Por Isabel Jiménez Moya
En un par de meses nos toca votar y hay unos cuantos partidos a elegir, de muy distintos signos. Pero todos coinciden en una cosa. Sus líderes y cabezas de lista son hombres. Lo normal. Lo de siempre. ¿Cómo ha podido ocurrir si hay quien asegura que vivimos en la dictadura del feminazismo?. Dicen que las mujeres nos hemos pasado de rosca y más que feminismo estamos abanderando un hembrismo que menoscaba la masculinidad del macho ibérico, abocándolo a la extinción como al lince. Está nuestro espécimen que no se halla. Que ya no le dejan ni soltar un piropo ni pellizcar una nalga, que así no merece la pena ni ser hombre, ni ser español.
Hay una corriente ahora que victimiza a los varones, que los da por perseguidos y asediados. Puede que algunos estén confusos y unos cuantos se vean perdidos sin saber si tirar de los recursos clásicos del ligoteo les va a venir bien o mal, pero dudo mucho que los bares estén llenos de inquisidoras acusando de agresión machista a los que se creen con derecho a ponerse pesados. No creo que hayamos evolucionado tanto.
Por desgracia, la realidad sigue jugando en contra de las mujeres, por mucho que se empeñen algunos hombres en su victimismo. Nos siguen matando a nosotras, nos siguen violando, nos siguen maltratando, nos siguen ninguneando en los trabajos, nos siguen dejando fuera de los grandes puestos de responsabilidad profesional y política, nos siguen cargando con toda la logística de la casa y de los hijos, menospreciando esa valiosísima tarea.
Este viernes fue el 8-M, el Día de la Mujer, y las feministas tenemos claro que, aunque se haya avanzado mucho, todavía nos queda para conseguir lo que perseguimos: la igualdad. Y sabemos —por mucho que repitan lo contrario— que no promovemos ni buscamos el desamparo masculino, la desprotección de los hombres que proclaman algunos apocalípticos. Los hombres no son víctimas más que, a lo sumo, de su propia incomprensión del nuevo mundo que estamos construyendo entre todos. A algunos les costará más que a otros adaptarse. Y sí, es posible que el macho ibérico no supere el reto evolutivo. Le pondremos en un museo, junto a los dinosaurios.
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Fuente: El País