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Por la cuarta: La pareja un acto de amor por Enriqueta Burelo Melgar


Enriqueta Burelo Melgar Programa de la Mujer, Consejo Estatal de Población 1984, Fundadora del Departamento de Género, UNACH y fue Secretaria Municipal de la Mujer, Tuxtla Gutiérrez (2015-2018). Se ha desempeñado como articulista y conductora de televisión. Colaboró en el libro Desde mi Piel, un retrato de 20 políticas chiapanecas en el 2015.

Por la Cuarta | Enriqueta Burelo Melgar

Hoy vivimos en un mundo, en el que el concepto de pareja se  ha transformado enorme y con ello ha surgido un nuevo mundo de conflictos y necesidades que debemos aprender a resolver para tener una buena relación amorosa y gozosa.

La terapeuta y feminista española Fina Sanz,  quien creo la Terapia del Reencuentro, nos ofrece una serie de reflexiones muy importantes para quienes deseamos tener una relación de pareja desde un contrato donde establezcamos los deseos y necesidades de ambas partes, y este contrato como sucede en una empresa, se renegocia ya que las necesidades y expectativas cambian.

Para la terapia del Reencuentro, la persona es contemplada como ser sexuado integrando sus aspectos físico, emocional, mental, espiritual, comportamental y social. Para ello, se incide en el autoconocimiento, y en la posibilidad de cambios internos y relacionales que generen bienestar y relaciones de paz tanto internas como con el entorno.

Las relaciones se establecen desde nuestro espacio personal, desde nuestra vida: lo que pienso, lo que quiero, lo que me gustaría hacer, mis expectativas, las actividades que me gustan, qué tipo de relaciones me gusta tener, que quiero hacer ahora, qué me gustaría en un futuro. Voy construyendo día a día mi espacio personal y decido compartir parte de ello con la gente a la que quiero. Es algo muy importante en la relación de pareja.

Cuando nos vinculamos con alguien, se supone que lo hacemos en libertad, sin embargo, lo hacemos realmente en libertad, es la pregunta, siempre cargamos un equipaje, como nos educaron, si queremos una pareja que se parezca a papa o que responda al modelo de pareja que nuestras amigas quieren, o al modelo de pareja en boga en esos momentos, nuestra decisión se contamina por una serie de factores que influyen. En esta decisión, la edad es un factor importante, nuestros gustos cambian, si cuando teníamos 15 años nos gustaba Paul Newman, el Che Guevara, George Harrison o el vecino de al lado, hoy ya entraditas en años, nos puede seguir gustando el mismo vecino, o ya estamos emparejadas con nuestro novio de preparatoria, estamos viviendo un proceso de separación o andamos en busca del eslabón perdido. Si somos atrevidas recurrimos a TWO u otras App como Tinder. No es fácil iniciar una relación, en ocasiones ya hemos perdido la práctica del coquetear y hacer ojitos, o nos da flojera, quisiéramos que nos llegara vía virtual y lo pudiéramos descargar.

Las personas se unen porque se quieren, porque tienen atracción sexual, por admiración intelectual, para mi si algo me produce un orgasmo es una buena charla con un ron Zacapa de por medio, etc., pero en ocasiones, uno no sabe muy bien, lo que deseamos de una pareja o de un proyecto en común, a que no lo negocien. Cuando esto pasa nos podemos encontrar con problemas

Y si esto sucede, hay que negociar. El contrato de pareja parte del contrato personal que cada persona puede tener. ¿Cómo me gustaría vivir en pareja?, ¿Cómo sería para mi una pareja adecuada?… Cada persona ha de pensar qué es lo que quiere, qué es lo que no quiere y qué es lo que sería negociable o lo que no.

Por otra parte, nos enfrentamos al amor desde diversas direcciones:

Amar desde la necesidad es amar desde la dependencia. Hay personas que se vinculan por cumplir expectativas sociales o por creer que no tener pareja es un fracaso. Entonces se vinculan y aman desde la necesidad de amar a alguien y sentirse amada o amado.

Amar desde la libertad es sentir que tenemos una capacidad amorosa infinita, que podemos amar a personas, animales o a la naturaleza… pero que decido vincularme y amar a las personas que me tratan bien, con las que comparto y creo vínculos, sin tener miedo a estar sola o solo y sintiendo que puedo amar desde la libertad.

Podemos tener relaciones sexuales con amor y sin amor, por atracción física, por ejemplo, pero, si se tiene una experiencia amorosa profunda, la calidad del encuentro amoroso-sexual es diferente, porque la relación sexual es una forma de comunicación, no solamente placentera sino también afectiva.

La convivencia en una pareja es uno de los elementos que tiene que ver con el contrato de pareja del que he hablado anteriormente. Hay parejas que prefieren, al menos puntualmente, vivir en casas separadas y tener sus proyectos individuales pero verse todos los días o los fines de semana. Por otro lado, hay parejas que prefieren tener una convivencia más estrecha, en la misma casa. Eso puede gratificar porque estás creando un proyecto de vida conjunta. Es muy bueno si en la negociación que se ha hecho, el cuidado y el «buentrato» se dan por ambos lados. Si la convivencia es buena, es muy gratificante y puede ayudar mucho en el desarrollo personal y mutuo.

El buentrato es muy sutil, tiene que ver con el lenguaje del cuerpo, con una expresión corporal de felicidad, bienestar, relajación, pero hay que trabajarlo e incorporarlo a todos los niveles y en todos los ritos.

Tres elementos importantes en una relación de pareja: el amor profundo hacia esa persona, la sexualidad (una buena comunicación sexual, afectiva, amorosa), y una buena convivencia, tanto si se vive en la misma casa o no, según hayan decidido. Cuando esos tres elementos se dan, hay amor, hay muy buena comunicación sexual y hay muy buena convivencia. En ese caso hablaría de una pareja afectivo sexual, en toda su plenitud.

A lo largo del vínculo de pareja podemos constatar que cierta manera de actuar o de sentir de nuestra pareja no corresponde a las expectativas que teníamos o a lo que habíamos acordado en nuestra relación. Se produce así una caída de nuestras expectativas, un desamor.

También puede ocurrir que una persona u otra de la pareja cambien, y lo que habíamos contratado ya no nos sirva, de modo que tengamos que renegociar los acuerdos y proponer otra forma de estar o de convivir.

Sea como sea, hay que plantearlo, hay que dialogar para resolver el conflicto porque a veces es fácil reestructurar algunas cosas. Pero si no se llegan a acuerdos, si no hay posibilidad de negociación, es bueno despedirse de la mejor manera posible, pudiendo reconocer que si bien nos pueden unir muchas cosas, tal como funciona la pareja en la actualidad no corresponde a nuestro proyecto y no nos genera bienes

 

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