Violencia machista que no se reconoce como tal, fratría y protección entre integrantes en los grupos de WhatsApp macho
María López Villodres.- Lo vimos con el caso de la Manada, que recibe el apelativo precisamente por un grupo de WhatsApp que cuatro de los cinco violadores integraban con ese nombre. En él, mensajes y vídeos de la agresión sexual de sanfermines y de los supuestos abusos sexuales que esos mismos cuatro (José Ángel Prenda, Alfonso Jesús Cabezuelo, Jesús Escudero y Antonio Manuel Guerrero) habrían ejercido sobre una chica en Pozoblanco dos meses antes. ‘El Prenda’ los comparte jactándose en otros chats (‘Peligro’ y ‘Disfrutones SFC’), donde al recibirlos nadie los critica o denuncia. Al revés, lo jalean.
Con el suicidio de V., la trabajadora de Iveco, se hizo de nuevo evidente. Su derecho a la intimidad y su dignidad fueron atentados con la difusión sin permiso de vídeos de contenido sexual en los que aparecía. Muchos de sus compañeros de trabajo lo compartirían a través de WhatsApp sin pudor. La situación de acoso se prolongó durante días llevándola al colapso.
Otro caso mediático de estos tintes fue el del senador mexicano Ismael Cabeza de Vaca. Chateaba desde su escaño, y a la vista de todos, cuando recibió una fotografía de una chica en un grupo (‘Three Amigos’) a la que, en plena conversación entre colegas, tilda de prostituta sin inmutarse –ella, que no le conocía personalmente, se identificó al reconocerse en la imagen negándolo–. Tras el escándalo público, Cabeza de Vaca escribió un tuit admitiendo la misoginia de sus actos y justificándolo como “broma inapropiada”.
Tres historias que sirven para esbozar la dinámica de estos grupos de WhatsApp macho, integrados principalmente por hombres cis hetero, en los que sus actuaciones van desde enviar un meme o chiste de corte machista a compartir el vídeo de una agresión sexual. “Tendemos a englobar estas situaciones y a nombrarlas con palabras que se refieren exclusivamente al ámbito de las nuevas tecnologías y la seguridad. Hablar de ciberacoso, por ejemplo en el caso de Iveco, es insuficiente. Sería más correcto llamarlo ciberacoso machista, sexista”, cuenta a S Moda Estibaliz Linares, profesora de Trabajo Social en la Universidad de Deusto y autora del estudio Tercera brecha de género en la adolescencia, publicado por la Federación Española de Sociología. “Se trata de situaciones totalmente verticales en las que, como demuestran estos ejemplos, la corporalidad de la mujer está totalmente cosificada”, explica por teléfono. Rescatando un estudio del Gobierno vasco en 2013 que cita a su vez en su estudio, Linares expone: “Las chicas son más insultadas por las redes sociales. Son más denigradas por su imagen corporal y acosadas sexualmente. Se crea una violencia específicamente contra las chicas, como es el envío de fotos de ellas o el acoso sexual”.
Otro estudio de la Universidad de Alicante, titulado Machismo a golpe de WhatsApp, recogía que el 7,7% de los jóvenes encuestados afirma recibir mensajes sexistas a través de WhatsApp “a menudo” y el 8,6% “algunas veces”. Pero este comportamiento, que se atribuye a los más jóvenes por aquello de que han nacido con un smartphone bajo el brazo, no es más que una conducta sistémica que se manifiesta ahora también a través de la tecnología. “Pasa de igual forma con los adultos. Llega por ejemplo la Navidad y a nadie le sorprende recibir en estos chats una imagen de felicitación con una chica en actitud sensual y algún comentario jocoso al respecto. Es un ejemplo muy claro de cómo esos contenidos están totalmente normalizados”, apunta Estibaliz Linares.
¿Por qué se sigue banalizando lo que ocurre en Internet?
Iñaki Lajud Alastrúe de Masculinidades Beta, psicólogo especializado en violencia de género y trabajo con hombres que han ejercido violencia, explica a S Moda que “hoy en día, pegar y agredir sexualmente sí está generalmente aceptado como violencia, pero si bajamos a otro niveles de violencia más sutiles que sustentan y alimentan estas otras, hay menor conciencia y no se las denomina como tal”. Parte del problema, dice, tiene que ver con la distancia que marca la pantalla. Quien lo envía se siente “más anónimo” y al no ver a la persona o colectivo al que se ataca, “no vemos el daño real y las consecuencias que implica para la vida de esas personas”. Sin embargo, el alcance que permiten las redes aumenta la difusión y multiplica el daño. “Además, el hecho dañino (comentario, fotos, vídeo, meme) permanece ahí. Una vez que un contenido se envía por WhatsApp a un grupo o contacto, pierdes el control de lo que pasa con él. Como no es tan fácil señalar su origen, muchos se protegen en el ‘no es mi culpa’, diluyéndose así la responsabilidad”.
