Por Alicia Hernández
Hasta el siglo XX la Historia la escribieron los hombres, con ellos de protagonistas.
México.- Pero el problema no se quedó ahí, como le dice a BBC Mundo Julia Navarro: además, «han obviado que nosotras también estábamos allí».
Con su último libro, el más personal, la escritora y otrora periodista, nacida en Madrid en 1953, busca realzar a las tantas mujeres que los libros escolares no muestran y cuyos aportes fueron fundamentales para la sociedad.
Pero lo hace con una vuelta de tuerca.
Y es que la autora de “Dime quién soy” o “Dispara, yo ya estoy muerto” aboga, como su último título indica, por “Una historia compartida” (Penguin Random House, 2023) donde ellas son protagonistas, pero cuya vida no puede desvincularse de los hombres que tuvieron alrededor.
Así -en una travesía donde se mezclan sus viajes, lecturas, anécdotas de infancia y de periodista que empezó a ejercer en una España en plena transición democrática- teje un hilo muy personal donde aparecen desde mujeres mitológicas como Medea hasta científicas denostadas del siglo XX, además de matemáticas y, claro, periodistas y escritoras.
Y los hombres que las ayudaron y auparon, o las ensombrecieron y olvidaron.
El libro fue escrito durante la pandemia, cuando el teletrabajo se impuso como la única forma posible de trabajar. Esta modalidad, que llegó para quedarse, conlleva un nuevo riesgo para las mujeres, tal como le dice la autora a BBC Mundo.
Navarro es una de las invitadas al Hay Festival de Cartagena, que se realiza entre el 25 y el 28 de enero. BBC Mundo habló con ella.
¿Cómo fue la selección de estas mujeres?
Este es un libro muy personal que escribí durante la pandemia. Era como una manera de escaparme del encierro, psicológicamente.
En ese momento no me sentía capaz de escribir novelas y este proyecto fue el modo de traspasar las paredes de mi casa y recordar a distintas mujeres que me he ido encontrando a lo largo de mis lecturas y viajes.
Soy consciente de que hay muchas mujeres que no están y deberían, no solo en este libro, sino en los libros de texto en general, pero esta es una selección muy personal.
En los libros hay un déficit importante de mujeres cuyas aportaciones a la humanidad han sido absolutamente imprescindibles. Esta ausencia me parece escandalosa, clamorosa.
Pero decidiste incluir a los hombres que hay alrededor de la vida de estas mujeres. ¿Por qué?
Porque la historia es común, no hay una historia de unos solos. O sea, no hay una historia de hombres, no hay una historia de mujeres. Hemos estado juntos desde el principio de los tiempos.
El problema es que ellos han sido los que han escrito la historia y han obviado que nosotras también estábamos allí.
A mí me parece que no nos podemos explicar los unos y los otros.
¿Cómo se entiende Helena de Troya sin Paris, Medea sin Jasón? No lo voy a hacer, es absolutamente imposible. No es posible, de la misma manera que no se les puede explicar a ellos sin la presencia de ellas.
Todas tenemos padres, hermanos, parejas, hijos… Los hombres han estado permanentemente en nuestras vidas, como nosotras hemos estado permanentemente en las suyas, nos explicamos en relación con los demás.
Y de la misma manera que yo recrimino a ellos que hayan escrito una historia en la que nosotras somos una nota a pie de página, ahora no se trata de hacer lo mismo.
Hace poco, precisamente, se publicó una encuesta en España en la que se destacaba que más de un 44% de hombres creía que con los avances del feminismo ellos sentían que los discriminaban.
Más allá de la encuesta, pienso que los hombres a día de hoy están perplejos.
Lo que les está pasando es que, a lo largo de la historia, ellos han tenido en las manos las riendas de la sociedad y de repente nosotras estamos ahí.
A raíz de los movimientos feministas y, sobre todo, con la sociedad industrial y las guerras mundiales, cuando los hombres van a la guerra y las mujeres tienen que ocupar los puestos de trabajo que ellos ocupaban, ya no queremos volver a casa, lógicamente.
