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Empoderar a las mujeres desde la niñez para hacer frente a la violencia


 

En sociedades todavía marcadas por visiones patriarcales y heterocentristas, las mujeres suelen ser víctimas de violencias múltiples desde la niñez, por la forma en la que son tratadas y educadas. De ahí que, en opinión de Ana María Cano, sicóloga en el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), la búsqueda de soluciones a este problema social debe comenzar por la educación.

 

La Habana / Lisandra Fariñas (AmecoPress/ SEMlac-Cuba).- Empoderar a las niñas para que defiendan sus derechos resulta clave para prevenir situaciones relacionadas con la violencia en todas sus expresiones, añadió la experta.

Las investigaciones sobre violencia infantil apuntan hacia las niñas como las más afectadas por ese flagelo.

¿Sucede igual en Cuba? ¿Qué factores inciden en ello?

Cuba no escapa de esta difícil y conmovedora realidad. En nuestros servicios de atención a niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual infantil y otras expresiones de maltrato en esas edades, se registran mayor cantidad de niñas y adolescentes.

Entre los factores que pudiéramos mencionar que inciden en ello están los relacionados con niñas que conviven en familias disfuncionales. La violencia intrafamiliar, considerada como toda acción, omisión o trato negligente, no accidental, las priva de su derecho y bienestar, además de amenazar o interferir en su desarrollo físico, psíquico o social.

También podemos mencionar el acceso no supervisado a la tecnología, pues ellas y los adolescentes en general pasan mucho tiempo en las redes sin que los padres conozcan sus aprendizajes. Además niñas con autoestima muy baja, debido a estilos de comunicación poco saludables, que se establecen desde las primeras edades.

Insuficiente educación o comprensión sobre los límites y situaciones relacionadas con discapacidades en las niñas, igualmente, figuran entre los elementos condicionantes.

Asimismo, las diferencias relacionadas con las maneras de educarlas, distintas a la forma en que se educa a los niños y marcadas por estereotipos sexuales.

¿Qué puntos de contacto existen entre la violencia que se ejerce contra la infancia —y las niñas en particular— y la violencia de género?

Son fenómenos muy vinculados. Las niñas son más vulnerables por las formas de crianza, por los patrones que utiliza la familia para educarlas o mal educarlas. Supuestamente, ellas deben ser obedientes, calladas, amorosas, se deben subordinar; cualidades estas que les adjudican y desarrollan durante su infancia, hasta llegar a ser mujeres adultas.

Cuando se ejerce violencia contra la mujer, también se ejerce violencia contra niñas y niños que conviven en el hogar y que son víctimas indirectas de este maltrato.

Pienso en uno de los casos que atendí recientemente: una niña, hija de una víctima de violencia por parte de su pareja. Esta mujer logró escapar de la situación y ahora la niña está siendo víctima de maltrato físico y psicológico, y también de abuso sexual, por parte del padre, pues este deposita en ella toda la rabia que siente contra la madre.

¿Qué herramientas tiene la sociedad para prevenir este tipo de violencia y cuáles serían los principales desafíos en ese camino?

La sociedad tiene muchísimas herramientas, pero los desafíos son muchos, fundamentalmente en tres ejes nucleares del abuso sexual infantil: la prevención la detección y la atención.

Las niñas tienen que saber que las partes de su cuerpo son suyas y nadie tiene derecho de tocarlas; tampoco pueden hacerles nada que les pueda resultar desagradable. Por eso es muy importante empoderarlas, para que defiendan sus derechos y expresen sus opiniones. Eso es esencial también para prevenir situaciones relacionadas con la violencia en todas sus formas.

Urge la implementación de los programas de Educación Integral de la Sexualidad desde edades tempranas por personal capacitado, haciendo énfasis en la protección, enseñándolas a defenderse de cualquier agresión, incluso cuando sea de un familiar cercano. Deben saber que hay secretos buenos y malos, y deben aprender a diferenciarlos.

Ofrecerles recursos para que no sientan temor, para que perciban que siempre encontrarán una persona cercana que los podrá acompañar y entender.

Hay que empoderar a la infancia y adolescencia para que sean protagonistas y facilitadoras de este trabajo. Logramos mayores resultados cuando el trabajo es realizado por iguales que tienen las mismas vivencias, comparten situaciones similares y son creativos en sus propuestas.

Se debe trabajar con mayor fuerza en programas de prevención en espacios escolares y comunitarios. La escuela, la familia, la comunidad, los servicios de salud, los centros culturales, las instituciones deportivas y todas las que trabajan con la infancia, tienen que articularse en este propósito.

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