Para bien o para mal siento como se me acelera el corazón y mi cuerpo se petrifica cuando un hombre sentado frente a mí está rojo de la ira y tiene los ojos bien abiertos mientras grita lo injusta que es la vida para él.
Siento cómo el aire dentro de mi tórax no me alcanza para formular las palabras que quiero organizar y, posteriormente articular para manifestar lo que pienso; no puedo sentir porque estoy en una situación de supervivencia.
Para bien o para mal siento un relámpago de luz que recorre todo mi brazo derecho hasta llegar a mi corazón, ida y vuelta en circulo y luego da vueltas en mi estómago, cuando una chica me toma de la mano.
Automáticamente contengo la respiración y pongo una cara de poker para no manifestar mi frenesí, porque no sé con qué intenciones se da este contacto físico; no quiero incomodar, no quiero sentirme equivocada.
Para bien o para mal siento que mi cuello y mi espalda alta no se acomodan ni a la almohada, ni a la cama en donde duermo, solo puedo conciliar el sueño boca abajo y después de mucho tiempo de intentarlo.
El cuerpo lo sabe
Cada noche recuerdo que debo ir a que me den un masaje para solucionarlo y al mismo tiempo, sé cual es la razón emocional por la que me sucede: mi consuelo es que tarde o temprano pasará.
Para bien o para mal siento cómo me palpita el corazón de los nervios al contarle a mi amiga, de alguien quien me llama la atención; le doy todos los detalles posibles para que me ayude a descifrar los mensajes ocultos en la interacción.
Mis pensamiento se nublan y no puedo fijar la vista en ningún lado, me toco la cara frenéticamente como inútil intento de autorregularme: hay una tenue luz en mi pecho que está a la espera de agrandarse cuando mi amiga me da el visto bueno.
Al recibir lo contrario para bien o para mal, siento cómo la emoción se transforma de luz a pesadez, siento la cara tensa y me aguanto las ganas de llorar porque no quiero darle tanta importancia y me siento avergonzada de haber imaginado algo más.
Para bien o para mal me siento preocupada de tener tantos gastos por las fechas navideñas y por el viaje que próximamente haré a Cancún. Tengo el dinero suficiente pero tuve gastos sin contemplar y me di cuenta que aunque necesito desconectarme del trabajo, volver no es tan fácil como parece.
No trabajar implicó cortar el flujo de dinero y eso me provoca angustia aunque me aferro al dicho “el dinero va y viene”. Sé que es verdad, pero ¡He gastado demasiado!
Tiempo para sanar
Para bien o para mal, tardé más del cuádruple de tiempo en reponerme de mi última ruptura amorosa, mucho más de lo que duró la relación, en parte porque creí que ella estaba muy segura de lo que hacía, en parte porque hace mucho tiempo no me animaba a confiar así, pero nunca me volvió a hablar y eso implicó replantearme todo.
Muchas veces no me gusta sentir. Cuando era adolescente descubrí que si aguantaba la respiración dejaba de sentir y ahora lo hago de manera automática cuando me gusta alguien, cuando siento angustia, enojo y a veces tristeza.
Pasado el tiempo me di cuenta que al evadir las emociones incómodas, también dejé de sentir el resto de las emociones y me desconecté de lo que me hacía sentido pero me juzgué por no adaptarme a lo que la gente
espera de mí, por dejar de ser tan alegre como lo solía ser en años anteriores.
Para bien o para mal es imposible dejar de sentir, porque tal vez dejé de enojarme pero comencé a sentir ansiedad, mi autoestima disminuyó, comencé a dormir mal; muchas veces no quiero sentirme atraída por nadie, pero solo me vuelvo torpe y aún así me descubro con
intenciones de rogar por un beso y un abrazo.
No voy a romantizar las emociones pero estoy en el proceso de respetarlas porque son una parte de mi, a veces placentera, a veces tortuosa.
Renegar no resuelve, renegar me impide fluir y cuando no fluyo sufro, por eso decido sentir.