Madrid / Gloria Lópe – Amecopress. Najat El Hachmi nos recibe media hora antes de participar en el festival Princesas y Darthvaders, en La Casa Encendida, donde hablará de los derechos de las mujeres, feminismo en los medios de comunicación, sexualidad, maternidades y lucha en tiempos de auge de nuevos fascismos. Al escucharla narrar cómo ha sido la construcción de su mirada mientras ha profundizado en el proceso migratorio que ha marcado su vida, comprendes que su verbo y su escritura tiene una herencia palpable: la tradición oral de su país de origen y en especial, de las mujeres, que, al contrario de la imagen transmitida por los medios de comunicación, hablan, hablan mucho.
Nació en la ciudad marroquí de Nador y a los ocho años se trasladó a Vic donde residía su padre. En Vic creció y escribió. En su primer libro, ‘Yo también soy catalana’ (2004), abordó en profundidad su experiencia como inmigrante, la cuestión de la identidad y su proceso de arraigo en Cataluña, la lengua, la religión, las mujeres y el sentimiento de pérdida hacia Marruecos. Desde entonces ha publicado cinco libros. Sus dos novelas más recientes, ‘La hija extranjera’ y ‘Madre de leche y miel’ reflejan la diversidad que hay detrás de la expresión “mujer inmigrante” y que la sociedad tiende a convertir en “objeto de estudio”. Lo hace a través de dos puntos de vista: los de la hija y la madre.
Najat El Hachmi reflexiona y responde con clara serenidad a cada pregunta. Critica aquellos términos que tienden a uniformar realidades cargadas de matices y que buscan apresar vivencias cambiantes y diversas: colectivo, integración o sumisión. No huye de la complejidad, sino que se sumerge en ella para extraer enseñanzas tan firmes como incómodas.
¿Qué es para ti la escritura?
Empecé muy joven sin saber qué estaba haciendo, consecuencia directa, pensaba yo entonces, del hecho de ser muy lectora desde pequeña, desde los 8 años, que fue cuando llegué a Cataluña. Poco a poco la escritura se fue convirtiendo en un instrumento muy poderoso. El hecho de ser mujer, hija de la inmigración marroquí, me generaba muchas preguntas que no sabía cómo expresar y la escritura me ayudó a dar cuerpo a esas preguntas, no tanto a encontrar respuestas, sino a profundizar en los interrogantes, a poner un poco en orden.
En principio quería ser escritora para contar historias, pero el motor de la escritura suele ser más profundo. Sentí la necesidad de expresar lo que me pasaba y de expresar toda esa realidad, porque es una realidad que está invisibilizada o tratada de una forma muy tópica.
¿Te refieres a la realidad del proceso migratorio, a la de las mujeres marroquíes?
El proceso migratorio, la cuestión de las mujeres de origen marroquí que han emigrado a España y también el hecho de venir de una zona de Marruecos distinta, porque tiene otra lengua, otra cultura, tiene también la particularidad de pertenecer al mundo rural …es una parte del mundo que no he visto reflejada en ningún sitio. Tal vez un poco en los escritos de Mohamed Sucri, pero él era un hombre y la forma en que escribía a las mujeres para mí era muy violenta, solo hablaba de las prostitutas, de mujeres que están en los márgenes de la sociedad, cuando dentro de las casas las mujeres tenían que soportar muchísima discriminación y violencia,
El proceso de migrar conlleva cosas muy positivas, pero también contradicciones. ¿Cuáles son esas contradicciones y cómo afrontas la búsqueda de identidad?
La identidad es la suma de cómo te sientes que eres y también cómo te ven los demás. Muchas veces, lo que sucede con los hijos de la inmigración es que esas dos visiones entran en contradicción. Yo he crecido en Cataluña y me he sentido catalana, pero nadie de mi entorno, ni las personas de origen marroquí ni las personas catalanas, me miraban así. La escritura tiene ese poder de aunar todas esas parcelas que te configuran y armonizarlas.
Hay muchas contradicciones en ese proceso. Por ejemplo, en relación al origen. Ese tener todo el universo de tu primera infancia, que es muy importante en la vida de una persona, situado en un lugar del que sientes que de algún modo te han expulsado, porque nosotros no nos fuimos porque queríamos. Casi todo el mundo se va de esta zona porque no existen condiciones adecuadas para vivir. Y esto no es algo que suceda de un modo espontáneo o por una maldición bíblica, sino porque políticamente hubo un abandono expreso de la zona por parte del Gobierno de Marruecos durante muchos años, sobre todo del reinado de Hassan II.
Te tienes que identificar con una nacionalidad con la que tienes un conflicto muy importante porque sientes que te han expulsado de tu tierra. Pero al mismo tiempo es un lugar al que quieres profundamente porque tus primeros recuerdos, las personas que quisiste por primera vez, las personas más importantes de tu vida, están vinculadas a él. A mí por ejemplo, volver al pueblecito siempre me provoca sentimientos muy contradictorios, es como una herida que siempre está ahí. Nuestros padres sabían de dónde eran, pero nosotros éramos extraños. A través de la escritura, he podido paliar ese sentimiento de pérdida.
Mujeres inmigrantes, en plural: activas, vivas, protagonistas
Las mujeres migrantes son mujeres, en plural y diversas. Sin embargo, su imagen sigue estando muy estereotipada. ¿Cuáles son los mayores estereotipos, desde tu punto de vista?
