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Las mujeres y las niñas afganas también somos nosotras

por Olimpia y Simone
09/11/2021
in Mundo
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Las mujeres y las niñas afganas también somos nosotras
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Las periodistas Olga Rodríguez y Pilar Requena, junto con Maribel Tellado, de Amnistía Internacional, analizaron ayer en La Casa Encendida, en Madrid, cómo se encuentran las mujeres y las niñas afganas y qué hacer para ayudarlas

Madrid / AmecoPress. – Las periodistas Olga Rodríguez y Pilar Requena, junto con Maribel Tellado, de Amnistía Internacional, analizaron ayer en La Casa Encendida, en Madrid, cómo se encuentran las mujeres y las niñas afganas, cuáles han sido las causas de la situación actual, cuál ha sido el papel de la comunidad internacional y cuál es su rol en estos momentos.

Es cierto que actualmente la situación de las mujeres y las niñas afganas se ha convertido en la peor de las pesadillas, en un país tomado por los talibanes, empobrecido y endeudado, tras veinte años de intervención –u ocupación- internacional. Pero en ese largo y complejo proceso que abarca décadas, ellas nunca han visto reconocidos sus derechos ni han sido tratadas como seres humanos. “Ojo con la instrumentalización de los derechos de las mujeres”, advertía Olga Rodríguez, “para justificar intervenciones militares, por ejemplo”. “Los mismos que defendieron la intervención militar en 2001 son los que ahora lamentan la situación en la que queda el país con el avance de los talibanes. De forma asombrosa desvinculan por completo la presencia de EEUU y sus aliados de la OTAN durante veinte años en el país de todo lo que ha ocurrido en Afganistán desde 2001.”

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La periodista recordaba que la población afgana es una de las más numerosas entre aquellas que buscan refugio, desde hace 40 años: “hay cosas que ya estaban pasando”, insistía, evidenciando el concepto de noticia y las dinámicas de los medios de comunicación, a la vez que criticaba duramente las políticas migratorias de Europa y Estados Unidos. Nuestras armas van a determinados países. Pero luego, cuando las personas que huyen de las consecuencias que tienen esas armas –violencia, dolor, pobreza- llegan a nuestras fronteras, no las queremos.

ONG, activistas y periodistas han denunciado durante años la situación de las afganas, pero Europa consideró que Afganistán era un país seguro para ellas y prefirió no aceptarlas como personas refugiadas que asumían riesgos si eran deportadas. Y fueron deportadas por países europeos a pesar de saber que regresaban a situaciones de violencia de género, discriminación y falta de futuro. Eso es cinismo.

Las niñas y las mujeres afganas no pueden ir a la escuela, no pueden caminar solas, no pueden trabajar, no pueden reír ni hacer ruido al andar

Aunque se trata de una situación estructural y duradera, lo cierto es que desde que se acabara de materializar la llegada de los talibanes al poder por medio de la violencia, los derechos de las mujeres han sufrido un grave retroceso, después de años en los que se habían logrado ciertos avances en determinadas zonas.

«Presas dentro de sus hogares e invisibles en el espacio público». Así fue cómo Amnistía Internacional definió el destino de las mujeres afganas después de que los talibanes asumieran el control de este país en el año 1996. Esto es lo que están volviendo a instaurar. Así lo explicaba Maribel Tellado. Los talibanes han recuperado el Departamento para la promoción de la virtud y la persecución del vicio, que ha sustituido al Ministerio de Asuntos de la Mujer, y que no es sino la persecución permanente de los derechos de las mujeres y de las niñas: no pueden ir a la escuela, no pueden caminar solas, no pueden trabajar, no pueden reír ni hacer ruido al andar y son juzgadas –también los hombres que las apoyan- en función de una justicia que no es tal y que justifica por ejemplo que una mujer supuestamente adúltera recibiera latigazos en un estado en Kabul delante de 30.000 personas.

