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“Pintaremos lo que tengamos que pintar hasta que nos dejen de matar”

Foto de portada: Olga Valeria Hernández

Con las voces de las mujeres que participaron en el bloque negro del 8M en Puebla, justo antes de la pandemia, te explicamos por qué las feministas no dejarán de pintar las ciudades.
Puebla / Majo Andrade (Lado B).- Desde hace algunos años, en todas las marchas feministas ha existido el “bloque negro”, mujeres que se enfocan en la intervención del espacio público –también llamada “acción directa”– por medio de pintas (graffiti, stencils), pegas de imágenes, performance y hasta “destrucciones” de mobiliario público.

Las opiniones respecto a lo que hacen –que se han multiplicado por la magnitud de las recientes movilizaciones– van desde la defensa hasta el señalamiento con las típicas frases: “no son las formas”, “vandalismo”, “violencia no se resuelve con violencia”, “daño al patrimonio”.

Poco sabemos de ellas. Públicamente defienden las acciones directas, pero su anonimato, así como sus capuchas, son su protección más fuerte ante las posibles represalias gubernamentales, los ojos juiciosos y el acoso de quienes las señalan como violentas.

LADO B habló con cinco mujeres que han formado parte del bloque negro. Algunas muy jóvenes, estudiantes de licenciatura, algunas ya adultas, con diferentes profesiones; algunas influenciadas por el anarquismo y otras solo por los diferentes feminismos. A través de sus voces queríamos saber por qué hacen las acciones directas, cuál es la importancia de su presencia en las manifestaciones, y sus opiniones sobre lo ocurrido en el 8M 2020, la última marcha antes que la pandemia llegara al país.

Resignificar monumentos y visibilizar la violencia

En las intervenciones en el espacio público, casi siempre se priorizan como objetivos los monumentos. En Puebla, después del 8M de este año, en el Ángel Custodio quedaron mensajes en aerosol como: “Ni una más”, y el símbolo feminista en morado después de la marcha del 8 de marzo.

No faltan las opiniones de que eso es vandalismo, que no hay razón para pintar o “dañar los monumentos que conmemoran personajes patrióticos” o simbolizan “la libertad”, “la democracia”.

Las mujeres del bloque negro argumentan que todas esas estatuas y estructuras pierden su significado con el tiempo, especialmente porque no existe aquello por lo que fueron construidos o porque simplemente no tiene sentido conmemorar a alguien mientras se asesinan 10 mujeres al día.

De esta manera, las esculturas como el Ángel Custodio han caducado –realizada en 2003 por “Sebastián” Enrique Carbajal González como emblema de que la ciudad de Puebla es protegida por ángeles–, no representan nada para nadie, y las intervenciones le otorgan un nuevo significado:

“La intervención de monumentos les da un significado nuevo, en este caso la intención es que ese significado sea que nos encontramos ante una emergencia nacional: la desaparición de mujeres, de niñas y de niños, las cuales el gobierno y la misma sociedad no están tomando tan en serio, como deberíamos”.

Los grafitis, pegas, pintas e, incluso, destrucciones –aunque esta vez no es el caso de Puebla– que realizan las mujeres encapuchadas, son pensados desde una carga simbólica. Se busca que las estatuas y monumentos vuelvan a representar algo actual y relevante: la violencia feminicida.

En el caso de los edificios gubernamentales, religiosos y muros de propiedades privadas, el objetivo se enfoca más en el reclamo y la visibilización.

“Por un lado, es reclamarles a los gobiernos que no se nos olvida que no están haciendo su trabajo y que nos deben mucho, nos deben la vida de muchas”.

Para algunas, incluso las frases, consignas, nombres de víctimas y símbolos que se plasman, son testimonio de la protesta, de la marcha; para que quede constancia de que algo está pasando y se exige que se resuelva:

“Aunque después limpien, no importa, porque alguien le tomará una foto, alguien lo mirará y todo eso circulará por las redes, en los medios de comunicación de todo el mundo. Y ese es el punto, hacer mucho ruido, pintar todo lo que se pueda pintar con tal de que la gente dimensione la gravedad de la situación”. 

“Eso quiero, que te incomode”

Al cuestionarlas sobre si lo que hacen es violencia, como muchos han señalado, ellas aclaran que ningún objeto puede ser violentado. Así, equiparar las intervenciones con lo que se exige (el paro a la violencia hacia las mujeres) al decir: “violencia no resuelve violencia”, se cae justo en la objetivización de las mujeres y/o en la minimización de la violencia que ellas sufren –acoso, violaciones, feminicidios– al creer que es equiparable con el rayar una pared.

“Me pone muy triste que de verdad crean que es violento pintar cosas, objetos, y que lo sigan equiparando al hecho de que se está ejerciendo violencia contra todas las mujeres”.