Es tener una presencia pública a la que no están acostumbrados.
Yo soy feminista porque soy demócrata. No puede haber una democracia de calidad en la que la mitad de la población no tenga los mismos derechos y oportunidades que la otra mitad. No se trata de arrebatar el poder a nadie, sino de compartir el espacio en toda la sociedad, desde la casa hasta el consejo de ministros.
Así que están perplejos porque tenían las riendas de la sociedad en sus manos, de la sociedad, de la vida de todos y de repente las tienen que compartir. Y les cuesta.
Ojo, no todos, no se puede hacer una generalización porque muchos hombres lo viven bien. Otros están viviendo una etapa de perplejidad que se les pasará según se vaya afianzando el rol de las mujeres.
Yo creo que hombres y mujeres somos diferentes biológicamente, pero esa diferencia no nos hace desiguales.
En tu caso, te criaste en un ambiente poco común para la época, una casa donde se trataba por igual a chicos y chicas, según muestras en el libro. Y, de todas las figuras masculinas que resaltas, tu tío parece una importante.
Las figuras masculinas que he tenido a mi alrededor han sido figuras muy potentes, que me han enseñado y recalcado la importancia de que fuera independiente, a pensar, a no ponerme cortapisas.
Me ha marcado el no haber visto a los hombres como enemigos. Cuando salgo un poco a la vida me doy cuenta de que lo que viví en mi casa fue una auténtica burbuja y que el rol de hombres y mujeres estaba muy determinado en la sociedad.
Yo no tuve la figura de mi padre. Viví en casa de mis abuelos y el hermano pequeño de mi madre fue realmente como si fuera mi padre, fue fundamental.
Pero también la figura de mis tíos en general, de mi abuelo materno, Jerónimo, que es absolutamente trascendente para mí, porque me transmitió el amor a los libros, su inteligencia a la hora de dirigir mis lecturas me ha ayudado mucho a lo largo de la vida.
Crecí en una casa donde no había prohibiciones, es decir, nunca me dijeron que no podía leer algo porque era mujer o porque no era para mi edad.
Además de “desigualdad” y “mujer”, una de las palabras que más repite en el libro es “poder”.
A las mujeres siempre les han puesto obstáculos para llegar a los centros de poder. Aún hoy no es fácil.
La prueba es que es noticia que una mujer es presidenta. Mientras sea noticia que una mujer es algo, es que todavía no hemos alcanzado esa normalidad de compartir roles sociales con el resto de la humanidad, que son ellos.
Hay varios personajes del libro que me han llamado la atención. Por ejemplo, la historia de la reina-faraón Hatshepsut a la que su sucesor, Tutmosis III, borra del mapa. No sé si pasa hoy algo similar con la cultura de la cancelación.
Lo que hoy está pasando es muchísimo más grave, que es el movimiento “woke”, algo absolutamente reaccionario. Sin duda nace con buenas intenciones, pero se ha convertido en un auténtico monstruo, es un movimiento que quiere imponer.
¿En nombre de quiénes se han erigido de lo que es correcto o no? Me recuerda a la etapa de la iglesia en la que había un índice de libros que se podían leer o no. Atentan contra la libertad de expresión, de creación y casi hasta la libertad de pensamiento. Se han erigido como los dueños de la moral del siglo XXI. Es un movimiento peligroso y profundamente reaccionario.
Y no me cansaré de decirlo, a mí me escandaliza que haya libros que están siendo prohibidos en las universidades porque hay alumnos que se sienten ofendidos en su sensibilidad. Mire usted, la Universidad es un lugar de debate.
Son los nuevos Torquemadas [por Tomás de Torquemada, inquisidor español]. Hace unos años todos nos escandalizamos cuando los talibanes destruyeron unos Budas.. Bueno… pues es que eso es lo que están haciendo.
La libertad es un bien demasiado preciado para dejar que un grupo se haga con el control.
