Trabajadoras en sectores precarizados comparten sus experiencias y aportaciones desde lo colectivo para promover el respeto a los derechos humanos de las mujeres trabajadoras en México
Texto y fotos: Isabel Briseño
Mireya es originaria del estado de Durango. A los 17 años migró a Juárez para trabajar en una maquiladora. Tenía dos minutos para el desayuno, tres para la comida y uno para el baño.
A su temprana edad, obligó a su cuerpo a programarse para resistir si necesitaba ir al baño. También se enfrentó al acoso por parte de sus jefes; la presión la hacía sentir como un robot, el acoso como un trofeo ¿Era normal? La joven trabajadora tenía muchas preguntas e inconformidades, pero no había quién le respondiera.
Fue en un grupo que aprendió a ponerle nombre a las situaciones que vivía y entendió que lo que vivía día a día como trabajadora, eran violaciones.
Muchas personas viven como Mireya. Cuestionando si es justa la forma en que son tratados y tratadas en sus centros laborales.
Largas jornadas, bajos salarios, el resumen: la precarización laboral, un mal que casi todos conocemos pero al que pocos nos enfrentamos.
La desinformación sobre nuestros derechos laborales, es uno de los principales obstáculos para alzar la voz y pedir respeto.
Creando espacios de esperanza
“Que las mujeres tomemos la palabra y escribamos nuestras historias es antipatriarcal y es antisistémico” dice Elizabeth Ávalos.
Mujeres trabajadoras: frente a la violencia y la precariedad, es un proyecto coordinado por ProDESC (Proyecto de Derechos Económicos Sociales y Culturales) y la Coordinadora Nacional de Defensoras de Derechos Humanos, que cuenta la historia de 6 mujeres trabajadoras.
Jornaleras, maquiladoras, artesanas, migrantes, defienden sus derechos humanos laborales y los de quienes están en condiciones similares.
ProDESC nace en 2005 para acompañar a diversos colectivos de mujeres trabajadoras, reconociendo las diferentes desigualdades a las que se enfrentan por su condición de género.
Menores salarios por el mismo trabajo, falta de representación sindical, cargas desiguales en el cuidado y la crianza que significan jornadas adicionales de trabajo, condicionamiento o solicitud de favores para la asignación de una plaza, entre muchas otras.
Estás violaciones a los derechos humanos laborales cometidas por la acción y omisión del Estado así como por las empresas, son inaceptables.
Frente a esas injusticias, las mujeres deciden organizarse, abrazar sus historias para compartirlas y lograr cambios.
A todas quienes siguen en la lucha, van dirigidas estas historias ilustradas.
Elizabeth Ávalos de Colectiva de Mujeres Rosa Luxemburgo (Ciudad Juárez), Juana Ruiz de la Red Binacional de Mujeres Niu Matat Napawika (El Paso, Texas; Puebla y Chiapas), Maria Dolores Aviña de Coalición de Trabajadoras y Trabajadores Migrantes Temporales Sinaloenses (Sinaloa) colaboran en el Cómic “Mujeres trabajadoras: frente a la violencia y la precariedad” .
Una herramienta fácil pensada como una estrategia contra la injusticia ejercida a los más débiles.
Para Elizabeth Ávalos participar en este proyecto significaba escribir y eso era un problema porque dice: ella no sabía escribir. Entonces pensó: voy a escribir como me salga y que alguien lo corrija.
Ello implicó para muchas rescatar su historia, en el caso de Ávalos como mujer migrante, para después asumirse como mujeres defensoras.
Mireya comenzó a escribir su historia y en una tarde ya tenía ocho cuartillas. Ella no se reconocía como defensora porque fue parte de su día a día. Desde finales de los años noventa había participado en procesos organizativos en maquilas.
“Las mujeres trabajadoras no escribimos mucho porque no tenemos tiempo pero es muy valioso para darnos cuenta de todas las cosas valiosas que realizamos, de todas las confrontaciones que hacemos al sistema con nuestra lucha”, dice Elizabeth.
“Es importante que las mujeres hagamos uso de la voz, que escribamos y compartirlas”.
María Dolores Aviña mujer migrante jornalera señala que lo que se busca con el cómic es la información. Resolver en colectivo los diversos problemas a los que se enfrentan las trabajadoras por el simple hecho de ser mujeres.
Nos invita a la unión, al aprendizaje para defendernos, a trabajar en equipo que es fundamental para que una organización salga adelante. La idea es formar una red para que toda mujer sepa defenderse en su trabajo.
“Si nos unimos nos volvemos poderosas y nadie nos va a parar. Queremos convertirnos en una fuerza imparable que frene a todos los reclutadores abusivos”, dice la mujer de profesión ingeniera agroquímica, quien por falta de oportunidades, migró a Estados Unidos.
“La ignorancia nos hace débiles y vulnerables. Aprender y compartir es el camino para protegernos en red”.
Las remesas que envían los trabajadores migrantes, son parte fundamental de la economía del país, pero desafortunadamente, es un sector que ha sido abusado e invisibilizado.
Juana Ruíz dice que es momento de las mujeres tomen los espacios públicos para darse a conocer y reconocerse.
“Nos tenemos que quitar la venda de los ojos cuando nos dicen que no somos nadie. Juntas trabajando en colectivo nos defendemos las unas a las otras. Todas tenemos un brillo pero debemos reconocer nuestras luchas”.
Estas historias quieren traer a la memoria que lo laboral también es político, apunta Elizabeth Ávalos.
La violencia laboral no es algo que se deba vivir en privado, es un problema del que se debe hablar para que se convierta en un tema público y que las instancias a quienes le corresponde tomen cartas en el asunto.
Nery Gaspar del Colectivo Ollin Calli Tijuana destaca la importancia del proceso educativo, que el trabajador conozca y haga uso de sus derechos para defenderse.
El llamado a no tener miedo a levantar la voz está hecho. Mencionar lo que sentimos que puede estar mal o lo que creemos que no es correcto o lo que desde nuestra percepción podría mejorar, nos llevará a encontrar a más mujeres que piensen y sientan lo mismo y comiencen a buscar respuestas.