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El cuerpo como resistencia en las performances: Esther Ferrer


 

La artista comenzó en los años 60 con un taller en Elorrio y su obra es un referente de la performance, denunciando las normas estéticas que oprimen el cuerpo de las mujeres. Es donostiarra, pero quizá no se siente identificada con esa etiqueta: “La única identidad de la que estoy segura es de que soy una mujer”.

Por Tania Parra Franco

Esther Ferrer mide su cuerpo y el de otras personas, y anota en cada punto una nota musical que canta o dice en alto. Es su performance Íntimo y personal, de 2013, con la que quería denunciar en tono cómico la absurda obsesión por las medidas a las que han estado, sobre todo, sometidas las mujeres. Esta obra tiene especial relevancia dentro de la trayectoría artística de Ferrer por el contexto en el que comenzó a realizarse, marcado por un crecimiento del arte feminista a nivel internacional. La performance daba la posibilidad a las personas participantes de medir su cuerpo o el de otras personas.

Esther Ferrer (Donostia, 1937) es una de las creadoras más importantes en el arte de la performance. En su obra, el cuerpo abandona los estereotipos y se convierte en resistencia que critica cánones inasumibles y absurdos, asumiendo el paso del tiempo sobre la piel desde una perspectiva artística y personal. La localidad de Elorrio (Bizkaia), acogió en los años 60 el Taller de Libre Expresión y una Escuela de experimentación. En los 70 realizó también trabajos plásticos, centrados en fotografías, instalaciones y objetos. Todos los trabajos están basados en el arte minimalista que caracteriza a esta creadora. El cuerpo siempre ha sido el principal elemento artístico de Ferrer, un cuerpo atravesado por la repetición, el tiempo, la presencia y el infinito, conceptos que actúan como interrogantes en todas sus obras.  La artista siempre ha estado acompañada de dos elementos indisociables en su obra, la libertad a la hora de crear, y el azar que interviene en su creación. Precisamente por esta perspectiva, en 2008 fue galardonada con el Premio Nacional de las Artes Plásticas y, en 2014, el Premio Velázquez de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura.

La gestualidad es su principal apoyo para buscar la interacción con el resto de personas. Así, crea performances reflexivas en torno a debates contemporáneos, pero lo hace desde la espontaneidad y el sentido del humor. Cuando las realiza siempre cuenta con un guion que se basa en una serie de instrucciones de las que nunca se puede prever el resultado, porque es fruto de los diferentes azares que suceden en las acciones. Las distintas performances varían dependiendo del momento, de las experiencias, incluso del propio estado de ánimo. Y, por supuesto, de las espectadoras.

En los últimos años, el desnudo le ha servido como reivindicación de cuerpos que no son perfectos y que muestran cómo el tiempo ha pasado por ellos, y también las historias. Para esta creadora el cuerpo es un arte corporal, un arte que siempre se sitúa en un espacio que acorta y alarga en sus performances. En Se hace camino al andar, el cuerpo de Ferrer se traslada al espacio exterior del museo y se mezcla con los cuerpos de la calle, de manera que esos cuerpos se incorporan a la performance formando parte de la obra. Las personas, junto con la artista, construyen la obra conjuntamente por medio de una cinta blanca que van pegando por la calle a medida que caminan. En 2015, esta obra tuvo un significado muy especial al estar enmarcada dentro de la programación Mujeres en el Arte en la Rioja. En esta ocasión, la artista, junto con el resto de performers, recorrieron los espacios expositivos de la ciudad para reivindicar una mayor visibilidad de mujeres artistas y otras agentes del arte.

El ideal de cuerpo perfecto es central en nuestra sociedad y la cultura visual es un reflejo de ello. Por esta razón es muy importante la labor reivindicativa del arte en este terreno. La obra de Ferrer es una crítica al sistema capitalista y patriarcal, repleto de normas corporales que es imposible cumplir y que se alejan de la diversidad y la naturalidad que representan los cuerpos de las mujeres en la vida.