Cada vez la gente tiene más miedo de decir en voz alta lo que piensa, de que los quemen en la plaza pública que es internet. Antes era en las hogueras de la Inquisición, ahora son las hogueras de la red.
Y con esto está empezando a instaurarse la autocensura.
En el libro cuentas cómo a Marie Curie querían impedirle ir a Estocolmo a recibir su segundo Premio Nobel (en 1911, el de Química, por sus investigaciones sobre el radio y sus compuestos) cuando se supo que tenía un amante, el físco Paul Langevin, que era casado. No conocía esa historia.
Es que es fuerte. Y fue Albert Einstein el que la convence y le escribe una carta diciéndole, “mire, a usted no le van a dar el Nobel por su vida privada, le van a dar el Nobel por sus aportaciones a la ciencia, así que usted lo que tiene es que hacer es ir a Estocolmo”.
Y ella le hizo caso.
En buena parte del libro le das la vuelta a las historias, a mitos. Por ejemplo, planteas que Jason nunca es juzgado, pero es igual de culpable que Medea del asesinato de sus hijos, o que Penélope no es una esposa pasiva, sino que gobernó Ítaca. Parece que no solo nos toca visibilizar a las mujeres en la historia y en la literatura, también toca reescribirla.
En el mito de Medea ella es una asesina, pero lo hace en beneficio de Jason y él nunca le dice “oye, no hagas esto”. Él no se mancha las manos, pero no la frena e inicia la locura de amor de Medea.
Entonces, se trata un poco de reflexionar sobre el papel que desempeñan las mujeres.
Pienso, por ejemplo, en Ulises, un tío listísimo. Se va a una guerra en la que está 10 años y tarda otros 10 años en volver. Él se va porque sabe que tiene una mujer que es una gobernante, que tiene las cualidades, la inteligencia, la astucia. Así que también hay que repensar a Penélope y dejar de verla como una señora que se la pasaban tejiendo.
A veces hemos hecho una lectura muy superficial del papel de las mujeres. Entonces yo lo que propongo es: vamos a detenernos y analizar qué hicieron y en qué contexto vivieron.
Recalcas varias veces la idea de cómo nos han silenciado. ¿Nos están haciendo eso a las mujeres en la actualidad?
No así porque ya no permitimos que nos silencien, pero sí hay algo que me parece preocupante, que es el teletrabajo.
A las mujeres nos costó mucho salir de nuestras casas para tener un trabajo y, a través de ese trabajo, tener una vida propia que significaba conocer otras personas fuera del ámbito de la familia.
Con el teletrabajo nos dicen que es fantástico y estupendo, pero nos devuelven a la casa. Y perdemos independencia, porque no nos comunicamos igual por una pantalla.
Mirar en una pantalla no es hablarse a los ojos. Acaba con la creatividad. Es una trampa, porque nos devuelven otra vez a las cuatro paredes de la casa y nos impiden tener una vida.
En el libro haces una mención especial a la nicaragüense Gioconda Belli, exiliada ahora en España.
Es una de las grandes poetas del siglo XX y del siglo XXI, es una mujer en la que toda su poesía es militancia feminista. Es una poeta extraordinaria. Y mira… Todas las dictaduras persiguen siempre a los intelectuales. No hay ninguna dictadura, sea de derechas o de izquierdas, que no persigan a los intelectuales y Gioconda Belli lo es.
Es una mujer perseguida porque defiende la libertad.
No entiendo eso de que te levantes un día y te hayan quitado la nacionalidad. Gioconda Belli es nicaragüense y morirá siendo nicaragüense porque en su mirada está Nicaragua.
De todas las mujeres de tu libro, cuál querrías haber sido.
Cuando era adolescente miraba a Oriana Fallacci. Ella era el ejemplo de la periodista que yo quería ser.
Aunque todas las mujeres que hay en el libro, todas, son importantes en mi vida.
Pero, sin duda, la más importante de todas fue mi abuela.