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Vello púbico, domesticación del placer femenino


 

 

Because I’ll be all you need, babe. I swear I’ll try my hardest so you’ll want to
stay here at least a little longer than you’ve existed elsewhere. Like, I’ll be the
home of your choice. I convince myself if I keep moaning and shaving and
laughing and cumming, you’ll never leave. I promise, I’ll always want to fuck
if my stomach is flat and my pussy smooth.
Lara Konrad, “Of Purpose”1

 

 

Por Silvia Santaolalla

Tenía 14 años cuando me enteré de que el vello en las mujeres era desagradable. Escuché a dos compañeros contar que al besar uno de ellos a su nueva novia, vio que tenía bigote. Esa fina pelusa de adolescente sobre su labio superior le generó tanto asco que terminó con ella. Y me quedé helada. Jamás había pensado en los pelitos que me crecían por todo el cuerpo. Semanas después, una chica llegó con los brazos rasurados. Todos se rieron cuando el vello volvió a crecer, indomable y abundante, sobre su cuerpo. A veces pienso si realmente la gente puede interesarse en ver tu bigote mientras te besa. ¿Alguien puede pensar más allá de la saliva y el placer?

Quizá habían pasado cuatro o cinco años cuando la vulva de Constance Quéniaux, o quien sea dueña de aquel desnudo, se abrió frente a mí. Con los labios y el pubis lleno de espeso vello negro. El origen del mundo, de Courbet, fue el primer desnudo famoso que recuerdo haber visto que me recordara más a lo que yo conocía. Atrás quedaban las majas y las vírgenes, las venus, las gracias, con sus pieles lisas y su pudor sugerente. La extraña mezcla entre castidad y sensualidad. La pose relajada y las piernas abiertas. Tranquila entre telas suaves, sin miedo a la mirada. Sin preocupación ante su cuerpo, ante su vello. Y quise ser ella. Sentir mi cuerpo como mío y no como de alguien más.

Si le preguntamos a Google sobre placer femenino nos dirá las mejores posiciones, aplicaciones y formas de hacer que una mujer consiga el orgasmo: Todo sobre el orgasmo femenino. Síntomas de un orgasmo. Clítoris: definición. Posiciones, orgasmos y juguetes. Incluso nos dirá que en pleno siglo XXI la mujer ya tiene las riendas de su sexualidad y sus orgasmos:

La exigencia de disfrutar en las relaciones sexuales porque el sexo no es sólo para procrear: “Hemos pasado de cambiar nuestro cometido de objeto deseado (ser pasiva) a ser cada vez más un sujeto deseante (ser activo) […]. Los límites empiezan a estar difusos y tanto las mujeres como los hombres podemos pasar por deseados y deseantes”.2

A pesar de tales afirmaciones, cabe preguntarnos si realmente somos nosotras quienes regimos nuestro propio placer y sexualidad. ¿O es la exigencia por el disfrute lo que parece libertad? Me pregunto si todas las mujeres que dicen gozar del sexo disfrutan de ellas o de que los otros disfruten de ellas. No imagino mejor placer que disfrutarme tal como soy, sin necesidad de artificio alguno o mirada ajena. Y viene a mi mente toda la supuesta revolución sexual del siglo XXI y la reivindicación del goce femenino. Pienso en el sencillo “WAP”, colaboración de Cardi B con Megan Thee Stallion, siglas para wet ass pussy (‘coño bien mojado’). Las reacciones negativas que generaron ambas raperas al cantar sobre el placer femenino, o el suyo en concreto, abren de nuevo la discusión acerca de qué tan abierta es la sociedad a la hora de hablar sobre el tema. ¿No se supone que somos ya sujetos deseantes?

Make it cream, make me scream
Out in public, make a scene
I don’t cook, I don’t clean
But let me tell you how I got this ring
(Cardi B ft. Megan Thee Stallion).3

