En 1854 apareció en el país el primer periódico hecho por y para las mujeres. Se trataba del Álbum de Señoritas. Periódico de Literatura, Modas, Bellas Artes y Teatros.
Que el nombre no engañe. Lejos de cubrir solo temas relacionados con el entretenimiento, la publicación tenía un propósito: «emanciparlas de las preocupaciones torpes y añejas que les prohibían hasta hoy hacer uso de su inteligencia, enajenando su libertad y hasta su conciencia a autoridades arbitrarias».
Su autora, Juana Manso, fue tildada de «loca» por los sectores dominantes de la sociedad. Aun así —con todas las puertas cerradas— se convirtió en una pionera de las reivindicaciones feministas.
Supo hacerse lugar en el debate público. Trabajó como periodista, crítica de espectáculos, guionista y escritora. Defendió el derecho de las mujeres a la independencia económica. Fue una educadora visionaria, admirada por José Mármol y Domingo Faustino Sarmiento. Dirigió la primera escuela mixta del país y fomentó la institución de bibliotecas populares. Se peleó con las «damas de sociedad», los funcionarios e incluso enfrentó al clero católico. En el bicentenario de su nacimiento, Clarín repasa este legado imborrable.
La libertad como bandera
Juana nació hace 200 años, el 26 de junio de 1819, solo tres años después de la declaración de Independencia. Las disputas políticas entre unitarios y federales marcaron la vida de su familia, que debió exiliarse por la persecución del gobierno rosista. En Montevideo y, luego, en Río de Janeiro, Juana redactó sus primeras obras y tomó contacto con intelectuales expatriados.
En 1852, fundó el primer periódico feminista de Latinoamérica: el Journal das Senhoas. Modas, Literatura, Bellas Artes, Teatros e Critica. Dos años después, su esposo la abandonó. Con Rosas afuera del poder y dos niñas a su cargo, Juana decidió volver a Buenos Aires.
Señoritas emancipadas
Empezaba 1854. La Confederación (que agrupaba a distintas provincias) y el Estado de Buenos Aires estaban confrontados; y solo ocupaban una fracción del mapa actual.
Argentina —como la conocemos hoy— era todavía un proyecto y Juana Manso tenía una certeza: las mujeres no se podían quedar afuera. El primer día de enero, tras la experiencia brasileña, lanzó a las calles su Álbum de señoritas. «Todos mis esfuerzos serán consagrados a la ilustración de mis compatriotas«, escribía en el primer número.
En un artículo titulado «Emancipación moral de la mujer» cuestionó la tutela patriarcal de las familias y se rebeló contra aquellos que relegaban a la mujer únicamente al papel de madre.
«Con un tutor perpetuo que a veces es[tá] lleno de vicios y de estupidez, la mujer tiene que bajar la cabeza sin murmurar (…). ¿Por qué se ahoga su corazón desde los más tiernos años (…) repitiéndole: no te perteneces a ti misma, eres cosa y no mujer? Por qué reducirla al estado de la hembra cuya única misión es perpetuar la raza?». Sus preguntas adelantaban los reclamos feministas hasta el día de hoy.
Luego de ocho semanas, el Álbum dejó de salir. En las últimas ediciones, Juana volcó toda su decepción. Ofreció dar clases particulares de idiomas para solventar gastos y dejó asentado que «la clase ilustrada» no la ayudaba. A sus lectoras, en cambio, les agradecía la protección; y se despidió de ellas deseando que otra continúe su tarea.
Sarmiento y Manso, con la pluma y la palabra
En la época de Juana, más de un 80% de la gente era analfabeta. Por eso, una de sus preocupaciones centrales fue la creación de escuelas públicas. Este objetivo la cruzó con otro abanderado de la educación: Domingo Faustino Sarmiento.
Presentados por un amigo en común —el poeta José Mármol—, cultivaron una relación de cariño y trabajo, constatable a través de sus cartas. Una biógrafa de Juana sostuvo hace casi cien años que, aunque muchos veían en ella una seguidora del padre del aula… él «fue a la zaga de aquella en numerosos puntos en que se mostró menos convencido (…), a las veces, menos preocupado». «Ambos gozaban, de manos de la naturaleza, aptitudes temperamentales idénticas para emplazar el ariete demoledor del oscurantismo«, remataba.
En 1858, Sarmiento creó una escuela para ambos sexos y colocó a Juana al frente. Las damas de la Sociedad de Beneficencia, quienes se ocupaban hasta el momento de la educación de las niñas, se escandalizaron. Años más tarde, la obligaron a renunciar al puesto.
Desde 1865 —y hasta su muerte— la educadora dirigió los Anales de la Educación Común, también impulsados por el sanjuanino. Y unos años antes, las escuelas comenzaron a usar un manual didáctico con su firma, que impresionó al mismo Bartolomé Mitre.
Como reflejo de los prejuicios misóginos de la época, pero también de la admiración por su amiga y colega, Sarmiento escribió: «La Manso (…) fue el único hombre en tres o cuatro millones de habitantes en Chile y Argentina que comprendiese mi obra de educación y (…) pusiese el hombro al edificio que veía desplomarse. ¿Era una mujer?«.
Juana Paula Manso fue una precursora. Por sus ideas, por cómo las llevó adelante (a través de la prensa y la política) y por la época histórica en la que vivió (plena organización nacional). El suyo es uno de los pocos nombres propios de mujeres combativas, largamente silenciados, que conocemos del período. «Solo enmudeceré para combatir la injusticia cuando deje de existir o la fuerza me lo vede», afirmó en una ocasión. Murió en 1875, un mes antes de cumplir los 56 años, abriendo el camino a las que vendrían detrás.
«La emancipación moral de la mujer es considerada por la vulgaridad como el apocalipsis del siglo. Los unos corren al diccionario y exclaman:
¡Ya no hay autoridad paterna! ¡Adiós despotismo marital! (…) Llegará un día en que el código de los pueblos garantizará a la mujer los derechos de su libertad y de su inteligencia. La humanidad no puede ser retrógrada.» (Juana Manso, 1819-1853).
Fuente: Clarín