‘Camaradería masculina’
En estos chats grupales que son una suerte de fratría se premian los valores tradicionalmente asociados a la masculinidad hegemónica. Mucho sexo e “intentar estar con el mayor número de chicas”, apunta Estibaliz Linares, como forma de validarse de cara al grupo y ganar su aceptación, también en WhatsApp. “Esa necesidad de pertenencia es una de las principales características de la adolescencia, se toman incluso decisiones impulsadas por la necesidad de formar parte de ellos”.
Un ejemplo claro lo dejan las fraternidades estadounidenses. El retrato que se hizo de ellas el año pasado a raíz del caso Kavanaugh, acusado por tres mujeres distintas de haber abusado de ellas durante sus años de universidad, ponía sobre la mesa la cultura de exceso y violencia en grupo que se fragua en ellas –esta serie de fotos de Andrew Moisey publicada entonces ilustra cómo son por dentro– bajo la clave del ‘lo que pase aquí, aquí se queda’. Jessica Valenti recogía en The Guardian que los miembros de estas violan hasta un 300% más. Aquí, a pesar de no tener tradición de estas fraternidades, las alarmas saltan cuando, tras el caso de la Manada de sanfermines, otros grupos de chicos, como los acusados por los presuntos abusos sexuales en Manresa han adoptado para sí mismos el término ‘manada’ para apelar a esta forma de actuación violenta grupal –según el relato de la víctima estaríamos ante otro grupo de violadores que habría actuado además de forma múltiple y por turnos–.
¿Qué pasa cuando se diside? “Ese enorme sentimiento de camaradería masculina implica que, por ser parte de un grupo de hombres, tienes un lugar de pertenencia e implícitamente se espera que se protejan entre ellos”, explica Lajud Alastrúe. “Pasa con los equipos de fútbol y los colegas con lo que te vas a tomar algo. Un club de hombres en el que si tú te posicionas en contra te van a excluir y en el que los insultos más habituales son nenaza o maricón“. Lo femenino y lo diverso categorizado como ciudadanía de segunda.
Plantar cara al machismo en tu WhatsApp
“Decidí marcar límite en un grupo de WhatsApp por la despedida de soltero de un familiar en cuanto empezaron a escribir en el grupo que el plan sería ‘ir de putas”, cuenta el psicólogo experto en violencia de género Iñaki Lajud Alastrúe. “Inmediatamente me excluyeron del plan, del grupo, e hicieron uno paralelo cuando traté de exponer mis argumentos”. Las no acciones también cuentan. Dar la callada por respuesta, silenciar el grupo, borrar los vídeos o las fotos, obviando que esos comportamientos están teniendo lugar y a lo que responden, los perpetúa. “El silencio te hace cómplice de esas acciones, lo que no se explica y se deja pasar, se normaliza, se alimenta”, asegura el psicólogo.
Su recomendación es hacerlo a pesar de las dificultades: “Se puede hacer desde muchas actitudes diferentes. Es importante recordar que hay más gente en el grupo que, igual que tú, puede que no se sienten cómodos en el grupo pero que no se atreven a decir nada porque nadie más lo está diciendo. A veces hace falta ese empujón de la iniciativa de un tercero para que los demás den el paso”, cuenta Iñaki.
El problema, como señala a S Moda Azmina Dhrodia, experta investigadora en acoso contra mujeres en Internet que ha dirigió la investigación de Amnistía Internacional Toxic Twitter recuerda que “no todo el mundo se siente capacitado para responder abiertamente a la misoginia y al sexismo, pero es increíblemente importante que los estereotipos de género perjudiciales y negativos sobre las mujeres y las personas LGBTI sean desafiados en cada oportunidad. Cuanto más permitamos como sociedad que estas ideas y percepciones odiosas sobre los grupos marginados florezcan, más difícil será desafiar estas actitudes que perpetúan la discriminación y el hostigamiento contra las mujeres y las personas LGBTI”.
Fuente: SModa