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“No somos unos guantes y un plumero”

Las trabajadoras del hogar protagonizaron un encuentro en Madrid para profundizar en la “crisis de los cuidados”


Madrid / Gloria López (AmecoPress).- Cuidan. Aquí, a nuestras hijas e hijos, a nuestros padres y madres, también a nosotras. En sus países cuidan a sus familias y sostienen a sus comunidades. Cuidan y con sus cuidados sostienen el mundo, pero son el colectivo laboral más pobre del planeta. Cuidan, pero nadie las cuida. Cuidan, pero son mucho más que cuidadoras. Las trabajadoras del hogar protagonizaron un encuentro en Madrid en el que profundizaron en la “crisis de los cuidados”, que tildan de “emergencia”, y en el que mostraron sus fortalezas. “No somos unos guantes y un plumero, como se nos caricaturiza. Tenemos vida”, sentenció Rafaela Pimentel, cuidadora y activista feminista.

El encuentro, celebrado bajo el título ‘Los cuidados, lo que el capitalismo nos dejó’, estuvo organizado por Oxfam Intermon, que la semana pasada presentó el informe ‘Tiempo para el cuidado. El trabajo de cuidados y la crisis global de desigualdad’ en el Foro Económico de Davos.

El objetivo era reflexionar sobre una de las causas de la desigualdad galopante: la invisibilidad de los cuidados. Y hacerlo precisamente escuchándolas a ellas, a las mujeres que mas cuidan y que desde hace tiempo han sabido organizarse, luchar por sus derechos, denunciar sus condiciones laborales y crear propuestas para transformar una situación estructural que nos afecta a todas y todos. En el centro, el feminismo.

La desigualdad aumenta. Lo hace a costa del trabajo de cuidados invisibilizado y realizado por mujeres, por “normas sociales y reglas no escritas que vamos heredando”. La presión se traslada mecánicamente precarizando a las compañeras más vulnerabilizadas por razón de raza, clase o situación administrativa. Pero la salida está en “construir metas colectivas para defender nuestros derechos”, advertía Constanza Cisneros, trabajadora del hogar e integrante del Observatorio Jeanneth Beltrán, una entidad que surgió para “recoger historias y sistematizar las vulneraciones de derechos”.

“Querían brazos y vinimos personas”, apuntó Cisneros. Ella y muchas otras se han organizado en distintas asociaciones y plataformas, para dar fuerza a sus reivindicaciones, pero también para reclamar un cambio de modelo. Son feministas y son conscientes de la grave crisis que vivimos, saben que está en juego la sostenibilidad de la vida y que es necesario que se valore y redistribuyan los cuidados.

Reclaman derechos laborales como cualquier persona trabajadora

Las trabajadoras del hogar reclaman derechos laborales como cualquier otra persona trabajadora –prestación de desempleo, pensión, bajas laborales, jornadas de ocho horas–, por lo que abogan por la ratificación del Convenio 189 de la OIT. Se rebelan a la falta de reconocimiento de su labor, que todavía es infravalorada, y al pisoteo de su dignidad: “hay situaciones muy graves, cercanas a la esclavitud, que no podemos permitir”, dijo Jessica Guzmán, de la organización Malen Etxea, denunciando especialmente las situaciones que viven las mujeres que trabajan en régimen de interna.

“Son las expulsadas del neoliberalismo, un sistema patriarcal, tirano y que las aleja de sus países –que no son pobres, son saqueados”, sentenció Guzmán, criticando la Ley de Extranjería. Esa norma obliga a las mujeres que llegan de otros países a trabajar y sobrevivir como mínimo tres años en la clandestinidad y la más absoluta precariedad. “En España hay trata laboral, hay mafias que captan mujeres para traerlas aquí en condiciones de esclavitud”, denunció la activista, “vulnerables y engañadas por las mafias, dejan a sus familias allá para cuidar a otras acá sin ningún tipo de derecho, compartiendo habitaciones con 15 chicas más, endeudadas y con la necesidad de “aceptar” unas condiciones inhumanas”.

Propuesta colectiva
Rafaela Pimentel enfatizó en la perspectiva social y colectiva. Una apuesta por “las resistencias, las alianzas y la organización”. Según la activista, los grandes ausentes en esta crisis son dos: el Estado, que ha dejado el cuidado de las personas en manos de las mujeres, y últimamente en manos de las mujeres migrantes, y no ha implementado políticas públicas adecuadas. Y los hombres, “que nunca o casi nunca han querido responsabilizarse de esos cuidados”.

Las trabajadoras del hogar siempre han defendido que la mejora en sus condiciones laborales tiene que venir acompañada de otro tipo de medidas para transformar la sociedad. Medidas que beben del feminismo y apuntan a un cambio de valores, donde las personas sean lo más importante y las mujeres no sean las únicas que cuiden. Valorar los cuidados, cuidar a quien cuida.

Estereotipos y prejuicios en los medios de comunicación

En el encuentro, la periodista y experta en comunicación Isabel Muntané presentó un estudio, ‘Tras la puerta’, que demuestra la necesidad de cambiar el discurso de los medios de comunicación a la hora de dar cobertura a la crisis de cuidados y de representar a las trabajadoras del hogar. Aunque a partir de la movilización que protagonizaron las cuidadoras en 2018 los medios comenzaron a incluir más informaciones, lo cierto es que el tema de los cuidados sigue despertando poco interés y es enfocado como un tema de mujeres.

“Las reivindicaciones políticas siguen silenciadas”, explicó Isabel Muntané. Prácticamente no se habla de temas como la ausencia de derechos o de las violencias sexuales. La representación de las trabajadoras del hogar en la prensa está cargada de estereotipos y prejuicios: se da por supuesto su baja formación y aparecen como sumisas, sospechosas, ladronas y provocadoras.

Los medios deberían hablar de las carencias de coberturas y falta de derechos que sufren las trabajadoras del hogar. Deberían explicar las causas de la precariedad y no solo las consecuencias. Deberían valorar el trabajo de cuidados situando las noticias del sector en secciones como economía o política y no solo en local. De manera especial los medios deberían cuidar la cobertura de las violencias sexuales que sufren de manera especial quienes trabajan en el régimen de interna. “Las internas son las nuevas esclavas del siglo XXI y no aparecen en los medios”, dijo la experta, cuyo equipo ha analizado 258 artículos de 13 medios para la investigación que presentó el jueves.

Efectivamente mucho por mostrar, por señalar, por representar adecuadamente en un mundo que pivota y se sostiene gracias al trabajo de cuidados de mujeres y niñas, tal y cómo denuncia al informe ‘Tiempo para el cuidado. El trabajo de cuidados y la crisis global de desigualdad’ de Oxfam Intermón. Según la ONG, las mujeres dedican 12.500 horas diarias a trabajos no remunerados de cuidados de niños y niñas, personas ancianas y enfermas, así como tareas domésticas. El valor económico del trabajo de cuidados no remunerado que llevan a cabo en todo el mundo las mujeres de 15 o más años asciende al menos a 10,8 billones de dólares anuales, una cifra que triplica el tamaño de la industria mundial de la tecnología.

El 75% de esas labores son realizadas por las mujeres y niñas sin recibir ninguna remuneración a cambio. Pero, además, las mujeres constituyen dos terceras partes de la mano de obra que se ocupa del trabajo de cuidado remunerado. Mal remunerado.

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