Si la canción trata sobre la satisfacción que les causa ser complacidas, no dejo de pensar en el tiempo y dinero invertidos por ellas para verse de esa manera en el video, pues para portar un body sin mostrar vello alguno es necesaria una depilación completa. Eso quiere decir brazos, axilas, piernas y, por supuesto, vello púbico. Sin embargo, no son Cardi B ni Megan Thee Stallion las únicas mujeres que buscan romper estereotipos en la industria musical y artística y que tienen esta contradicción. Nathy Peluso, Nicky Minaj, las hermanas Kardashian, Lizzo, Doja Cat. Todas ellas mujeres voluptuosas, racializadas, que rompen con el canon europeo de belleza. Nada etéreas, no disimulan su placer, sus intereses ni su sexualidad. Y aun así, nunca les hemos visto un solo vello en la entrepierna ni en ninguna otra parte de su cuerpo. De hecho, Cardi B se grabó mientras le depilaban el vello púbico y lo subió a sus redes. Las Kardashian han hablado extensamente de su obsesión con su vello corporal y su necesidad de depilarse por completo. A Nathy Peluso la vemos constantemente hablando de lo orgullosa que está de su cuerpo mientras porta bodies ultracavados que dejan ver su largo cuerpo sin un solo vello. ¿Incluso las mujeres más indomables de la industria sufren de los mismos complejos? ¿Qué significa para todas nosotras la necesidad de ser pieles lisas para el placer ajeno?

Vello. Del latín villus. Pelo más corto que nos nace por todo el cuerpo, que nos recuerda un pasado menos humano y más animal. Pelo que nos sale desde la pubertad y que no se detiene. Pelo que se convierte en amenaza a la belleza femenina occidentalizada. Si bien todo el vello tiene un papel biológico y, a pesar de ello, es depilado al extremo, es el púbico el que más me interesa, pues su cometido y el interés en depilarlo están estrechamente relacionados a la sexualidad femenina: “La función biológica del vello púbico está relacionada con la diseminación de las feromonas de las glándulas apocrinas genitales, y con el fin de enviar un mensaje visual de fertilidad pues refleja maduración sexual”.4

¿Por qué querríamos remover el signo de nuestra madurez sexual? ¿De verdad lo hacemos por gusto? Podríamos creer que la remoción de vello es un hábito muy reciente en la historia humana, pero es posible rastrearla incluso hasta la prehistoria. Durante siglos, tanto hombres como mujeres se depilaron y rasuraron como forma de combatir los piojos y la suciedad. Incluso en el antiguo Egipto era un signo de higiene: “Se consideraba que la remoción del vello reducía las infestaciones pilosas corporales, con el sentido de que el cuerpo sin pelo estaba más limpio”.5 Pero fueron los griegos quienes comenzaron con la obsesión de la depilación femenina. Crearon una tradición que sigue vigente, en la que sólo las mujeres debían lucir pieles lisas y sin vello como símbolo de pureza y belleza: “En ellas [las mujeres griegas], sin embargo, no era aceptable. El vello era cosa de mujeres sucias, de clase baja o de prostitutas. Así que las que se consideraban respetables eliminaban de su cuerpo todo pelo innecesario”.6

Pensemos en la Afrodita de Cnido, de Praxíteles, una de las obras más célebres del escultor griego, hecha alrededor del año 360 a.n.e. Representa a la diosa griega del amor erótico, pero, más allá, representa a la diosa de la belleza y fertilidad femeninas. Su cuerpo es marmóreo, liso, sin vello alguno. Su mano cubre con pudor su vulva. El momento justo cuando nuestra vista la interrumpe a punto de tomar un baño. La escultura fue tan admirada que numerosos escritos la mencionan e, incluso, insinúan que hubo quienes se enamoraron de ella.

Tanto su pose, después nombrada Afrodita púdica, como el canon de belleza que representa se replicaron durante la época griega y romana, por ejemplo, con el poeta Ovidio, quien declaraba que “pelo indómito en las niñas era signo de depravación”.7 Ambos fueron retomados siglos después por los renacentistas. Aunque el Renacimiento trae consigo una mirada menos púdica, que no tapa los genitales y expone los cuerpos de manera más sensual, el vello sigue sin aparecer. Y no sólo como un motivo estético. ¿Qué habría de malo en mostrar algo natural si era lo que se buscaba? Un motivo social pesaba más que ningún otro. Y éste era la mirada juiciosa hacia él, la creencia de que era una suciedad que debía ser eliminada.

