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Lenguaje no sexista: por una sinergia entre la “A” y la “E”

Nor Loto. Mgtr. en Periodismo y Medios de Comunicación, docente universitaria. autora de Para Contarla Mejor, Aportes para optimizar las narrativas periodísticas de los casos de violencias contra las mujeres.


Por Nor Loto (Argentina)

A pesar de las cinco décadas transcurridas desde que se iniciaron los debates en cuanto al sexismo del lenguaje, no hemos llegado aún a un pleno uso normalizado del femenino. 

Una lucha puede ser tan encendida y potente, y a su vez perder su norte por esa misma pasión. Esa idea tal vez sea aplicable a quienes defendemos el lenguaje no sexista.

Ya sabemos que la “E” llegó como un alivio para desbinarizar el lenguaje, y es una de las últimas enmiendas y recomendaciones en cuanto a reformulación del lenguaje. Una nueva propuesta que fue creada e implementada por grupos anarquistas, feministas y diversidades.

Pero es necesario detenerme en una digresión: presumo que la “E” no será la última propuesta por parte de quienes queremos un lenguaje democrático (de hecho, también existe la “I”). Habrá más creaciones en la intervención a la lengua porque el debate no ha concluido.

En los últimos tiempos he observado con atención que existe una tendencia que consiste en aplicar la “E” como un genérico universal (incluir a todos los géneros: mujeres, varones, diversidades); de esta manera se expresaría de forma resumida a todas las existencias con la “E”.

En lo personal no veo que esta sea una estrategia justa, ya que otra vez estaríamos ocultando a las mujeres que vienen peleando contra la ginopia de la historia, de la política, del lenguaje. Mi postura no es biologicista ni transfóbica, sino política e inclusiva.

Una de las tantas estrategias para combatir el sexismo en el lenguaje, creada a fines de los setenta, fue la Incorporación de la “A”. Creo que podemos decir: todes y todas. Que la “A”, la “E” y la “I” (que viene circulando lentamente), son sinérgicas, ya que estas propuestas tratan de establecer una nueva gramática socio-política que debe entretejerse con ejercicios cotidianos de un lenguaje justo y democrático.

A pesar de las cinco décadas transcurridas desde que se iniciaron los debates en cuanto al sexismo del lenguaje, no hemos llegado aún, al menos en nuestro país, a un pleno uso normalizado del femenino. Semanas atrás fui expositora en un seminario internacional sobre lenguaje no sexista en los medios de comunicación, organizado por la Asociación Mundial de Mujeres Periodistas y Escritoras, con sede en Roma y allí la filóloga española y docente de la Universidad de Catania, María Carreras i Goicochea se refería a que “se evidencia un estancamiento y una regresión (en el uso normalizado del femenino) porque en algunos casos la tendencia a remarcar lo femenino con intención denigratoria. O también se observa la negación de la existencia de una tradición para algunas formas como en el caso de ´presidenta´”.

Sin ir muy atrás en el tiempo, en estas pampas podemos recordar la insistencia de Cristina Fernández cuando corrigió al Senador Mayans, subrayando: “Es presidenta, ta, ta“. La palabra Presidenta existe en el diccionario desde 1803 y sin embargo se sigue impugnando su uso.

Entonces, cabe preguntarnos: ¿hemos logrado erradicar el ‘masculino genérico’ que corresponde a una gramática tutelar y representativa del androcentrismo (el hombre-varón- como medida de todas las cosas)?; ¿la “A” consiguió un completa investidura?; ¿ya no es necesario fundamentar que científicos no es lo mismo que decir científicas?; ¿pasaremos de un genérico masculino a un genérico universal? Tengo mis respuestas.

Y no es una cuestión de terminaciones desinenciales que se explica con la gramática, no es cuestión de biologías ni esencialismos. Es cuestión de derecho al reconocimiento desde un lenguaje politizado.

Hace muchos años que investigo, enseño sobre sexismo en el lenguaje y recuerdo haberme hecho eco de la frase “lo que no se nombra no existe”; afortunadamente los años, y las vivencias son un maridaje virtuoso que nos puede llevar hacia un revisionismo crítico y ahora tengo una frase propia para fundamentar el lenguaje inclusivo no sexista: “Existimos, por eso queremos ser nombradas/es”.

Artículo publicado en SEM México

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