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Por la cuarta: Crónica de un nacimiento por Enriqueta Burelo Melgar

Enriqueta Burelo Melgar Programa de la Mujer, Consejo Estatal de Población 1984, Fundadora del Departamento de Género, UNACH y fue Secretaria Municipal de la Mujer, Tuxtla Gutiérrez (2015-2018). Se ha desempeñado como articulista y conductora de televisión. Colaboró en el libro Desde mi Piel, un retrato de 20 políticas chiapanecas en el 2015.


Por la Cuarta | Enriqueta Burelo Melgar

Cuando era pequeña, que diré de 10 años me gustaba jugar a la familia, a alguno de mis primos que andaba sin oficio lo pescaba para que fuera el papá, sacaba todos mis trastes, muñecas, y armaba una familia de película, que Modern Family o la familia Peluche. Esta reunía todos los requisitos, cada muñeca era bautizaba, con todo un ritual, vestido nuevo hecho por mi mamá, paseos en carriola por el parque, sobre todo el de Arriaga en tiempo de vacaciones; así como yo, muchas niñas nos entrenábamos para ser madres de familia. Sin embargo, déjenme aclarar, que yo tenía muy claro, que no me iba a encargar de los quehaceres domésticos, para eso iba a trabajar fuera de casa e iba a pagar por ayuda, no tenía muy claro cuál era el papel de los hombres dentro de este juego de la familia, solo que abrazaban a la mamá y nada más.

A medida que crecí, pensaba en tener una familia más o menos numerosa, nunca pensé cómo iba a mantenerla o cómo iba a combinar mi trabajo con el cuidado familiar, ilusa de mí. Afortunadamente, crecí y ese sueño se fue diluyendo ante una realidad más de acuerdo con un anuncio de los 70s que decía “la familia pequeña, vive mejor”.

Disfruté enormemente mi soltería, estudié, trabajé, participé en actividades culturales, tuve muchos novios poetas, músicos, o que llevaban la música por dentro; dado que el ambiente donde me movía, era la cultura, yo me enamoraba por ejemplo de una fotografía de Lavín Cerda, un poeta chileno en la portada de un libro y tuve la oportunidad de conocerlo de bulto. Un día acude a Chiapas a un evento y no lo reconocía, la foto de la portada tenía por la menos 20 años atrás, fue muy simpático. También tuve un romance platónico, ni siquiera de manita sudada con Víctor, un poeta colimense que vivió unos años en Tuxtla con quien comía malvaviscos asados, vino tinto y de fondo musical los Beatles, sentí mucho su muerte ocurrida hace dos años; fue curioso, porque unos meses antes leí un poema de su autoría que se publicó en Este País, fue como una premonición.

Pero no les quiero hablar de los novios, les quiero hablar de la maternidad, con el tiempo, el feminismo, el proceso de deconstrucción. Cuando escucho esa palabra, me imagino a Derrida y a nuestras ancestras feministas, arreglando los ladrillos mal colocados o las tejas; ven que en Colombia, a quien tiene algún problemilla mental le dicen que está corrido de la teja, comprendí que la maternidad es una opción, una decisión y que esta debe ser libre.

Por fin a los 32 años me casé no sé si pensé que ya se me iba el tren, amigos y amigas sorprendid@s siempre fui un espíritu libre, y pensaban: ¡ésta no se casa!. Cumplí con todos los requisitos para el matrimonio civil, uno de ellos, examen médico, y al visitar al ginecólogo, él me aconsejo que dada mi edad que me embarazara rápido, algo así como en la honey moon, por cualquier cosa, mi reloj biológico por ejemplo, así lo hice, no porque lo decretara, sino porque mi cuerpo lo decidió, libre de anticonceptivos y luna de miel, ya se imaginarán.

Tuve amenaza de aborto, a los tres meses más o menos, decía por dentro es un castigo por ser tan parrandera, no me olvido del catecismo de Ripalda, y pa’ completar mi mamá me dice, ella siempre muy práctica “la naturaleza es muy sabia si el bebé no viene bien, es mejor así”, y yo lloré y lloré, aparte que soy buena para llorar, me decían Cristalito. Afortunadamente me pusieron una inyección, estuve en reposo una semana y a seguir.

