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Por la Cuarta: Orgullosamente plenopausica por Enriqueta Burelo Melgar

Enriqueta Burelo Melgar Programa de la Mujer, Consejo Estatal de Población 1984, Fundadora del Departamento de Género, UNACH y fue Secretaria Municipal de la Mujer, Tuxtla Gutiérrez (2015-2018). Se ha desempeñado como articulista y conductora de televisión. Colaboró en el libro Desde mi Piel, un retrato de 20 políticas chiapanecas en el 2015.


Por la Cuarta | Enriqueta Burelo Melgar

La madurez de las mujeres llega con una emocionante mochila: ¡el sexo en la menopausia! Para algunas un desafío, para otras una preocupación… Pero, para todas, un interesante reto.

Existe un silencio muy sospechoso acerca de esta etapa de la vida nuestra, quizá la inquisición piensa que se pueda hacer viral la alegría y entusiasmo por parte de las mujeres que ya dejaron atrás las toallas sanitarias, comprensas, tés, bolsas de agua caliente, prodolinas, una rebelión de mujeres, mayores, sabias, bellas y sobre todo libres.

Muchas mujeres han reportado vivir esta experiencia de forma fascinante. Te dan calores, pues disfrútalos, exprésalos, se te reseca la ioni,  pues actívala, ponle aceite de coco orgánico, dale mucho amor, la ioni es el nombre para la vagina en sanscrito, símbolo de la diosa Shakti o de otras diosas de naturaleza similar. Dentro del Tanta, la tradición Shakta es una rama del hinduísmo que acepta el principio femenino como principio de todas las cosas. Pues bien, Shakti es, dentro de esta rama, la Gran Diosa que da vida a todo lo que existe.

El médico francés C. P. L. de Gardanne acuñó el término menopausia en 1816 definiéndola como “la edad crítica” y “el infierno de las mujeres”, cuenta la psicóloga e investigadora Anna Freixas en su libro Nuestra menopausia, una versión no oficial. La primera psicoanalista que teorizó sobre la menopausia en 1945, Helene Deustch, la describía como una pérdida simbólica ligada a la interrupción de la función reproductiva. “Las mujeres que se muestran felices en la menopausia son anormales, no femeninas y vergonzantes”, sentenciaba.

La menstruación y la menopausia son dos procesos que las mujeres hemos aprendido a disimular. Ni sangrar ni sudar están bien vistos en las damas. El tabú, transformado en tensión, agrava las molestias físicas y la montaña rusa emocional.

Hoy existe un cuestionamiento por parte de psicoanalistas, antropólogas, medicas, al modelo biomédico occidental, al cual resulta muy rentable muy rentable patologizar un proceso por el que pasarán todas las mujeres1 y ofrecer medicamentos para evitar la vejez. La autoridad médica advierte a las mujeres de la amenaza de sufrir osteoporosis o Alzheimer si no se medican. Este consejo no acaba de convencer a la población femenina, especialmente desde que la prensa se hizo eco de estudios que indicaban que, en mujeres con predisposición a desarrollar cáncer de mama o de útero, ese riesgo aumenta con la ingesta de estrógenos artificiales. Mientras la medicina occidental detalla las amenazas para la salud que introduce la menopausia, las feministas señalan a una sociedad sexista y edadista como la verdadera amenaza.

Anna Freixas, escritora feminista española, considera que la falta de modelos atractivos de mujeres mayores con los que identificarnos “nos impide vivirla con naturalidad y complacencia”, lo cual enriquece a la industria farmacéutica y cosmética que nos vende productos “antiedad”, sin embargo, los últimos reductos de esta forma de pensar se van desvaneciendo cuando vemos a una Helen Mirren, Merryl Streep, Sofía Loren, muy seguras de sí mismas, y en el terreno de la ciencia o de la economía mujeres exitosas que han traspasado la barrera de los sesenta años.

Es importante recurrir a medicina naturista que contenga aceite de onagra para aportar a tu cuerpo equilibrio mental y alimentario, entonces puedes decir, que venga la menopausia, que me dura.

Anteriormente se asociaba con factores como estrés, cansancio, divorcios, en ocasiones viudez, en algunas les pesa mucho la ausencia de pareja para otras eso significa libertad de disfrutar la cama solo para ellas, y los encuentros sexuales, pues en otros lugares más exóticos, hoy quienes hemos traspasado la barrera de la menopausia, me incluyo, disfrutamos del sexo de una manera más rica, despreocupada, lúdica, sin miedo a un embarazo no planeado.

Una amiga dice: Me sentía una histérica y solo veía compresas Tena Lady, incontinencia, cistitis, presión alta, patas de gallo, mal humor. Me enfada que esa sea la imagen que tenemos de la vejez”. Tenía claro que no quería tener hijos, pero aun así la menopausia convertía esa decisión en irreversible. “He vivido un pequeño duelo”, admite.

Una amiga española me cuenta, con ese sabor que tienen ellas para decir las cosas, sin pelos en la lengua, bueno de repente hay pelitos en la lengua, tú sabes:  “¡Coño, si tengo unas ganas de follar! Pues o no tiene nada que ver o será que a mí no me pasa”. Además, ahora se conoce mejor a sí misma y se ha liberado de muchos corsés mentales: “El agujero está más rígido y lubricas menos, pero tu sexualidad no está en tu coño, la que manda es tu cabeza. Cuando alguna amiga me dice que la menopausia le ha quitado las ganas, le pregunto: ‘¿Pero tú antes cuánto follabas? ¿Y por qué follabas? ¿Deseas al tipo con el que llevas mil años casada? ¿Qué cara pone si no te entra su polla?’”

La menopausia debe ser un rito femenino bello y liberador tal como decía Germaine Greer, quien ve en esta revolución hormonal una ventana hacia el despertar espiritual y la toma de control sobre la vida. Las mujeres —libres de la atención sexual masculina— dejan de vivir para los otros.

O como dice nuestra adorada poeta Gioconda Belli: Tirá los tampones, las toallas sanitarias. Hacé una hoguera con ellas en el patio de tu casa. Desnúdate. Bailá la danza ritual de la madurez. Y sobreviví como sobreviviremos todas.

 

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