Por ejemplo el de sumisa. Es una palabra que odio porque lo que hace es poner sobre las víctimas del sistema patriarcal muy machista la culpa, la responsabilidad. También la idea de que no hay vida, de que lo que les pasa no tiene interés, por ser mujeres, migrantes, que vienen de una zona rural…las mujeres inmigrante aparecen vacías, sin contenido…
O esa imagen de que siempre estamos en el mismo sitio, acabadas de aterrizar. Siempre en el punto de partida. Se construye una foto fija en la que una y otra vez estamos llegando, no podemos salir nunca de esa construcción en la que no hay más vida.
Aparecer en los medios sin ser víctima de nada es muy difícil. Tienes que presentarte como víctima de racismo o de machismo.
Tengo la complejidad de tener que afrontar esos estereotipos y a la vez, las discriminaciones por ser mujer, en el mismo sistema del que procedemos.
Existe una islamofobia que a veces hace que las personas que pertenecen a la comunidad agredida, se replieguen, se defiendan y se afirmen en ciertos valores culturales, relativizando incluso el machismo que encierran ciertas costumbres. ¿Esto así o es que efectivamente el sistema patriarcal es mundial y no hay tantas diferencias entre zonas geográficas?
Hay un sistema patriarcal muy salvaje en los países musulmanes. Eso no es un tópico, es una realidad. Hace pocas décadas las mujeres en estos países empezaron a salir a ocupar los espacios públicos, tener trabajo remunerado, oponerse a la segregación por sexo y a cantidad de elementos que coartan sus libertades y las discriminan.
Y creo que lo que ha habido es una reacción a esa liberación a través del fundamentalismo islámico. Y ese fundamentalismo islámico aquí se está apropiando del discurso frente al racismo, igual que la ultraderecha se apropia del discurso contra el machismo, hablando por nosotras. Es una complejidad grande, pero esa reivindicación identitaria es una trampa porque muchas veces estamos reivindicando aspectos que son perjudiciales para las mujeres. Reivindicamos la religión, reivindicamos una vestimenta que pensamos nuestra pero que es propia del fundamentalismo islámico. Y no estamos reivindicando otras cosas interesantes de nuestra cultura y nuestro origen, como por ejemplo lo que tiene que ver con nuestra lengua…
Tus libros hablan de una tradición oral extraordinaria en tu país, sobre todo de las mujeres. Todo lo contrario a la imagen que transmiten los medios de comunicación. Cuéntanos acerca de este elemento de tu cultura de origen.
Las mujeres hablan mucho. Es una de las cosas a las que se han agarrado para hacer frente a ese sistema tan discriminatorio. Y es una de las cosas que se tiene que reivindicar, esa tradición oral tan rica que nuestras madres dominan, tan llena de elementos muy interesantes. Yo soy hija de una mujer que sabe contar muy buenas historias y que es una gran narradora. Reivindico eso y no la discriminación que sufrió y que tengo que combatir. Quiero rescatar lo bueno, lo poderoso, lo que empodera de verdad.
Madres e hijas
El proceso migratorio lleva implícita una dialéctica generacional, el choque entre el punto de vista de las madres y las hijas, que viven realidades muy diferentes y a la vez comunes. Tú abordas esto en tus libros.
Hay mucho debate en los grupos de mujeres, las familias y me parece muy interesante. Y las hijas podemos aliarnos con las madres para cambiar muchas cosas. Pero para ello tenemos que romper con las barreras que muchas veces tenemos entre nosotras. El sistema nos ha enseñado a vigilarnos las unas a las otras, cuestionarnos, castigarnos. Hay que derribar esos muros y darnos cuenta de que estamos padeciendo el mismo sufrimiento. Si conseguimos dar ese paso vamos a hacer una auténtica revolución.
La religión ha formado parte de la identidad de muchas personas y pueblos, pero también ha sido fuente de conflicto. ¿Cuál es tu punto de vista?
Cuando estás en crisis de identidad, la religión es el elemento más claro que tienes al alcance, te diferencia. Muchas veces, nos aferramos a eso, no solamente porque seamos creyentes, sino porque creemos que es lo que hay que defender. Es una opción, pero hay que empezar a hablar de que muchas veces ya no lo vivimos como algo identitario sino como una creencia, transmitida por nuestros padres, pero que en una sociedad democrática, tendremos que decidir si la seguimos o no y de qué modo.
Convertirla en un elemento tan identitario me parece peligroso. Porque tú eres mucho más que la religión y la religión se puede vivir de maneras muy distintas. Hay que empezar por visibilizar que, dentro de la comunidad musulmana, término muy discutible, en relación a la religión existen posturas muy distintas. Y en el país de acogida no deberíamos estimular eso y convertirlo en un elemento político significativo.
¿Cómo abordas la maternidad en tus escritos?
Es un tema importante porque en relación a la inmigración ese vínculo afectivo con la madre viene cargado con toda la cultura, la religión, las discriminaciones. Ese vínculo madre-hija se convierte en un núcleo de conflicto y tenemos que hacer un esfuerzo por entendernos.
¿Plantear que el movimiento feminista es el antídoto frente al fascismo es adecuado?
Bueno, no sé si es el antídoto. Pero es la respuesta que hay que dar.
Fuente: Entrevista por Amecopress.net
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