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Por la cuarta: Desde un chat por María Enriqueta Burelo Melgar


Enriqueta Burelo Melgar Programa de la Mujer, Consejo Estatal de Población 1984, Fundadora del Departamento de Género, UNACH y fue Secretaria Municipal de la Mujer, Tuxtla Gutiérrez (2015-2018). Se ha desempeñado como articulista y conductora de televisión. Colaboró en el libro Desde mi Piel, un retrato de 20 políticas chiapanecas en el 2015.

Por la Cuarta | Enriqueta Burelo Melgar

El feminicidio de Mariana, nos movió a muchas amigas a escudriñar en lo más recóndito de nuestro inconsciente, eventos de violencia de género en las que estuvimos inmersas en diversas etapas de nuestra vida, y ello no es un hecho fortuito, me ha tocado participar en talleres, en los cuales compañeras sensibilizadas por el proceso han volcado experiencias de agresiones que van desde acoso a violaciones que nos han dejado impávidas, sin palabras, ya que varias de ellas han sido violentadas por familiares cercanos y lo peor de la experiencia es que se han sentido culpables, se han quedado calladas por miedo a un regaño por parte de los padres, y una amiga confiesa que aunque el hecho no se consumó fue una experiencia tan terrible que le impidió tener novio, hasta que poco a poco está herida fue cerrando por sí sola, hoy la recuerda con enojo, con indignación.

El inconsciente, en el afán de protegernos frente a las situaciones traumáticas, bloquea los recuerdos para evitar revivir el dolor de tales momentos, que no se pudieron asumir en el momento en que se dieron por la gravedad de las mismas y por la inmadurez propia, la represión de los recuerdos, es que, aunque no se pueda tener acceso consciente ellos, el efecto que causan no se elimina y atentan contra la salud mental, ocasionando síntomas como la ansiedad. La cual no será posible superar del todo si no se accede al origen, en este caso, al recuerdo reprimido.

Algunos de los casos que nos ha tocado vivir aparentemente son inocentes en cuanto el daño, pero hoy que los recordamos cuando ya hemos atravesado por otros procesos de crecimiento nos damos cuenta de la gravedad o del peligro  al que estuvimos expuestas, una compañera confiesa: tiene dos horas que las estoy leyendo, tengo tanto coraje y tristeza al mismo tiempo (por lo sucedido a Mariana), me puse a recordar mis tiempos en que me iba sola a trabajar a las 5 de la mañana, salía de mi casa como 50 minutos antes para llegar a un lugar totalmente desconocido para mí. Gracias a Dios nunca me paso nadada, y nunca me acompañaron (no es reclamo) ni sabían a donde iba. Me sentí sola muchas veces, pero había sido mi decisión, afortunadamente nunca me paso nada. Pobre chica me duele mi corazón, todo lo que paso por su mente. Y que mal por las omisiones como bien dicen es un crimen también.

-“Yo recuerdo, entra al quite otra amiga, que en una ocasión tenía examen y al salir a tomar mi combi me aventaron agua era carnaval y al salir ya iba tarde. Unos tipo de una camioneta me ofrecieron darme aventón, no lo pensé dos veces, al subirme me di cuenta que eran judiciales o tenían facha, sentí horrible pero trate de controlarme, me encomendé a Dios y la verdad se compadecieron de mi o me vieron tan inocente o era buenas personas, les conté de mis apuros y pasaron a dejarme a la Universidad”.

-“Tuxtla debiera ser un lugar seguro para las mujeres que por muchas razones, recorren sus calles a horas diversas. Una compañera cuenta que se quedó sin dinero para el colectivo y recorrió desde Plaza Cristal a la 8ª norte y 6ª poniente donde está “Tepito Tuxtla”, habían unos hombres drogados y tomando, “yo solo dije buenas noches, y creo que me vieron triple creo yo, porque recuerdo que me dijeron: buenas noches jóvenes, porque tan noche, que les vaya bien, yo sentí que no avanzaba cuando vi a mi hermano que me esperaba una cuadra antes de llegar a casa”.