Déjenme decirles que los primeros meses de embarazo, andaba en plena campaña de don Patrocinio, participaba en el CEDES, el espacio del PRI donde se recogían las propuestas, me tocó organizar en Comitán, -un lugar emblemático por ser la tierra de Rosario Castellanos, María Gandulfo, una benefactora, y Josefina García-, la reunión estatal de mujeres, estuvo presente doña Gertrudy Duby quien todavía vivía, miles y kilométricas ponencias como acostumbramos las mujeres, y a mi creciéndome la panza.

En la toma de posesión, que fue en diciembre, tenía una panza bastante regular parecía un globo en los eventos, me dediqué a comer todo lo que se atravesaba en mi camino, y por fin llega marzo. Dado que mi ginecólogo me regañaba porque había subido mucho de peso, dejé de ir dos citas, luego descubrí durante el embarazo que era RH Negativo, uno debe conocer su cuerpo, sus necesidades, eso he ido aprendiendo, sino, puedes tomas malas decisiones sobre tu salud.

Aquí me van a matar las que están a favor del parto natural, había acompañado a varias amigas al sanatorio el día de sus partos, y las oí dar unos gritos de terror, y me dije cuando yo dé a luz, lo haré por cesárea, y me tocó sin querer que mi hija venia tamaño caguama, 4 kilos y medio y que yo era estrecha, a pesar del caderón y fue cesárea, llegué a mi última cita con trabajo de parto, presión alta, y yo quitada de la pena, me mandaron a descansar un día, diuréticos y al tercer día el parto.

A las cinco de la mañana estaba en el Sanatorio Muñoa, me ingresaron para prepararme, y cuando me pusieron la anestesia ni me moví, y dice el anestesiólogo, “señora qué valiente, es una gran aguja”. Una amiga quedó paralítica unos meses después de su parto porque le aplicaron mal la anestesia, afortunadamente le tengo más miedo a un pedicure (mis deditos son muy sensibles de princesa) que a una operación, y dice mi ginecólogo “es que las de Arriaga, son muy valientes”, más empoderada, al otro día ya quería salir del sanatorio e irme a mi casa.

Mi tía Betty y mi mamá que me estaban echando el ojo, eran amigas de la cocinera del Muñoa, me trajeron comida prohibida, un gran sándwich de jamón hasta con rajas de chile, así somos las de Arriaga, al tercer día a altas horas de la madrugada me bañé y a la casa.

Soy experta en cuarentenas, cuarenta días en casa de mi mamá consentida, me bañaban, a mi hija la vestían, yo sólo le daba de comer, la enrollaban como taco. Sufrí una mini depre postparto, me dolían los pezones cuando le daba de comer, la quedaba mirando y decía ¡qué responsabilidad!, y lloraba, hasta que me dije: no eres la primera, ni la última, ¡así que a darle que es mole de olla! y de ahí pal real.

Nunca pensé en tener una sola hija o hijo, en la casa somos cuatro, tres mujeres y un hombre, y nos hemos acompañado toda la vida; sin embargo, dado que mi matrimonio no iba muy bien me quedé solo con una hija. De repente, me digo: ¿será que fui buena madre, me faltó hacer esto o aquello? pero le di amor, compañía, confianza básica, espero, como diría Erickson. Y bueno aquí estamos feministas ambas.

A pesar de ser madre, entiendo que no todas estamos preparadas para ello, ni queremos serlo, la maternidad debe ser voluntaria y libre, para que sea gozosa… así que chicas, que nadie les imponga, ni los padres, ni la sociedad,  la maternidad, y con la pareja, buscarnos una, que comprenda y respete nuestro deseo.

Les dejo este fragmento de una artículo de Rosario Castellanos a propósito de la maternidad: “Y las madres qué opinan” puede leerse: “Si la tarea de ser madre consume tantas energías, tanto tiempo y tanta capacidad, si es tan absorbente que no se encuentra raro que sea exclusiva, lo menos que podían hacer quienes deliberan en torno al asunto del control de la natalidad, es saber qué opinan de él las madres”, afirma. Para ella el tema es candente e importante de discutir sin tabús, pues no puede seguir “asumiéndose como una de las fatalidades con que la naturaleza nos agobia como si se extendiese hasta allí el campo del dominio del hombre”. Castellanos describe la maternidad como una experiencia desde la mujer y no como un mero proceso biológico, porque mirada solo desde una óptica social, ya sea política, económica, religiosa, esta puede convertirse en “un atentado contra la libre determinación individual” e imponerla “a mujeres que la rechazan porque carecen de vocación, que la evitan porque es un estorbo para la forma de vida que eligieron o de la que se alejan como de un peligro para su integridad física”.

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