Los caminos que está tomando su arte muestran a las mujeres en relación con el espacio. Esta artista utiliza el cuerpo para mostrar el cambio de paradigma de las vanguardias, el cuerpo adquiere importancia porque puede ser un arma crítica que haga revisar cómo se ha construido la imagen del cuerpo de las mujeres.

Estamos sometidas a una serie de códigos que la sociedad nos ha impuesto para llegar a alcanzar lo que se considera la mujer ideal. El arte de Ferrer decodifica estas restricciones para que las mujeres se sientan libres en el espacio y tiempo en el que se sitúan. Ferrer defiende esta premisa a lo largo de toda su trayectoria artística, remarcando la importancia de la visibilización de las mujeres en el ámbito del arte.

En La (re)acción como leitmotiv ya lo deja claro: “Esta conciencia que tiene la gente de ser artista yo no la tengo. Es como la gente que dice yo soy española. Y a mí qué me importa. No tengo ninguna conciencia de esta serie de identidades. La única identidad de la que estoy segura es de que soy una mujer, esa es mi única certitud y, a partir de ahí, vives y creas y haces. Todas estas certitudes que la gente necesita, a mí no me sirven para nada”.

Fluxus, Yoko Ono y Kate Millet

La visión del cuerpo femenino ha sido históricamente sometida al objeto de placer de los hombres, y a restricciones como la maternidad y los falsos cánones ideales. Pero el arte de la performance ha reflejado el cambio de estas creadoras. El cuerpo ha pasado de ser un objeto de deseo a ser una entidad creadora capaz de generar un lenguaje diferente. La performance está estrechamente relacionada con los movimientos feministas de los años 60 y 70, no siendo solo una manera de escapar del sistema patriarcal, sino que también es capaz de otorgar la materialización de la libertad. Las creadoras construyen, de este modo, su identidad a través de sus propias creaciones.

Para entender la performance hay que hablar de Fluxus, movimiento visual que surgió en los años 60 por George Maciunas (1931-1978). El nombre alude a “fluir”, al movimiento, a la acción que ocurre en el propio momento como la performance. La libertad que tuvo este movimiento provocó la confluencia de mujeres muy dispares. El principal anhelo era la mezcla y fusión de prácticas artísticas. En este movimiento surgió la necesidad de trasladar el arte a espacios alternativos que fueran accesibles para todas las personas, esta premisa marcó el camino que después siguió la performance y el videoarte. Algunas de las mujeres más trascendentales en este movimiento fueron Yoko Ono y Kate Millet.

En estos años, Ferrer estaba en Francia y participó activamente en los movimientos feministas franceses de los 70. Ferrer siempre ha estado ligada a las teorías y movimientos feministas y esto se ha reflejado en sus diferentes obras.

En Questions feministes, la artista lanza preguntas sobre la situación político-social del arte o la posición de las mujeres dentro en los movimientos artísticos. En la performance realizada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao en 2016, Ferrer finalizó la acción preguntando: “¿Expresa el arte las relaciones de dominación que se manifiestan explícita o implícitamente entre lo masculino y lo femenino? ¿Han constatado ustedes manifestaciones de sexismo en las publicaciones y revistas especializadas? ¿Creen ustedes que en el arte hay una estética pura y valores universales? ¿Suponiendo que la/el artista tenga un papel en nuestra sociedad, creen ustedes que la artista y el artista lo entienden de una forma diferente? Si es que sí, ¿dónde reside la diferencia?”.

Su obra muestra cómo la exclusiva presencia del cuerpo puede ser el único y principal elemento de la performance y cómo las acciones pueden actuar como reivindicación del sistema social y político en el que nos situamos. Además, expone cómo la performance funciona en cualquier espacio, sea o no un museo, y cómo el tiempo atraviesa las creaciones artísticas. Esther Ferrer defiende la performance como el arte de lo efímero, lo auténtico, lo invadido por el azar y, sobre todo, por la libertad.

 

Fuente: Pikara Magazine
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