El Día Internacional de la Niña es celebración y también denuncia que propicie la reflexión, la acción y la transformación necesarias para el ejercicio pleno de sus derechos.
Rosa Guadalupe Mendoza Zuan, integrante de MUxED. Es investigadora educativa en el Instituto de Investigaciones en Educación la Universidad Veracruzana, es madre de dos niñas y ecofeminista. Coordina el Proyecto CARE México que busca propiciar el aprendizaje situado en escuelas de educación básica poniendo al centro el cuidado de una(o) misma(o), de los seres humanos y no humanos, de la naturaleza.
¿Qué retos enfrentamos en México – tan diverso y desigual – para el ejercicio de los derechos de las niñas? Identifico algunos retos que considero cruciales desde mi ser madre, investigadora educativa y ecofeminista.
Ciudad de México.- Un relato vino a mi mente al pensar hoy en el Día Internacional de la Niña y en las niñas. bell hooks, pedagoga y feminista, narra su experiencia de ser niña afroamericana en los Estados Unidos de América en las décadas de 1950 y 1960 en su libro “Enseñar para transgredir” (2021). Ella relata en retrospectiva su experiencia –determinante en su vida y su legado en la educación crítica y feminista– y alude circunstancias de su vida en un contexto histórico con condiciones estructurales que hacían que el racismo y la discriminación por razones de clase, género, raza, entre otras, fueran asuntos cotidianos y normalizados.
Pero también rememora su determinación por hacer realidad su proyecto de vida, por reflexionar sobre esas condiciones que la obstaculizaban, –pero que buscaba transformar, en gran medida a través de la educación. Relata sentirse capaz de teorizar a partir de su propia experiencia con otras mujeres atravesadas por distintas opresiones.
¿Qué experiencias viven hoy las niñas en el mundo? ¿Qué retos enfrentamos para el ejercicio de sus derechos en un mundo tan diverso y desigual? Sin duda, enfrentamos retos globales, pero también diferenciados. ¿Qué retos tenemos en México hoy?
Compartiré algunos que como investigadora educativa y madre de dos niñas me preocupan enormemente. Lo hago a propósito del Día Internacional de la Niña (11 de octubre) que concibo no sólo como un día de celebración de lo logrado, sino también de una denuncia que propicie la reflexión, la acción y la transformación necesarias para el ejercicio pleno de sus derechos. No se trata del futuro, sino del presente; no se trata de acciones que otras(os) emprendan en distintos niveles, todas las personas debemos sentirnos aludidas y comprometidas.
¿Qué me preocupa?
Que vivimos en un país profundamente patriarcal; vivimos el dominio masculino sobre las mujeres de todas las edades. Vivir en una sociedad patriarcal atraviesa nuestras experiencias cotidianas, nuestros proyectos de vida; pero no nos determina. Podemos “hacerlo caer”, como refiere la consigna feminista. Es fundamental que las niñas imaginen y realicen proyectos de vida – en todas las dimensiones: académica, profesional, familiar, etc. – en el marco de la igualdad de género.
Que el patriarcado como sistema de dominio se expresa a través de prácticas cotidianas que impiden el ejercicio de los derechos de las mujeres y las niñas. Pensemos, por ejemplo, en que históricamente a las mujeres y a las niñas se les ha asignado el rol de cuidadoras. Con la pandemia por el COVID 19, este rol se exacerbó y, a la par, el abandono escolar de las niñas se convirtió en una opción “justificada” en ciertos contextos, vulnerando con ello, su derecho a la educación y a otros derechos igualmente importantes. Es fundamental que las niñas sean cuidadas, y no se les conciba como las únicas destinadas a desarrollar la capacidad de cuidar; todos los seres humanos – sin distinción de género – deberíamos desarrollar el cuidado a una misma, a uno mismo y a las demás personas. Cuidar a las niñas implica construir condiciones para que puedan ejercer sus derechos y vivir los proyectos de vida que han imaginado. Esto supone una cruzada contra las uniones en pareja con carácter forzado y/o precoz, los embarazos en niñas y adolescentes, la violencia intrafamiliar y en todos los ámbitos, el abandono escolar, etc.
Que las niñas son personas vulneradas debido a múltiples variables que van sumándose, además del género y la edad, como pueden ser su lengua materna, adscripción a un pueblo indígena, clase social, religión, nacionalidad y muchas más. Me parece crucial que pensemos en actuar y transformar en clave interseccional, es decir, considerando que las opresiones y la vulneración de los derechos de las niñas por diferentes factores se suman y acentúan; no debemos pensar en las niñas como una abstracción general, sino en la diversidad de niñas y la diversidad de experiencias de ser niña. Pensemos, por ejemplo, en las niñas que migran desde otros países y atraviesan el nuestro en condiciones infrahumanas con la etiqueta de “persona ilegal”, o en niñas que migran dentro de su propio país para trabajar junto a su familia en zonas de agroindustria, vulneradas en sus derechos a la educación, a la alimentación, a la salud, a la seguridad, etc. Pensar en las múltiples experiencias de ser niña nos puede conducir a repensar lo que debemos hacer para transformar esas experiencias y sus vidas.
Que paulatinamente, las niñas podrían convertirse en uno de los grupos más vulnerados por el cambio climático en México. Los efectos se sienten de forma diferenciada en el campo, en la ciudad, en las diferentes regiones del país; se experimentan de forma diferente según la clase social, la edad, el género, etc.
Particularmente, la población rural que realiza actividades relacionadas con agricultura, ganadería y pesca se enfrenta a importantes retos de adaptación, en los que las niñas están siendo particularmente vulneradas.
Por ejemplo, en comunidades rurales e indígenas son ellas y sus madres quienes muy temprano se encargan de recoger leña y agua a grandes distancias por la poca o nula disponibilidad en la cercanía de sus hogares; su salud se ve afectada por el peso que diariamente cargan, aunado a una alimentación que no aporta todos los nutrientes necesarios de acuerdo con su edad. Luego, en la escuela, su desempeño no es el mejor, el que seguramente ellas pudieran lograr si sus condiciones de vida fueran distintas.
Las sequías y los fenómenos hidrometeorológicos afectan la producción de alimentos y esto afectará a los patrones de alimentación de la población en general, y particularmente de las niñas si persisten prácticas como las de priorizar que los hombres se alimenten. El clima está cambiando, y el presente y el futuro de las niñas también. Cada vez será más común observar fehacientemente conflictos y migraciones climáticas, y con ellas, a las niñas como uno de los grupos más vulnerados.
Me preocupa y ocupa que la educación en México deje de ser una educación que sostiene el patriarcado, el androcentrismo, el machismo, los estereotipos de género que limitan y vulneran a las niñas y a las mujeres.
Es preciso entender cómo se sostienen, reflexionar sobre lo que han implicado en la vida de mujeres y niñas, y derribarlos. Reimaginar la educación es una vía crucial. Muchas mujeres, como bell hooks, han contribuido desde sus distintas posiciones en el mundo; pero no se trata solamente de la voluntad individual, sino de una sociedad que se plantee seriamente la construcción de condiciones para una igualdad sustantiva.
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