México / Guadalupe Lugo García.- El medio en el que se desenvuelven las mujeres mexicanas es hostil a la lactancia materna, algunos motivos de ello tienen que ver con el escaso apoyo y orientación que muchas reciben en las consultas prenatales, pero también durante la atención del parto, consideraron especialistas que participaron en el Panel de Expertas en Lactancia y Ciudad organizado por el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC).
Norma Baca Tavira, académica de la Universidad Autónoma del Estado de México, Matthias Sachse, del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y Violeta Rodríguez Becerril, becaria de la Universidad de Coímbra, Portugal, consideraron que el hecho de que los bebés sean separados de la madre al nacer por varias horas también podría inhibir la lactancia, pues durante ese periodo se ofrece a los recién nacidos otros líquidos o sucedáneos de la leche materna.
Sachse dijo que en el país persiste la falta de políticas laborales que promuevan y protejan la lactancia en los centros de trabajo; además de que las licencias por maternidad son las más cortas de los países miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, justo en el momento donde las prácticas de lactancia materna disminuyen dramáticamente. Puntualizó que también en los ámbitos social y familiar, continúa el poco involucramiento por parte de padres, pareja u hombres en general, en la promoción y protección de esta práctica o forma de alimentar a los bebés, puesto que a nivel social se sigue viendo caomo una responsabilidad única y exclusiva de las mujeres.
De acuerdo con las últimas encuestas de salud y nutrición, a partir de 2012 esta práctica mejoró 14 por ciento de madres, mientras que en 2018 la cifra se elevó a 28.6 por ciento. Sin embargo, “seguimos viendo que siete de cada 10 niños no reciben el mejor alimento que finalmente los protege de padecer enfermedades crónico degenerativas a lo largo de la vida. Es una oportunidad perdida de brindarles el mejor comienzo a niñas y niños”.
Mencionó que en el medio urbano la lactancia materna es aún más baja que en el rural, donde 37 por ciento de las madres amamantan. No obstante, tampoco significa que el promedio sea óptimo, lo ideal sería que por lo menos la mitad de los niños fueran amamantados hasta los seis meses de edad.
A su vez, Norma Baca expuso que de acuerdo con la última Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica del Inegi (2018), de los ocho millones de madres que amamantaron a sus bebés, 81 por ciento (6.5 millones) reportó el contacto piel a piel con su recién nacido, y se observó que el porcentaje de inicio de la lactancia es mayor entre las madres que tuvieron ese vínculo.
Además, desde la atención prenatal el sistema de salud ha recomendado a las mujeres dar a sus pequeños leche materna porque ello también contribuye a la salud de la madre, no sólo del bebé. Esta práctica, según la OMS, reduce en ellas el riesgo de padecer cáncer de ovario y de mama, diabetes tipo II, depresión posparto, además de constituir un método anticonceptivo natural.
En la conferencia Lactancia y Ciudad, en el marco del Seminario Ciudad habitable para todas y todos, dijo que nueve de cada 10 madres amamantaron, desde el contacto piel a piel con su recién nacido, mantuvieron la lactancia por poco más de nueve meses en promedio, pero sólo 12.9 por ciento proporciona lactancia materna exclusiva durante seis meses.
Desde el ámbito nacional e internacional se insiste en fortalecer acciones para incrementar la tasa de lactancia, pero también para apoyarla y protegerla como un derecho humano que incluye tener en cuenta hacer frente a publicidad inadecuada sobre alimentos sustitutos de la leche materna y otros dirigidos a los lactantes.
Recalcó que amamantar es un asunto colectivo y habría que transitar hacia ello, “la propuesta es insistir, pero también sobre este Sistema Nacional de Cuidados que se encuentra estacionado en el poder Legislativo, para que considere las distintas dimensiones y amplié su mirada.
Por su parte, Violeta Rodríguez señaló que existen prejuicios y valores morales, sociales, incluso religiosos, en torno a la percepción de la lactancia dentro de las diferentes clases.
Dijo que maternar no es un trabajo individual y no lo debería ser. En sociedades rurales y artesanales de la prehistoria esos trabajos en realidad fueron colectivos, se valorizaba a la lactancia en términos de nutrición debido a la alta mortalidad que había por enfermedades. Asimismo, planteó que cuando decimos maternidad y lactancia, no sólo estamos haciendo referencia a los derechos de la mujer, sino también de la primera infancia.
El derecho a lactar en el espacio público, tiene que ver con la percepción del cuerpo de la mujer y también con ese otro ser de la primera infancia que está ahí y que olvidamos. Son dos cuerpos durante un periodo vulnerable en términos fisiológicos, hormonales y de cuidado del bebé. Sugirió que además de promover la lactancia en el espacio público por medio de publicidad, debería existir mobiliario destinado a atender esa y otras necesidades de la infancia; capacitar a servidores públicos en el tema, en particular a los encargados de seguridad de parques o espacios públicos; dar apoyo a los grupos que promueven esta práctica con la participación de enfermeras, por ejemplo, y, tener una actitud proactiva hacia la lactancia.