La adición más reciente, la novela La casa de los hilos rotos (Destino), de Angélica Morales, recrea desde la ficción la vida de Otti Berger, una artista asesinada en Auschwitz en 1944, que llegó a hacerse cargo del taller de textil de la Bauhaus durante su etapa en Dessau (la escuela nació en 1919 en Weimar, se trasladó en 1925 a Dessau y tuvo su última sede en Berlín antes de que los nazis la clausuraran en 1933). El año pasado, la autora Dakota Hernández publicó el libro ilustrado Womanhaus (Bululú), donde compendia la historia de la Bauhaus y las biografías de algunas de aquellas creadoras. La profesora de la Universidad de Sevilla Marisa Vadillo publicó en 2021 el tercero de los libros surgidos de su tesis doctoral en torno a las mujeres de la escuela, Las alumnas de la Bauhaus (Berenice) —los otros dos son Las diseñadoras de la Bauhaus (Cántico) y Otra mirada: las fotógrafas de la Bauhaus, editado por las universidades de Córdoba y Sevilla—. Y aún se sigue reeditando el libro de 2015 de la profesora de la Universidad de Alcalá Josenia Hervás, que también realizó su tesis doctoral sobre estas artistas, Las mujeres de la Bauhaus (Viaf).
Al frente, Otti Berger, artista textil, estudiante y luego profesora de la Bauhaus, y Lis Beyer, también del taller textil, en una barca en el río Elbe en 1927. |BAUHAUS-ARCHIVE, BERLÍN
Con historias que conjugan imágenes tan poderosas como la pulsión creativa y la liberación de la mujer en un contexto histórico incomparablemente intenso y demoledor como el de la primera mitad del siglo XX, parece mentira que la ficción no se haya fijado más en las biografías de aquellas mujeres pioneras que contribuyeron a modelar la vanguardia artística mundial. “Es increíble que todavía estemos en esa prehistoria”, concede Angélica Morales, que para su novela tuvo que inventar casi toda la trayectoria vital de Otti Berger, dado que apenas han trascendido datos personales. “Su obra sí que está patentada, pero se conocen muy pocos datos de su vida privada”, certifica la autora. “Ella fue la primera mujer en Alemania en patentar un textil y llegó a ser famosa fuera de aquel país: recibió encargos de Londres, de Suiza, salía en las revistas de la época y representó a Croacia en la Exposición Universal de París con una pintura”. Siendo mujer y, además, como resalta Morales, “artista, comunista, judía y sorda”, que Berger llegara a ser profesora (aunque de manera extraoficial) en la Bauhaus supone un logro que por sí solo ya merece una novela. “Pero hay muchas otras mujeres, como Gunta Stöltz [una de las tres profesoras oficiales de la Bauhaus junto a Lilly Reich y Gertrud Grunow], que también tienen otros cuantos libros”, se ríe la escritora.
Cuando Marisa Vadillo comenzó su tesis doctoral en 2002, suponía que al visitar los archivos de la Bauhaus se encontraría con “tres chicas” a las que estudiar. “Cuál fue mi sorpresa cuando vi que eran casi el 50% de la escuela”, recuerda la profesora. Con el arquitecto Walter Gropius como primer director (le sucederían en el cargo Hannes Meyer y, después, Mies van der Rohe) se abrieron las puertas para que las mujeres entraran a estudiar en la Bauhaus. Lo que no se esperaba es que estas se matricularan en tromba, una respuesta tan masiva que acabó provocando reticencias. “La política de género no estuvo al mismo nivel de osadía que la labor artística y pedagógica de la escuela”, remarca Vadillo.
Una de las consecuencias de aquella falta de visión fue que, sobre todo en los comienzos del proyecto, a muchas mujeres se las invitó, por así decirlo, a participar en el taller de textil de la escuela, por la asociación de los tejidos con la idea de lo femenino. “Una aportación fundamental de la Bauhaus fue el curso preliminar (Vorkurs) de seis meses en el que se estudiaban distintas materias”, explica Vadillo. “El curso era excluyente, y un consejo decidía a qué taller acabarían yendo los alumnos”. A pesar de que buena parte de las mujeres terminó en los telares (no todas), muchas acudieron como oyentes a otras clases, ampliando así su formación. Por otro lado, el taller de textil se confirmaría como el más exitoso de la escuela: sobrevivió a los muchos cambios y, al final, se demostró el más rentable de todos. “No hay que olvidar que recibieron clases de artistas de primer nivel como Klee y Kandinsky”, agrega la profesora. “Estas mujeres fueron cien por cien Bauhaus”.
Habitación para los niños de la casa Haus am Horn, con los muebles diseñados por Alma Buscher.
De las artistas textiles, algunas llegaron a gozar de un reconocimiento temprano. Anni Albers, quizá la más conocida de las mujeres de la Bauhaus, protagonizó en 1949 una exposición individual en el MoMA de Nueva York. Otras despuntaron en diversos campos: por ejemplo, Gertrud Arndt y Florence Henri fueron reconocidas fotógrafas y Marianne Brandt y Alma Buscher destacaron como diseñadoras (esta última inventó los juegos de bloques de colores para niños, y la primera fue también pintora y escultora). Como arquitecta de formación, a Josenia Hervás le interesaba investigar a sus predecesoras. De ahí nació su tesis doctoral, con la que averiguó que cinco mujeres de la Bauhaus lograron graduarse como arquitectas, una de ellas como arquitecta de interiores. Ella se concentró especialmente en tres: la mencionada Alma Buscher (muchas eran artistas multidisciplinares), Friedl Dicker y Wera Meyer-Waldeck. “Empecé a recopilar información en el año 97-98, pero por el embarazo, el trabajo… lo dejé y lo volví a recuperar en 2009″, recuerda. Para entonces, pensaba, ya se habría escrito todo sobre aquellas mujeres. “Pero me doy cuenta de que no se había avanzado mucho”. Tanto fue así que para 2017, cuando se celebró en Fráncfort una exposición sobre pioneras de la arquitectura (Frau Architekt), el Museo Alemán de Arquitectura la contactó a ella para aportar información sobre aquellas profesionales. “Imagínate, es como llamar a un torero japonés”, bromea. “Pero yo era la única que se había interesado por estas personas”.
Inaugurada justo después de la I Guerra Mundial, la Bauhaus recibió a muchos alumnos que habían luchado en el frente, así como alumnas que participaron como voluntarias de la Cruz Roja. En un periodo de dolor y miseria, la vanguardia y el idealismo de aquel proyecto se abrieron paso contra los elementos. “Es importante entender el contexto de la época”, apunta Dakota Hernández. “Debido a la guerra, las mujeres se incorporaron en masa al mercado de trabajo y eso afectó enormemente a la sociedad, dado que la mujer cobró importancia en la vida pública”. Dentro de aquella escuela vibrante, pero en un mundo impregnado de machismo, las mujeres de la Bauhaus fueron un ejemplo de modernidad y rupturismo. “A medida que evoluciona la escuela, evoluciona la mentalidad con respecto a ellas, porque su trabajo las pone en valor”, agrega Hernández. “El legado que nos han dejado aquellas mujeres es su arte y también haber participado en una escuela que marcó un antes y un después en el mundo del diseño”, apunta la ilustradora. Un experimento, como agrega Vadillo, que supuso “la última escuela humanista del mundo”, un plan maestro e inolvidable (como demuestra el proyecto de la Comisión Europea de la Nueva Bauhaus) para fusionar el arte y la vida.