Sin embargo, no niegan que sí hay una transgresión deliberada hacia algo que algunas llaman “normas patriarcales” y otras “reglas sociales”, que causa una gran incomodidad, pues nombran públicamente aquello que se quiere ocultar: el odio hacia las mujeres y la violencia que se ejerce hacia ellas.

A eso se suma, que las mujeres del bloque negro desafían la feminidad impuesta de mujeres calladas, sumisas, sacrificadas y pasivas, y han decidido ser mujeres encapuchadas, sin miedo, alzando la voz y exigiendo.

“Eso quiero, que te incomode, como yo estoy incómoda todos lo días”.

“De pronto me gusta esta sensación de dar miedo porque es justo lo que nosotras sentimos al salir a la calle y nos paraliza”, explica una de las mujeres respecto a lo que provoca también el pasamontañas o los pañuelos que utilizan para cubrir sus caras.

Al final, aunque lo que realizan es ilegal o una falta administrativa, según los códigos de nuestro país, lo que lleva a la mayoría de las mujeres a decidir por protestar desde la intervención en el espacio público es la rabia que las inunda cuando sienten que ya no tienen otra opción para pedir justicia o parar la violencia, que nadie las está escuchando.

“Hacemos esto porque estamos pasando por una etapa en que la consternación, el enojo, la preocupación, la impotencia ya no tienen salida”.

“Yo pinto, ‘vandalizo’ como ellos dicen, porque tengo rabia. Porque nos hemos manifestado de miles de maneras: plantándonos en la Fiscalía de manera pacífica; manifestaciones en silencio; con las fotos de las víctimas; con batucada haciendo ruido; con mil cosas, y nunca nos han escuchado. Porque en vez de bajar, los números de feminicidios siguen subiendo y nadie hace nada, más que decir que nosotras somos violentas”.

“No me representas” v.s. “Yo pondría el cuerpo por ti”

Durante las marchas del 8M de este año en Puebla, los contingentes se dividieron en dos ante las intervenciones del bloque negro: las mujeres que no querían que se pintaran las paredes por ser un acto violento, y las que apoyaban la visibilización de la violencia hacia las mujeres a través de pintar frases, nombres y símbolos en el espacio público.

Mientras en el bloque negro ocupaban aerosoles y pintaban paradas del metrobús, se escuchaban al mismo tiempo gritos como “¡No me representan” o “¡así no!” y “¡a mí sí me representan!” y cantos “Somos malas, podemos ser peores. Y al que no le guste, se jode, se jode”.

Acostumbradas a las acciones feministas donde hay menos asistentes y entre todas se cuidan, incluyendo a las que pintan, la mayoría de las mujeres con las que charló LADO B dijeron haberse sentido inseguras por primera vez en un evento así.

“Nos gritaban: ‘sin violencia, sin violencia’, y nos violentaban al mismo tiempo”. Una de las chicas del contingente negro reclama que, haciendo acciones directas, fueron jaloneadas por mujeres dentro de su mismo contingente e incluso algunas formaron una valla para no dejarlas reintegrarse a la marcha, exponiéndolas y violentándolas.

“Ninguna de nosotras estaba siendo violenta; no estábamos agrediendo a ninguna mujer, lanzábamos pintura, no disparábamos balas”.

Al preguntarles por qué creían que sucedieron estas divisiones entre las mujeres reunidas por la marcha, todas mencionaron que tuvieron la impresión de que la mayoría de aquellas que las rechazaban, juzgaban y violentaban, eran mujeres cuya vestimenta “reflejaba un estatus económico elevado”.

Por ello, creen que se presentó un fenómeno de rechazo debido a los privilegios; que las hace creer que el espacio público es intocable, ya que no han llegado al punto máximo de la rabia porque han podido permanecer relativamente seguras –al menos más que la mayoría de las mujeres–.

A pesar de las tensiones que sucedieron el 8M, una de las mujeres –que bajo anonimato quiso hablar con esta casa editorial– compartió que ella, y cree que las demás también, habría estado dispuesta a poner su cuerpo para proteger a esas mujeres que las señalaron –como muchos a lo largo del país– ante cualquier eventualidad. Muestra de que al final, justo como lo piden las pintas y todas las intervenciones del bloque negro, lo que importa es que no falte ninguna.

“Si hubiera sucedido lo de aventarnos ácido, como se amenazó en redes sociales, creo que nosotras pudimos haber sido las únicas en esa situación que íbamos a poner el cuerpo para que no sucediera, o al menos no íbamos a dejar que [quien nos atacara] se fuera libre. Éramos nosotras las que, si iba a haber represión policiaca, íbamos a poner el cuerpo para defendernos a todas”.

 

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