-“Papá nos mandaba al rancho a pie, 7 kilómetros de ida y 7 de regreso, ya veníamos tarde y pasaban camionetas de conocidos y yo me subí a la de Chencho que le vendía a papá mercancía fiada de su abarrotes, me subí a su camioneta cuando regresaba del rancho, pinche hombre comenzó a tocar mis piernas y me subía la falda y el que me tocaba y yo le retiraba la mano, así todo el camino”.

-“Yo estuve a punto de ser violada y por un familiar cercano que se quedaban en mi casa con su esposa, cuando todos estábamos dormidos entro a mi cuarto me tapó la boca y me quito la piyama, me estaba tocando, casi me ahogaba de tan fuerte que me tapaba la boca para que no gritara, afortunadamente mi mamá entro y encendió la Luz. Me soltó y dijo “perdón pensé que era el cuarto en donde estaba mi esposa, me equivoqué”. Yo quedé traumada por mucho tiempo y eso que no logró concretar su objetivo, a partir de ahí nunca permitió, mi mamá, que ninguna persona ajena a la familia directa volviera a quedarse en la casa. Pienso que mi mamá ya se había dado cuenta de algo porque logró evitar que me violara, tenía yo 12 años. Si muy fuerte, cosas que pasa uno, y que ahora ya lo puedo contar, gracias a Dios sin que me dañe, duré mucho tiempo que no aceptaba ni tener novio”.

-“Yo también tuve una muy mala experiencia en mi servicio social; un tipejo me llegó a tocar la puerta de la habitación que estaba junto a su departamento (su esposa no estaba), quiso entrar y ahí me ven, poniendo cuanta trampa se me ocurriera, en ese tiempo creo que ni celular andaba. Estúpido hombre, y al siguiente día como si nada el patán. Puse mi queja y lo defendió el sindicato”.

-“Que difícil….  Yo recuerdo que tenía como entre 8 a 10 años, en el pueblo había un cine, fuimos con mis papás y me tocó estar sentada a lado de un tipo que en ese entonces no sabía quién era. Y el señor me empezó a tocar la pierna, me quedé helada, no dije nada, solo le saqué la mano, y me cambié de lugar con mi papá, mucho tiempo después ya en la universidad un día me lo topé, jamás  olvide su rostro, y resultó ser yerno de la señora que le vendió la casa a mis papás, donde está su negocio, mis papás lo saludaban como un gran amigo suyo, y cuando lo vi, yo no hice lo mismo, y después les dije a ellos el porqué de mi actitud. Posteriormente el pinché hombre, miserable, desgraciado, pasaba por la parada de los taxis acá en Tuxtla, en ese entonces estaba en la 3a poniente y 6a sur,  y a veces iba ahí saliendo de la universidad, y me hacía señas que me subiera a su coche que me daba raid para el pueblo. Hasta que un día me le acerque y le dije, que dejara de estar jodiendo, que a su esposa yo la estimaba mucho y que por eso no abría mi boca, y que pensara en sus 2 hijas, el asqueroso no quedó contento, en una ocasión coincidimos en una fiesta, y estaba con mis papás, y se atrevió a sacarme a bailar, le dije que no, mi papá se paró y le dijo, ¡ya licenciado creo que mi hija ya le ha dejado claro que no quiere que se le acerque, no queremos que esto se haga más grande, así que, por favor! Hasta hoy lo veo de vez en cuando, saluda a mis papás con respeto, y mis papás lo mismo. Su esposa y sus hijas no creo sepan, y pues mis papás llevan una amistad con la familia”.

-“Sí, yo creo que a la mayoría de las mujeres nos han pasado situaciones difíciles. Y que muchas veces permanecen en secreto porque da pena contarlas, como si nosotras fuéramos responsables, en mi caso era una niña toda flaca, ni para pensar que a esa edad pudiera llamar la atención a un degenerado morboso”.

-“Eso nos hace lo que somos ahora, lamentablemente son cosas que ya en nuestra conciencia vemos que fueron abusos a nuestra dignidad, a nuestros derechos. Yo tuve una catarsis cuando me tocó un caso de abuso y fue muy difícil tomar conciencia de lo que viví, de entender el porqué de muchos de mis miedos. Pero la vida sigue”.

