Home > Opinión > #RedFlags, y cómo las normalizamos en las relaciones de pareja

#RedFlags, y cómo las normalizamos en las relaciones de pareja


¿Cuántas veces hemos sentido que algo no está del todo bien y aun así preferimos pasarlo por alto para evitar discusiones aparentemente innecesarias?

Veracruz / Amarantha Chávez (Testigo Purpura).- Estar en una relación implica pasar por situaciones que, si bien pueden calentarnos el corazón con una simple sonrisa, salida o momento de intimidad, también pueden hacernos pasar por un trago amargo por falta de comunicación.

Últimamente, el término “red flags” ha tomado relevancia por ayudar a resignificar actitudes que históricamente han sido normalizadas en la convivencia de una relación.

De acuerdo con el proyecto VIOLENTADXS, estas son aquellas señales de alerta sobre comportamientos violentos que presentan o padecen los individuos.

En redes sociales las más mencionadas son en el ámbito de pareja y romántico, pero estas pueden presentarse en todo tipo de relaciones (laborales, familiares, con amistades).

En redes sociales se ha tornado común mencionar acciones o actitudes de la pareja y denominarlas como una bandera roja, es decir: una señal de alarma.

Estas señales de alarma no deben tomarse como un juego, pues además de que podrían volverse una costumbre, las consecuencias podrían ser peligrosas para la víctima.

A través de hilos de Twitter se evidencian situaciones como la minimización de problemas, coacción a partir de las decisiones de la víctima, exigir atención total y propiciar el distanciamiento en relaciones de amistad o familiares son de las más comunes y normalizadas.

De acuerdo con la psicóloga Lorena Redondo, existen varias primeras señales de que algo no está bien en la relación, independientemente de la edad de quien agrede y quien resulta ser víctima:

  • No sentir la libertad de ser ella/él misma/o: Tus maneras de expresión se ven opacadas o imposibilitadas por la opinión de tu pareja. No te sientes cómoda siendo tu misma y comienzas a cambiar para satisfacer su posición.
  • Sentirse agotado o con desgaste físico y emocional: Estar con esa persona representa más tristeza que felicidad, incluso miedo por no saber qué esperar de tu pareja. El desgaste de la relación se ve reflejado en las ganas que se tengan o no de estar con ella, ya sea para evadir sus comentarios o por no sentirse a gusto.
  • Control constante o excesivo por parte de la pareja: Revisa tus mensajes, sabes tus contraseñas “por si acaso”, está al pendiente de lo que posteas o de los comentarios que haces en redes sociales. En la cotidianidad, sabe qué haces en cada momento de tu día y se enoja si cambias tu rutina.
  • Aislamiento: Tu pareja tiende a inconformarse si sales con amigos o tu familia. Pone “peros” si buscas incluirle en actividades o eventos en los que estén presentes y eso poco a poco hace que esos vínculos se vuelvan cada vez más lejanos.

Normalización de la violencia

Lorena, especialista en psicología comunitaria, en perspectiva de género y en sustentabilidad humana, menciona que en su experiencia estos casos de control y dominio sobre la relación, implícita o explícitamente, se dan tanto en parejas jóvenes como en parejas maduras.

“Yo creo que en el caso de las relaciones o parejas que ya viven juntos –estén  o no casados-, esta intimidad, el verse todo el día, en la que hay una convivencia más íntima que implica gastos en común, horarios y espacios sí se observa más”, indica la psicóloga.

Esta cercanía y planes a futuro juntos, como plantea Lorena, hacen más proclive la invasión del espacio en la pareja.

En el caso de las parejas jóvenes que aún no tienen esta dependencia e intimidad, puede darse una situación de control a través de mensajes de texto, de llamadas recurrentes o, en las ocasiones en las que se frecuentan de manera presencial, dejar que la convivencia se torne incómoda.

Sentir un desgaste o angustia constante no está bien. Preocuparse por lo que va a opinar la otra persona al momento de decir algo o expresarse, según la psicóloga, son señales de que la relación no está fungiendo como un apoyo real para la víctima.

¿Es necesaria la ayuda profesional?

Lorena busca que estas actitudes sean erradicadas en terapia, sea de manera individual y si se tiene la intención, en pareja.

“Si como pareja quieren atenderlo, entonces se aborda con terapia de pareja, pero si la otra persona no tiene la disposición, pues entonces se trabaja con la persona que sí quiere y que generalmente es la afectada”, indica.

De acuerdo con Lorena, la cultura en la que vivimos nos impone un molde de cómo vivir las relaciones y la vida misma.

Una de las recomendaciones principales que ella puntualiza son que una relación debe construirse al margen de lo que la sociedad nos enuncia que es correcto.

Parte de ello viene de una subordinación al amor romántico, el cual gira en torno a que las mujeres sueñen con la figura del príncipe azul, proyectan a una mujer potenciada por el amor, con una entrega incondicional, dependiente de la figura del hombre, necesitada de su protección y afecto.

Lorena insiste en que la relación debe construirse con comunicación y atención sin seguir los mandatos de género para marcar nuestros límites antes de que esas señales salgan a flote.

Las consecuencias de mantener una relación de este tipo pueden ser:

  • Que la salud mental se vea afectada (depresión, ansiedad, baja autoestima).
  • Que la vida social y laboral se torne irrelevante.
  • Que no existan aspiraciones en medida del crecimiento propio o haya un estancamiento.
  • Que se agudice y lleguen a la violencia física que puede poner en riesgo la integridad de la víctima.

Como última recomendación, Lorena invita a que, si se siente un conflicto con sus sentimientos y con lo que su pareja le impone, que acudan a terapia para identificar el porqué estamos dispuestxs a soportar y cómo dejar de hacerlo.

Print Friendly, PDF & Email