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Por la Cuarta por Enriqueta Burelo Melgar: “¿Nani, vos alguna vez fuiste joven?”

María Enriqueta Burelo Melgar originaria de Chiapas ha sido Coordinadora del Programa de la Mujer, Consejo Estatal de Población 1984, Fundadora del Departamento de Género, UNACH y fue Secretaria Municipal de la Mujer, Tuxtla Gutierrez ( 2015-2018). Se ha desempeñado como articulista y conductora de televisión. Colaboró en el libro Desde mi Piel, un retrato de 20 políticas chiapanecas en el 2015


Por la Cuarta | Enriqueta Burelo Melgar

¿Nani, vos alguna vez fuiste joven?” Es la pregunta que frecuentemente hacen los nietos a las abuelas, cuando las ven con la piel llena de pliegues dentro de los cuales se guardan amores, caricias y tragedias, pero también alegrías y ganas de seguir viviendo y vivir bien, coquetas, con las uñas pintadas, algunas hasta de minifalda que además usaron en sus mocedades, cuando bailaron Al Compás del Reloj, de Billy Halley y se calzan botas de ultima moda, recordando aquella pegajosa canción de Nancy Sinatra: Estas botas están hechas para caminar, Y eso es justamente lo que ellas harán”.

Hoy hay un culto excesivo a la juventud, nadie quiere llegar a vieja, como si eso fuera denigrante y los cirujanos plásticos se hacen millonarios desarrugando pliegues y acomodando cosas que se salieron de su lugar, más valdría asistir a buen tiempo al gerontólogo para llegar a la tercera o a la cuarta con buena calidad de vida.

Da tanto miedo, mencionar la palabra viejo o vieja, que todas las personas de la tercera edad son llamadas abuelitas o abuelitos, en Chiapas otro vocablo socorrido es el de Tías, a mí me gusta que me llamen tía, pero con esa entonación castiza, del barrio de Lavapiés, en Madrid: pero, que tía, eso es otra cosa, es un piropo retrechero, diría Agustín Lara, el más español de los mexicanos.

Recuerdo a mis tías, Elenita y Olimpia, hermanas de mi abuela, vivian en una casa con un patio enorme, donde convivían arboles de sidra, lima y jocotes, en su alacena siempre presente un gran trozo de panela, con el cual endulzaban sus bebidas y nuestras vidas, muy flaquitas, se vestían con ropa del año de la canica, mi mamá Queta o sea mi abuela, se enojaba con ellas por esto, mi tía Elenita se casó y enviudó muy joven, tuvo un hijo y cuatro nietos, mi tía Olimpia no se casó y vivieron juntas los últimos años de sus vidas, no salían de su casa, pero leían los periódicos locales, devoraban los noticieros de la tele y por supuesto estaban atentas a todos los chismes de Arriaga, a ellas nunca les preocupó ni la cirugía plástica, ni el outfit a la moda, ni los viajes, los pocos que hacían eran a su rancho. No sé si su felicidad residió en que endulzaban con panela o no tomaban cosas frías, al tiempo o calientitas.

Blanquita, no se siente una persona vieja ni le preocupa su edad. Sin embargo, prefiere que la llamen señora en vez de vieja porque le suena peyorativo. “Lo único feo de llegar a esta edad es que vas perdiendo a la gente que más quieres, a tus familiares y amigos”,  comenta.

Una anécdota muy divertida es la de dos hermanas, provenientes de una familia muy longeva, fueron a sacar su pasaporte, se pusieron muy cucas, fueron hasta el salón de belleza para no salir con esa cara de pocas amigas en la fotos que adornan estos documentos, y al ser atendidas, la persona de Relaciones Exteriores con todo el poco tacto del mundo, les dijo al ver su edad, que para qué querían un pasaporte por 10 años, que con uno de dos años era suficiente, como diciéndoles “están a un pie de la tumba”, ellas indignadas se pararon y salieron en protesta, vivieron 8 años más, murieron a los 98 años, tenía razón el joven, para qué uno de 10 años.

A muchas nos ha pasado, nos hemos encontrado con exnovios que no nos reconocen, pero creo que porque no se imaginan que a nuestra edad, todavía estemos en la plenitud de nuestra vida y les da envidia, una señora contaba que un exgalán, preguntó por ella, a ella misma, como si fuera otra persona, recordándole lo bella que había sido, y que paraba el tráfico, no tuvo más remedio que decirle que esa persona ya había muerto y que efectivamente había sido muy bella, no tuvo el valor de decirle, soy yo.

Recuerdo con tristeza a la mamá de una amiga, a  quien quise mucho, que me comentaba. Queta ya no recuerdo muchas cosas, digo tonterías, ella estaba en el inicio del viacrucis que es el Alzheimer, y lo increíble del caso es que ella gozaba de increíble salud en todos los aspectos pero su deterioro cognitivo la alejó del mundo y de los vodkas y las pláticas que tanto disfrutaba.

A menudo las discriminaciones de género se relacionan con la edad, las condiciones físicas, el estado civil, la raza, la orientación sexual, la clase y el estatus social. Las personas mayores experimentan diferentes formas de discriminación a lo largo de su vida al igual que pueden ser sujetas de violencia, abuso y negligencia.

La violencia familiar no es ajena a este sector de la población, agravada precisamente por el deterioro de nuestra salud mental, Rocío nos cuenta que hace dos años, su marido dejó de ser la persona tranquila, respetuoso y buen padre para acabar siendo un hombre violento. “Empezó a hacer cosas que nunca antes había hecho. Comenzó a pegarme y a amenazarme con la muerte. Simplemente no entendía lo que estaba pasando”, relata Rocío. “Siempre imaginé una vejez tranquila y junto a mi esposo, pero aprendí que la violencia contra la mujer puede llegar a cualquier edad”.

No podemos ignorar el tema de las sexo servidoras de la tercera edad, y para ello retomamos el caso de la Casa Xochiquetzal, que es un refugio precisamente para ellas que se ha hecho famosa gracias al libro The Women of the Casa X de Malcolm Venville, fotógrafo y director de cine. Amanda de la Rosa que contribuyó con la investigación cuenta, vemos a “las abuelitas”, salir a cazar clientes, incluso con minifalda y andadera y lo increíble es que todavía logran hacerse de un ratito como ellas dicen, sus clientes son jóvenes en busca de experiencia y cobran entre 25 y 300 pesos, por el ratito.

Este sector de la población es el único que proporcionalmente crece en las sociedades actuales, con una expectativa de vida que amenaza con llegar a los 120 años, y sin embargo existe una representación social deficitaria con respecto a la carga que significa una larga vejez. Durante más de la mitad de la vida humana vamos a ser de la tercera o cuarta edad y la pregunta que surge es ¿cuál es el sentido de vivir más si no es en plenitud?

 

 

 

 

 

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