Xiomara Castro, del partido Libertad y Refundación (Libre) ganó las elecciones de Honduras y no solo se convierte en la primera mujer que gobernará el país, sino que también pondrá fin a 12 años de gobierno conservador y devolverá a la izquierda hondureña al poder por primera vez desde que Manuel Zelaya fuera depuesto por un golpe de Estado en 2009.
«Nasry Asfura Zablah, Candidato del PN, acepta la voluntad del pueblo, reconoce la victoria de Libre en alianza, y mi triunfo como Presidenta electa de HN. ¡Gracias!», escribió una exultante Castro en Twitter.
«¡Pueblo, no te voy a fallar! Con mis promesas retornaremos al orden democrático», añadió.
Tras dos días de incertidumbre por el lento recuento de los votos, el candidato oficialista del Partido Nacional, Nasry Asfura, reconoció este martes la derrota y felicitó a Castro.
Ya en la noche del domingo, cuando todo indicaba que su ventaja era amplia, Castro, de 62 años, dijo: «Vamos a formar un gobierno de reconciliación, de paz y de justicia. Vamos a iniciar un proceso para garantizar una democracia participativa, una democracia directa».
Prometió: «Llamaré a un diálogo con todos los sectores de la sociedad hondureña para que podamos utilizar puntos de coincidencia y formar las bases mínimas para un próximo gobierno».
Castro, vestida de rojo y negro, terminó su discurso del domingo con la frase «hasta la victoria siempre», una de las más usadas por la revolución cubana en un contexto en el que sus rivales acusaron a su partido de ser comunista.
Castro se ha mostrado favorable a temas controvertidos como el aborto, que apoya bajo tres condicionantes, así como a una relación más cercana con China en un país que ha estado tradicionalmente ligado a EE.UU. También propuso legalizar un aborto de mínimos y extender los programas sociales.
Los pactos clave
En su lucha por sacar al oficialismo de la Casa Presidencial, Castro pactó con la Unión Nacional Opositora de Honduras (Unoh), liderada por Salvador Nasralla, con quien en octubre hizo una alianza para la fórmula presidencial, así como con otros partidos y candidatos que finalmente le dieron su apoyo.
Durante la campaña Castro propuso una «refundación del país», con un programa de gobierno que se propone reformar varias leyes del mandato anterior e incluso planteó convocar a una Asamblea Constituyente para modificar la Carta Magna hondureña.
Al dirigirse a sus simpatizantes el domingo por la noche, aseguró que su victoria supone terminar con «la corrupción, el narcotráfico y los escuadrones de la muerte». Y añadió que no fallará «a las mujeres» y que exigirá respeto para ellas, «así como lo que más quieren las mujeres: los hijos y la infancia».
Asimismo, prometió derogar la Ley Orgánica de las Zonas Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE), aprobada en mayo de este año y que establece zonas del territorio nacional sujetas a un «régimen especial» en las que los inversionistas están a cargo de la política fiscal, de seguridad y de resolución de conflictos, entre otras competencias.
«Para generar empleo y desarrollo en el país, no necesitamos vender nuestra soberanía. Vamos a generar esa esperanza que el pueblo demanda», dijo durante la campaña.
Tomará las riendas del gobierno en un momento difícil para la nación, sacudida por la pandemia de coronavirus, una migración masiva y los efectos de varios desastres naturales.
Además, el Partido Nacional (PN), del saliente mandatario Juan Orlando Hernández, ha estado en el centro de varias denuncias de tráfico de drogas y corrupción, algo que él niega. De hecho, su hermano fue condenado a cadena perpetua este año en Estados Unidos por narcotráfico y él mismo corre el riesgo de ser extraditado y sometido a juicio en ese país por el mismo motivo tras dejar el cargo.
La dupla Castro-Zelaya
Xiomara Castro nació en 1959 en una familia de hacendados. A los 16 años se casó con su primo, Manuel Zelaya, y ambos se instalaron en la región de Olancho donde tuvieron cinco hijos. Se graduó en licenciatura en administración de empresas en la universidad.
Su nombre comenzó a sonar a nivel nacional a la par del de su esposo, quien llegó al gobierno presentándose inicialmente como un candidato de centro-derecha del Partido Liberal (PLH) y que luego hizo un viraje más hacia la izquierda.
En 2005, en el marco de la campaña presidencial de su esposo, tuvo su primera incursión en la actividad política organizando la rama femenina del Partido Liberal de Honduras en la región de Catacamas. Y luego de que Zelaya se lanzara a la presidencia, realizó varias campañas en favor de su esposo.
Tras varios meses de crisis política entre los diferentes poderes y tras un intento de realizar una consulta para cambiar la Constitución, que fue declarada ilegal, en julio de 2009, en medio de la noche, Zelaya fue depuesto por un grupo de miliares apoyados por el Congreso. Asaltaron su casa y lo enviaron en pijama en un vuelo a Costa Rica.
El activismo político de Castro ocupó titulares en la prensa internacional cuando, tras el golpe de Estado, protagonizó una marcha en Tegucigalpa para pedir la restitución de su marido en el cargo.
Se convirtió así en uno de los rostros más visibles del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), que buscaba traer de vuelta al poder a Zelaya.
Fue entonces cuando comenzó a acumular un mayor número de seguidores y también de oponentes.
Desde ese momento, comenzó a ser vista como una figura política a tener en cuenta en un país en el que tradicionalmente el poder ha recaído en hombres.
Camino a la presidencia
Tres años más tarde, en julio de 2012, lanzó su primera candidatura presidencial por el Partido Libre.
En aquella oportunidad perdió las elecciones ante el actual mandatario saliente, Juan Orlando Hernández, quien repitió en el cargo cuando Castro se presentó de nuevo a las urnas como compañera de fórmula de Nasralla en 2017.
Inicialmente, se había presentado por Libre para los comicios de hace cuatro años, pero luego decidió aliarse con el candidato opositor en unas elecciones que estuvieron marcadas no solo por el cuestionamiento de los resultados o el estrecho margen que le dio la victoria a Hernández.
La reelección no está permitida por la Constitución hondureña, pero el Tribunal Constitucional dio luz verde a Hernández para postularse a un segundo mandato.
Desde entonces, Castro se volvió una de las más duras críticas del actual gobierno, al que señala de haberse convertido en una «dictadura» y en una «clase corrupta». Hernández está señalado por narcotráfico en Estados Unidos.
A inicios de este año, Castro lanzó nuevamente su candidatura luego de haber anunciado a finales de 2020 sus aspiraciones a la presidencia.
A diferencia de otros candidatos, nunca fue asociada a casos de corrupción, aunque su esposo sí fue señalado durante su gobierno, algo que él siempre negó.
Ahora en el poder, sus desafíos trascienden los problemas políticos y económicos, y los desastres climáticos de los últimos años.
Honduras es una de las naciones más empobrecidas y violentas del continente, con un alto índice criminal y con una pobreza que afecta a casi el 70% de sus 9,5 millones de habitantes.
Castro asumirá el poder el 27 de enero como la primera mujer en tomar las riendas del país.