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Por la cuarta: Relaciones líquidas por Enriqueta Burelo Melgar

Enriqueta Burelo Melgar Programa de la Mujer, Consejo Estatal de Población 1984, Fundadora del Departamento de Género, UNACH y fue Secretaria Municipal de la Mujer, Tuxtla Gutiérrez (2015-2018). Se ha desempeñado como articulista y conductora de televisión. Colaboró en el libro Desde mi Piel, un retrato de 20 políticas chiapanecas en el 2015.


Por la Cuarta | Enriqueta Burelo Melgar

Vivimos una época en la que los patrones o modelos de relacionarnos han cambiado totalmente, en la época de nuestras madres, sus juveniles novios eran hijos de los amigos, o conocidos,  era difícil que alguien se saliera de las reglas establecidas, acaso besos robados, y una caricia atrevida, si alguien se robaba a la novia o si había un embarazo de por medio, de seguro terminaba en boda, muchos matrimonios consecuencia de estas bodas resultaron bien o eso creo. Regularmente, entre 18 o 20 años se casaban la mayor parte de las jóvenes de la época.

Si bien las relaciones de antaño también tenían sus bemoles, no faltaba el bandido que llegaba a una población y engatusaba a una o varias jóvenes realmente ingenuas y se marchaba tan campante, a mí me tocó todavía asistir a una boda en mi pueblo de mucho postín y que resultaba que el joven seguía casado allá por el Bajío, fue una situación muy comprometedora para la familia del bígamo en ciernes que vivía en el pueblo porque ignoraban tal situación.

Parecería ilógico que hoy en pleno siglo XXI cuando un buen porcentaje de jóvenes han ingresado a las universidades, se cuenta con leyes e instituciones para apoyarnos, así como técnicas para resolver conflictos de índole emocional, las vemos envueltas en relaciones toxicas como se les ha llamado que dejan profundas secuelas y la otra parte de la relación se aprovecha utilizando un término en boga, de nuestras cormovilidades, como la baja autoestima, soledad, desamparo, solo con pareja somos alguien, y lindezas por el estilo.

Las relaciones amorosas suelen ser complejas, especialmente cuando buscamos a la pareja “ideal” o creemos que al fin tenemos una relación “perfecta”. Y es que, en esa búsqueda, a veces nos marcamos expectativas irreales por los que estamos dispuestos a arriesgar todo, incluso nuestra estabilidad emocional.

No hay amor suficiente capaz de llenar el vació de una persona que no se ama a sí misma, no crees en ti, en tu derecho a ser feliz, es como si asumieras que el sufrimiento forma parte del amor,  quien te quiere te hará sufrir .Se da por hecho que una pareja debe quererse y ya está, lo demás y ya está, lo demás vendrá solo.

El término “relaciones líquidas” es uno de esos eufemismos modernos para referirse, en oposición a la tradicional “relación sólida”, a cualquier dinámica de pareja que, a todas luces, carece de viabilidad emocional y no nos va a hacer crecer como seres humanos en ningún aspecto. Por decirlo de otra manera: cuando nos embarcamos en una de ellas, sabemos consciente o inconscientemente que nuestras probabilidades de éxito son mínimas y que las posibilidades de terminar con el corazón roto son grandes, pero aun así elegimos invertir tiempo y energía en esa relación, para satisfacer carencias emocionales que venimos arrastrando.

El fenómeno de las relaciones líquidas nos lleva por igual a establecer vínculos con personas tóxicas, como a convertir en tóxicos vínculos que, sin tanta presión y desconfianza, pudieron haber sido perfectamente saludables y disfrutables. Por eso es tan peligroso, por eso debemos darle visibilidad y, sobre todo, tomar responsabilidad para manejar nuestra vida emocional con madurez y honestidad, sin hacer sufrir a nadie y sin dejar que otros pasen por encima de nosotros, y eso incluye a nuestras expectativas irreales.

¿Cómo romper el patrón de las relaciones líquidas?

El antídoto al malestar de las relaciones líquidas es la responsabilidad afectiva. De manera muy simplificada, la responsabilidad afectiva significa que somos capaces de llevar una relación emocional, de cualquier tipo, con responsabilidad, es decir, cuidando la integridad de ambos y siendo plenamente conscientes de la repercusión de nuestros actos y palabras en el otro.

La responsabilidad afectiva no puede surgir si no se cumplen dos requisitos previos: el primero es la capacidad de sentirnos plenos y felices aunque no tengamos una pareja romántica, y la segunda es tener toda la disposición para comunicarnos honesta y efectivamente con nosotros mismos y con nuestro compañero.

El autoconocimiento es muy necesario para poder identificar realmente qué queremos en un compañero de vida (o si queremos uno), si estamos relacionándonos con alguien por las razones adecuadas, y a qué peligros nos orillan nuestras propias carencias: por ejemplo, el de atarnos a relaciones que no nos llenan ni nos fortalecen, simplemente porque no sabemos cortar con un patrón codependiente o somos adictos a la “ganancia secundaria”.

¿Por qué aguantamos a una pareja que nos hace daño, o que no nos da suficientes muestras de que nos quiere? tal vez sufrimos porque en el fondo sabemos que no nos quieren pero aun así yo gano algo por otro lado, por ejemplo aunque no me quieran gano no estar sólo/a, el miedo a la soltería o a la soledad (que no son lo mismo) es más común de lo que pensamos y día a día podemos observar millones de parejas infelices pero que aún así se mantienen, todo porque el miedo a estar consigo mismos, a estar sin un otro no los deja vivir y prefieren quedarse sufriendo pero aunque nadie lo entienda(a veces ni uno mismo) nos mantiene allí esa ganancia secundaria.

Pregúntate… ¿Qué gano con esto? …y la respuesta no me la des a mí, porque esa ya la sé… el 99% de las personas responden: nada! Qué voy a ganar con eso yo, si me hace mal… esa respuesta déjasela a los demás pero a ti mismo no te mientas y vuelve a preguntarte y responderte sinceramente… ¿qué ganancia secundaria te mantiene en el lugar incómodo en el que hoy estás? 

A romper con esos patrones tóxicos, líquidos  o como se llamen y enamórate de ti, como decían las mamas, ten tantito amor propio.

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