También se entendía como un signo de bestialidad, por eso la depilación eliminaba del cuerpo de la mujer todo rasgo animal y la devolvía toda su humana sensualidad. Y era, además, algo lujurioso, lúbrico. Tan sólo las prostitutas dejaban sin depilar su monte de Venus.8

Se hace evidente que la presión de eliminar el vello va de la mano con la finalidad de eliminar todo supuesto rastro de bestialidad en la mujer; muy al contrario del hombre, para el que puede resultar una característica apreciada. La mujer, con su tendencia a la naturaleza y la magia, debía ser domesticada por los hombres para poder ser disfrutada. Pienso en cuantas mujeres, obras y representaciones femeninas conozco en las que se muestre el vello como algo natural, sin connotaciones de lujuria, maldad, suciedad o vileza. Son escasas.

Algunas podrían pensar que no hay más complicación que decidir la manera en la que nos gusta llevar nuestro vello, como decidir qué peinado, corte de cabello o ropa usamos. Sin embargo, ¿no es lo más pequeño y común, lo que damos por hecho, lo que construye nuestras sociedades? “Cuando hay algo que en teoría es pequeño, pero que ofrece tanta resistencia al cambio, significa que hay algo simbólico que merece la pena cambiar”.9 ¿Qué refleja un debate en torno a una decisión que debería ser personal y no impulsada por el deber social? La escritora Bel Olid, en su libro A contrapelo: por qué cortar el círculo de depilación, sumisión y autoodio, reflexiona sobre la imposición de llevar el cuerpo entero depilado sin una razón aparente. Olid plantea dos argumentos, anteriormente pensados por otras feministas, sobre el origen del deber ser de la mujer depilada; en ambos subyace la cultura de la pedofilia y el control de los cuerpos de las mujeres. La primera tiene que ver con la sexualización de las menores. Cada vez niñas más pequeñas están siendo expuestas a comentarios ofensivos que las invitan a pensar en sus cuerpos como deseables o no y, además, en que su valor como personas recae en esa deseabilidad. En el otro extremo se encuentra la infantilización de los cuerpos de las mujeres adultas. Si el vello púbico es la declaración de la madurez en los seres humanos, al eliminarlo el mensaje es preciso: las mujeres no podemos ser adultas. Eternas niñas con disposición sexual: la misma pose sugerente pero virginal de la mayoría de los desnudos femeninos.

Finas melenas de mil colores son arrancadas, recortadas, depiladas, eliminadas, todos los días de todos los años alrededor del mundo. Suprimir la humanidad, la bestialidad, la lujuria entre las piernas. Domesticar nuestros cuerpos a través de la sumisión de repetir rituales de belleza. La tranquilidad de no generar juicios negativos ni desprecio cuando mostramos nuestro cuerpo. El problema no es la supresión del vello, sino la supresión de la verdadera humanidad del cuerpo femenino. Del verdadero goce de ser y experimentar el tipo de sexualidad que queramos llevar. Del simple gesto de poder vestir lo que queramos sin perder o ganar valor como seres humanos. Escribo sobre el vello, pero también sobre el apaciguamiento de nuestro desenfreno, de nuestro placer y de nuestra verdadera identidad.

 


1 Porque seré todo lo que necesitas, cariño. Lo juro, haré mi mayor esfuerzo para que quieras estar aquí al menos un poco más de lo que has estado en otros lados. Seré el hogar de tu elección. Me convenzo a mí misma de que si continúo gimiendo y afeitándome y riendo y viniéndome, nunca te irás. Te lo prometo, siempre querré coger si mi estómago es plano y mi coño suave.
2Celia Blanco, “El placer femenino del siglo XXI”, en El País, 14 de noviembre de 2020.
3 Hazlo cremoso, hazme gritar. / En público, haz una escena. / No cocino, no limpio, / pero déjame decirte cómo obtuve este anillo”.
4 Luis Alfonso Díaz-Martínez, “La contextualización histórica y social de la remoción del vello púbico femenino”, en Revista Colombiana de Obstetricia y Ginecología, vol. 64, núm. 4, octubre-diciembre 2013, p. 453.
5 Ibidem, p. 454.
6 Mariángeles García, “Arte depilado: el vello femenino en las representaciones artísticas de la historia”, en Yorokubu, 10 de noviembre de 2019.
7 Luis Alfonso Díaz-Martínez, Idem.
8 Mariángeles García, Idem.
9 Paula Corroto, “Manifiesto antidepilación: Se nos califica de feministas, lesbianas y malfolladas”, en El Confidencial, 7 de noviembre de 2020.
Fuente: Unam (punto de partida)
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