“Pon tú que si me salgo de mi casa a las 7:00 a trabajar con el coche, le paro a las 3:00 para recoger a mi niña de la escuela y regresar a hacer todo lo de la casa. Y los días que no hay escuela pues es mi mamá quien me ayuda a ver mi niña”, dice Celia Hernández, socia conductora en las plataformas de Uber y DiDi, pero también mamá y trabajadora del hogar con y sin paga.
México / Ana Karen García.- Las mujeres salen a trabajar, y cuando llegan a sus casas, trabajan más. Cuando no pueden hacer todo el trabajo de casa, son otras mujeres quienes las cubren. En México, las cifras muestran que cada vez hay más mujeres en el mercado laboral remunerado, pero esto no ha significado un cambio en la distribución del trabajo no pagado en los hogares.
Esto ha producido que la mayoría de las mujeres —especialmente las más pobres y vulnerables— enfrenten una sobrecarga de trabajo pago y no pago. Y esta sobrecarga representa uno de los obstáculos más grandes en el desarrollo personal, académico y profesional de las mujeres.
En México las mujeres realizan cerca del 75% del trabajo del hogar no remunerado y destinan casi seis horas al día a limpiar, cocinar, organizar y cuidar a niños o adultos mayores, además del tiempo que trabajan para el mercado, de acuerdo con cifras del Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía).
Celia tiene una hija, Ana María, la nobró como su abuela. Su mamá fue trabajadora del hogar desde que se acuerda, ahora que ya no puede trabajar, le dejó el trabajo en dos casas a las que va los viernes y sábados (los días que no trabaja como conductora). Celia, Ana María y Guadalupe —la abuela— viven juntas desde que Celia se separó del papá de su hija y no sabe nada de él.
“Yo trabajaba con mi mamá en casas desde los 15, y ya a las 17 fue que me salí de la escuela y me junté con el papá de mi hija. Él fue el que compró el carrito con el que trabajó, cuando nos separamos fue lo único que me llevé; qué bueno que mi hermano me enseñó a manejar y a sacar los papeles para entrar a Uber. Si haces unas ocho horas mínimo por día, sí sale bien”, dice en entrevista con El Economista.
Sin habérselo cuestionado antes, Celia reconoce que trabaja mucho y que su mamá, de algún modo, también sigue trabajando cada que cuida a Ana María. “A veces sí me arrepiento de haber dejado el estudio, me preguntó si estaríamos en otro lugar. Mi hermano me dijo que había una forma de terminar la prepa y sólo tengo que ir los sábados, pero ahorita no puedo dejar el trabajo que tengo ese día”.
El abadono escolar también está atravesado por el género: cerca del 40% de las mujeres tiene como razones principales de deserción escolar la falta de recursos, el matrimonio, el embarazo y la necesidad de ocupar su tiempo en cuidar a terceros.
¿Por qué importa?
Que las mujeres realicen de manera desproporcional gran parte del trabajo no remunerado del hogar no sólo implica que las mujeres estén ahogadas y pasen casi 16 del día trabajando con pago y sin pago.
También produce menores niveles de egreso escolar, menor participación en el mercado laboral, menor productividad, trabajos precarios, menores ingresos, vulnerabilidad socioeconómica y la casi imposibilidad de tener tiempo libre.
¿Cuántas horas al día consideras que tienes sólo para ti, Celia?
—Pues yo digo que cinco o seis y las ocupo para dormir, a veces incluso prefiero dormir un poco más que cenar.
¿Qué harías si tuvieras un poco más de tiempo libre?
—Terminar la prepa y meterme a un curso de cocina. Me encanta cocinar, mi hermano me echa porras y me dice que sería buena chef, dice que hasta decoro los platos bonito.
¿Disfrutas alguno de tus trabajos?
—En Uber o DiDi sí, aveces. Algunas personas son muy amables, te platican cosas y te animan, yo no hago plática porque a veces les molesta, pero hay gente que te habla como tu igual, como si te conociera. Me gusta eso. El trabajo de las casas que me dejó mi mamá es más pesado, pero es un extra y lo valoro porque a fin de año ahí sí me dan mi aguinaldo y también despensas o cosas para la cena.
¿Qué esperas para Ana María, tu hija?
—Lo que más me gustaría es que estudie, que termine una carrera y otro trabajo, que pudiera viajar a otros países o conocer otras personas. El trabajo que mi mamá y yo realizamos es bien digno, pero le batallamos.
¿En tu hogar hubo algún cambio relacionado con la pandemia?
—Pues quizás en ese momento fue para mi mamá, que me ayudó muchísimo con la niña, quizás también para ella, que no aprendía mucho porque mi mamá no sabía muchas de las cosas que veía en la escuela. Yo tenía que seguir trabajando, por las tres.
En el más reciente informe del Coneval sobre el acceso de las mujeres al trabajo, se resalta que las mujeres, sin importar su etapa en el curso de vida o su condición ocupacional, dedican su tiempo libre al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. En las entrevistas realizadas para dicho informe las mujeres mencionan también que, si esto fuera distinto, ocuparían ese tiempo en estudiar, capacitarse, trabajar, descansar o para el entretenimiento.
Un Sistema Nacional de Cuidados, el camino
La desigual división sexual del trabajo, que impide a las mujeres ejercer efectivamente sus derechos, es una de las tareas pendientes en México y el mundo.
El trabajo del hogar, pago y no pago, históricamente ha cargado un estigma negativo, se recarga sobre las mujeres, no se reconoce ni se valora. Y tiene consecuencias importantes para el mercado.
México, con esfuerzos del Inmujeres en coordinación con ONU Mujeres, está trabajando en la creación de un Sistema Nacional de Cuidados que está enfocado en repensar, revalorizar y redistribuir estas tareas con tres enfoques:
- Pensar el trabajo del hogar y los cuidados como lo que son: tareas fundamentales para el funcionamiento de la economía
- Garantizar cuidados apropiados a todas las personas que los necesiten
- Proteger los derechos de quienes cuidan a otros
Este sistema, que es un conjunto de políticas y programas públicos, podría ser un potenciador de la movilidad social de millones de mujeres y familias mexicanas, y tendría un impacto importante en los niveles de igualda