El 2 de agosto de 1880, Nace en San Francisco de Macorís, Mercedes Mota, Notable Educadora y Escritora Dominicana.
Mercedes Mota. Maestra: Brillante maestra y escritora Dominicana, decidida luchadora por la superación femenina, a temprana edad se inició en el magisterio, a los catorce años, realizando sus aspiraciones con valentía e integridad. Mujer sola, soltera, en una sociedad de discriminación y mentes estrechas, cumplió su acariciado anhelo de conocer el mundo contando sólo con el excepcional valor de su espíritu resuelto y la escasa economía de sus años en las aulas de las puertoplateñas. Desde temprana edad soñaba con viajar a Europa donde viajó y vivió por algunos meses en París. La historia que aprendió en la escuela se tornó en cosa real, viviente, en patética lección que ningún maestro será capaz de ofrecer, por culto y elocuente que él sea”, contaba en breve autobiografía que escribió en 1962, dos años antes de que la muerte tronchara las ansias postreras de volver a la Patria.
Su vida, fue trágica, triste, conmovedora, angustiada. Viajó con su madre huérfana y separada del esposo, muy joven aun, responsables de la subsistencia y protección de una pequeña familia, desprovista de recursos económicos, a Puerto Plata, ciudad recordada con gratitud y reminiscencias queridas y tiernas, aunque no fue su ciudad natal.
Mercedes Mota, era hermana de otra excelsa educadora, Antera Mota, fue a los catorce años profesora de la Escuela Superior de Señoritas, al tiempo que estudiaba con los profesores Demetria Betances, hermana del prócer Ramón Emeterio Betances, defensor de la Independencia de Puerto Rico; José Dubeau, Alejandro Llenas, Rogelio Oller, Carlos Simón, Ulpiano Delundé y a la vez que se preparaba y enseñaba, completaba la “mezquina cuota” de la escuela bordando pañuelos. “Imposible sería olvidar el afán para obtener con honradez y decencia las perentorias necesidades de la existencia diaria de ambas maestras las cuales sobrevivían bordando pañuelos hasta la media noche y a la luz de una lámpara de kerosene. Dichos pañuelos debían ser entregados sin tardanza a los empleados belgas de la empresa ferroviaria de Puerto Plata a Santiago. Antera y Mercedes formaban aquel cuadro”.
A la muerte de Antera, la desolación se apoderó de la hermana menor, en 1916, ya que esta, había sido madre y tutora de la inquieta joven que a los quince años publicaba profundos artículos acogidos con entusiasmo por la intelectualidad nacional. “Tan tremendo golpe la anonadó… La vida apareció ante sí sin valor ninguno…” Siguió el ejercicio de su vocación y se hizo cargo de la educación de los hijos de su hermana Antera. Sus publicaciones y reclamos por los derechos de la mujer le obtuvieron reconocimientos. Representó a la República en Buffalo y en época tan remota como mediados del siglo antepasado disertó en la Sociedad Internacional de Mujeres Feministas leyendo un valiente trabajo dando a conocer la condición cultural de las dominicanas, en el que lamentaba el deplorable estado en que se encontraba, desde la colonia: “confinada en el estrecho círculo del hogar, exenta de ambiciones, escasa de cultura intelectual, entregada a las devociones religiosas y a las tareas caseras, sin participación en los asuntos públicos.
Humilde, sencilla, indiferente a todo lo que no fuese la educación cristiana y los cuidados del hogar: en ese estado deplorable permaneció durante siglos la mujer dominicana”. En 1919, se ausenta del país acompañada de sus sobrinos en busca de salud física y moral hacia Estados Unidos, contando tan solo con treinta y ocho años de edad y sin ayuda alguna. Pero el valor, y las fuerzas espirituales, no le faltaban”. Desde allí recorrió Italia, España, Inglaterra, Alemania, Bélgica, Suiza, pero quedó deslumbrada por el encanto del alma de París donde compartió con el ex presidente Carlos Morales Languasco, entonces embajador dominicano ante varias naciones europeas, Rubén Darío, “en extrema decadencia mental, una verdadera ruina humana”, Vargas Vila, Rufino Blanco Fombona, los hermanos García Calderón, Alejandro Sux, y los dominicanos, doctores Betances, Julio Piñeyro, José Dolores Alfonseca, Américo Lugo, Tulio Cestero… “La colonia hispanoamericana residente o transeúnte allí por ese tiempo, era en verdad, de gente selecta, brillante. Gente de alta alcurnia intelectual y social. Poetas, novelistas, periodistas, diplomáticos, algunos exilados, víctimas de las corrientes dictaduras”. Pero también se codeó con gobernantes e intelectuales parisinos. Nacida el dos de agosto de 1880, su precocidad, según Max Henríquez Ureña, era asombrosa. “Tenía verdadero don magisterial y sabía ganarse el cariño de sus discípulos… Rehuía el bullicio y se enfrascaba en la lectura”. En 1904 dirigió la Escuela de Varones Número Uno y tres años después volvió a ser profesora de la Escuela Superior de Señoritas que dirigió al desaparecer su hermana Antera. Contribuyó a la fundación del Liceo de Puerto Plata, creó y presidió la Sociedad Patriótica Rosa Duarte y fue presidenta y secretaria del Club de Damas de Puerto Plata y del Comité de Damas de Nueva York donde pasó sus últimos años donde una cruel lesión cardiaca le afectaba desde hacía años la cual le impidió volver a la República Dominicana.
Fuente: MIRD