Que los talibanes hayan vuelto a tomar el poder no es solo una repetición de lo que sucedió entre 1996 y 2001. Es mucho peor. Durante los últimos veinte años se han cometido muchos errores que tienen su peso. Los llamados señores de la guerra, puestos en el poder por la comunidad internacional que los vendió como “lo menos malo”, en su momento hicieron piña contra los talibanes, mientras que hoy se han unido a ellos. Ha habido 100.000 muertos afganos de los que apenas se ha informado, muchos de ellos tomados como “daños colaterales” de la intervención estadounidense, un dolor acumulado en las mentes y en los corazones de una población que también se ha sentido abandonada cuando ha pedido refugio saliendo del país o cuando, desde dentro, ha visto como la corrupción impedía que los miles de dólares que supuestamente se destinaban a la reconstrucción del país por la comunidad internacional llegaran a buen puerto. “Me consta que trabajadores de Naciones Unidas y del Banco Mundial acababan frustrados cuando trataban de advertir de lo que estaba pasando”, dijo Olga Rodríguez refiriéndose a una corrupción endémica que ha remarcado la ruina del país.

Una paz sin mujeres no es paz

Unas horas después de que los talibanes entrasen de manera oficial en Kabul, convocaron una rueda de prensa. “Los derechos de las mujeres y niñas serán respetados en Afganistán dentro de lo que marca la sharía -ley islámica-”, aseguraron. Más bien, de la interpretación que hacen de la misma. Y las afganas, que siempre lo tuvieron complicado y que han peleado por los lentos y parciales avances en materia de género y han luchado por mitigar la desigualdad entre áreas urbanas y rurales, comenzaron a sospechar que, una vez más, sus derechos puedan haber sido moneda de cambio en las negociaciones de paz con los talibanes.

La falta de reconocimiento de las mujeres como interlocutoras válidas es algo característico de los talibanes, aunque no exclusivo. La resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU reconoce la importancia de entender las repercusiones de los conflictos armados sobre las mujeres y las niñas, al tiempo que se garantiza su protección y su plena participación en los acuerdos de paz. Pues bien, nada de eso se ha tenido en cuenta en los últimos 20 años en la región: a pesar de la extraordinaria labor de las organizaciones de mujeres de Afganistán en la defensa de la paz y los derechos humanos, su participación en los acuerdos de paz ha sido testimonial y estos acuerdos no han hecho mención a los derechos de las mujeres.

“No podemos ir a estos países a exigir protección a los derechos de las mujeres y enviar a hombres. ¿Dónde están nuestras mujeres?”, reclamaba Pilar Requena, señalando una tendencia mundial, “obligarles a negociar con una mujer es un paso para que dejen de cosificarla y la consideren un ser humano”. Además “nosotras podemos llegar a las mujeres”, señaló, refiriéndose a las posibilidades que para las reporteras ha abierto el hecho de ser mujeres y tener acceso a sus espacios y a la comunicación directa con mujeres y niñas en Afganistán.

“En el fondo de este conflicto encontramos la debilidad de Naciones Unidas”, expresó Olga Rodríguez para advertir que ninguna sociedad puede conseguir proteger los derechos de las mujeres con intervenciones militares. Es imprescindible exigir más ayuda humanitaria, presionar para que los gobiernos europeos abran las fronteras y garanticen los derechos de las personas que vienen huyendo de la guerra y la violencia, y, sobre todo, dar voz a las mujeres.

“Debemos reconocer los logros obtenidos por mujeres que llevan muchos años luchando para que se respeten los derechos humanos en su país. Debemos facilitar todas las vías de salida y ayudar a tender puentes entre las que viven en el exilio y las que permanecen en Afganistán”, abogó la responsable de AI. Requena insistía: “ellas tienen mucha experiencia en crear redes de apoyo y ayuda, han demostrado mucha fuerza y capacidad, y tienen mucho que aportar”.

No podemos olvidar a las niñas y mujeres afganas. No cabe desentenderse y rendirse a la impotencia. Como dijo Olga Rodríguez: “las otras también somos nosotras”.

Olimpia y Simone

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