Brittney Griner mide 2,08 metros, tiene 31 años, un cuerpo atlético y el pelo lleno de rastas. Es una estrella de la liga de baloncesto profesional femenina de Estados Unidos, la WNBA, y desde hace cuatro meses y medio está retenida en Rusia. ¿Los cargos? Supuesta posesión de drogas. ¿La pena a la que se enfrenta? Diez años en una cárcel rusa.
Este viernes 1 de julio, Griner se presentó ante un tribunal cerca de Moscú para escuchar en un juicio aplazado para el próximo jueves los detalles de su detención: ser descubierta con cartuchos de vaporizador con aceite de cannabis cuando pasaba el control de equipajes del aeropuerto de Sheremetyevo, desde donde planeaba volar a su país.
Campeona olímpica en dos ocasiones y pívot siete veces en el All-Star, Griner es jugadora del Phoenix Mercury, pero en la temporada baja de la WNBA (que tiene unos siete meses de parón) se fue a jugar al extranjero, como hacen muchas jugadoras, para generar más ingresos y mantenerse en forma.
Su destino fue el Ekaterinburg, equipo en el que ganaba hasta medio millón de dólares, según el New York Times, y con el que competía en la liga rusa en el momento de su detención.
Fue a mediados de febrero, cuando el ejército ruso ya había empezado a agolparse en las fronteras con Ucrania. Quedaban aún unos pocos días para que empezase la guerra, pero la tensión entre Moscú y Washington había empezado a aumentar a ritmos vertiginosos ante lo que parecía una «invasión inminente».
Con el estallido de la guerra y el inicio de las sanciones de Estados Unidos a Rusia, la resolución sobre el futuro de la estrella estadounidense se comenzó a enturbiar. Porque no es la primera vez que se acusa al Kremlin de utilizar las detenciones como herramienta de presión o negociación.
Hasta en tres ocasiones la justicia rusa ha prorrogado la prisión preventiva de Griner. Algo que ha llevado al Gobierno de Estados Unidos a considerar una «detención injusta». Una fórmula para decir que pretende saltarse el procedimiento normal del sistema legal ruso y optar por negociaciones más agresivas, según recoge The Washington Post. «Continuaremos presionando para que sea liberada», señaló el Departamento de Estado norteameriano.
Y en todo este escenario cabe preguntarse, ¿qué es lo que pretende el Kremlin? Hasta hace unas semanas, sus verdaderas intenciones solo se podían intuir. Ahora, los medios de comunicación al servicio de Putin han comenzado a dar pistas muy claras: acepta liberar a Griner a cambio de la liberación de Viktor Bout, un conocido traficante de armas ruso que cumple una sentencia de 25 años en EEUU.
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Para conocer el futuro de Griner todavía habrá que esperar a que el jueves 7 de julio se celebre la segunda sesión de un juicio que podría durar hasta dos meses.