-“Yo sólo recuerdo que de niña le tenía miedo a un tío y siempre me le andaba huyendo. Cuando muere en vez de sentir tristeza, sentí alivio, no recuerdo que me haya hecho algo, solo no me gustaban sus juegos, ni sus miradas. Y yo apenas quizás tendría 6 años. Pero como me crie con mi abuela creo que ella me enseño hacer muy madura desde chiquita”.

-“Yo fui violada, de niña, nunca dije nada por miedo a que no me creyeran o que me fueran a pegar o algo así, fue algo muy doloroso que me costó mucho trabajar y perdonarme marcó mi vida. Posteriormente, fui acosada por mi jefa eso si lo denuncié. Solo de pensar lo que han vivido tantas mujeres me da mucha rabia”.

Al reflexionar sobre lo sucedido a las amigas, solo recuerdo con mucha nitidez de un señor español que tenía una tienda cerca de donde vivía y era mi camino rumbo a la escuela, y a pesar de que iba acompañada no me gustaba su tono de voz, se me hacía muy amable y empalagoso  en especial conmigo, un día por no pasar por su tienda pasé a la acera de enfrente corriendo y me pegue un gran porrazo. Algo en mi corazón infantil, me decía que no confiara en él.

Sufrí algunos temas de acoso, y afortunadamente en esos casos me defiendo bastante bien, sobre todo porque no ofrecían peligro alguno, solo son hombres que se sienten hechos a mano y que por ello debes ceder a sus deseos, eso me paso con un político con el que me tocó viajar sola en taxi a San Cristóbal, en el camino tuvo sus avances pero lo paré en seco a la chiapaneca y me dice: no sabes quién soy, y le contesté muy saca la jícara, usted tampoco sabe quién soy, creo que me sentía protegida y no me dio miedo, el resto del camino, muy tranquilo, situación similar me tocó con un famoso en la entrega de un premio literario, si piensan que por ser famosos les tenemos que rendir pleitesía, abriéndoles las piernas, pues se equivocan, “una se acuesta con quien se le pega la gana”, diría Chavela Vargas.

Por ello es tan importante que en la familia nos sentimos seguras en primer lugar, es ahí donde se desarrolla la confianza básica, se llama así a una de las ocho etapas del ciclo vital señaladas por el psicoanalista Erik Erikson. Esta etapa se desarrolla desde el nacimiento hasta el primer año. Para este psicoanalista una madre que proporciona atención constante y satisfacción de las necesidades primarias y emocionales del bebe es necesaria para alcanzar esta confianza básica que va a ser la base del desarrollo de la confianza en sí mismo y que se seguirá desarrollando en la vida adulta a través del cuidado amoroso de los padres o de quien tenga que hacer el papel de ellos, en caso de ausencia.

Papá y mamá deben hacer sentir a sus hijos e hijas seguridad, intimidad, que les pueden contar todo, y que además les van a creer, porque se han dado miles de casos de abuso infantil por parte de un familiar, donde la familia cierra los ojos y deja pasar el caso para no enemistarse con el resto de los parientes, sin comprender el dolor causado en su hija o hijo, uno se pregunta porque sucede ello, porque esa negación, porque no asumir las consecuencias en defensa de quienes integran la familia.

Por otra parte, las mujeres no hemos sentido más culpables que los hombres por actuar o no actuar de determinada manera, desde que Eva comió la manzana o que Pandora abrió la caja, nos acusan de todos los males del mundo, y desafortunadamente, los propios familiares contribuyen a desarrollar en las niñas ese sentimiento. La culpa es una forma de violencia.

Ya adultas es importantes responsabilizarnos de nuestra conducta pero no de sentirnos culpables de ella. La responsabilidad impide anclarte en la culpa y te ayuda a resolver el problema. La culpa hay que echarla para fuera, así que aprovechad cuando vayáis a hacer pipí…y mea culpa.

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