienes dudas sobre la crianza libre de estos estereotipos de género (CLICK AQUÍ) 

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