Puebla / Jazmín Ramos.- Durante mis últimos años de universidad trabajé en una panadería. Mi compañera era una mujer ya entrada en la tercera edad, madre de dos hijos, quienes en aquel tiempo tenían trabajos estables y le pedían que se quedara en casa. Ella me decía que aquello le parecía innecesario, ya que la idea de encerrarse solo por la llegada de la vejez sonaba inconcebible para alguien que había dedicado su vida a trabajar. Para ella, tener un empleo y ser independiente era algo que la mantenía mentalmente sana.
En nuestro país, la llegada a la vejez casi siempre se asocia con la inutilidad. Esto se debe a muchos factores, pero el principal es el productivo-económico; las personas van perdiendo movilidad, al tiempo que su cuerpo va sufriendo cambios inminentes, algunas más sufren de enfermedades que las hacen perder su la memoria de manera parcial o total y muchas otras sufren de los efectos de enfermedades crónicas como diabetes o hipertensión. Debido a esto, las empresas las despiden o reemplazan con personas más jóvenes que puedan cumplir con sus necesidades de producción, dejando de lado los años de entrega laboral y, por supuesto, sus necesidades humanas.
En nuestro país, a partir de los 60 años se considera a las personas adultas mayores. De acuerdo con datos del INEGI, 12% de la población total había alcanzado este rango en el año 2020 y de estos, el 6.4% eran mujeres. En el año 2018, la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) mostró que:
(…) en el país residen 15.4 millones de personas de 60 años o más, de las cuales 1.7 millones viven solas. (De estas) cuatro de cada diez (41.4%) son económicamente activas. Siete de cada diez (69.4%) presentan algún tipo de discapacidad o limitación. (…) 60% son mujeres y 40% son hombres. Su estructura por edad indica que 43.1% tiene entre 60 y 69 años, mientras que más de la tercera parte (36.4%) entre 70 y 79 años.
La gran mayoría de las mujeres adultas mayores viven solas en nuestro país debido a la viudez, la separación o porque nunca se casaron. Aquellas que viven acompañadas lo hacen con un cónyuge o en una familia extendida, casi siempre desempeñando el papel de cuidadora, generalmente de nietas y nietos; a algunas más se les encomiendan las labores del hogar.
Mario Enrique Tapia, académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza, de la UNAM señaló que “entre un 20 y 30 por ciento (de población de la tercera edad) sufre violencia psicológica, económica, sexual, física o abandono. Las mujeres son quienes la padecen más, debido a factores socioculturales y a que su esperanza de vida es mayor” (2018).
Las mujeres mayores de 60 años viven diferentes tipos de violencia porque el papel que se les asigna incluso en sus últimos años, es el de cuidadora o trabajadora del hogar. Las familias les encomiendan el cuidado de niñas, niños y adolescentes, además les delegan actividades como la compra de la despensa, labores de limpieza, cocina, entre muchas otras. De este modo, siempre están ocupadas con tareas que no siempre les corresponden bajo premisas como “yo te mantengo, esto es lo mínimo que puedes hacer”, “tienes que servir para algo” o “nada es gratis, te toca trabajar para ganarte el sustento”. Y todo esto es una forma más de violencia, tanto psicológica como económica.
Aunado a lo anterior, a las mujeres adultas mayores no se les permite tener una nueva pareja en caso de viudez, soltería o separación, porque “ya están grandes para eso”, aunque este no es un argumento utilizado en sus pares masculinos. Se nos olvida que siguen siendo capaces de disfrutar su vida sexual y que tienen el derecho de hacerlo. De acuerdo con el Centro Internacional Sobre el Envejecimiento:
(…) las mujeres mayores que expresan deseos sexuales parecen estar sujetas a juicios sociales negativos, a diferencia de los hombres mayores que ven su sexualidad legitimada por la venta de medicamentos para mejorar sus capacidades eréctiles y permitirles “funcionar normalmente”.
Tampoco se cree que sean capaces de aprender cosas nuevas, porque “de qué les va a servir”; pero muchas mujeres inician sus negocios a edades avanzadas, muchas otras aprenden a leer y escribir porque jamás tuvieron la oportunidad, otras toman esas clases que antes no podían pagar y esto les brinda felicidad.
La Fundación Microfinanzas BBVA en América Latina reportó que en el año 2017 atendía a cerca de un millón de mujeres emprendedoras en América Latina, de las cuales el 11% tenían más de 60 años. Las principales razones por las que estas mujeres emprenden es la discriminación laboral y la falta de una pensión digna. En Estados Unidos existe el término “empresarios bis” que engloba a las personas que inician un negocio a una edad avanzada, entre este grupo las mujeres rebasan los números de sus pares masculinos.
El Programa de Atención Médica Integral (PAMI) en Argentina, lanzó una campaña denominada “No al viejismo”, la cual tiene como finalidad informar sobre los prejuicios existentes alrededor de las personas adultas mayores:
Es importante identificar y difundir que existe un conjunto de creencias, prejuicios y estereotipos que segregan a las personas mayores por el simple hecho de serlo. Mediante una conducta social compleja, consciente oinconsciente, se devalúa simbólicamente el status de las personas viejas porrazones de edad. Este fenómeno se denomina viejismo.
PAMI recomienda un trabajo que venga desde los medios, los cuales deben disminuir sus estereotipos, especialmente los relacionados al temor de la edad, que se estigmatiza como un estado indeseable que debe postergarse a toda costa. Otras recomendaciones están relacionadas a las autoridades y familiares, aquí enumeramos algunas:
- Eliminar toda forma de discriminación hacia las personas mayores por razones de edad.
- Evitar las posturas y expresiones paternalistas e infantilizantes hacia las personas mayores.
- Evitar el uso de frases e imágenes que asocian a las personas mayores con la pasividad, la inactividad, la improductividad y la tristeza.
- Visibilizar la sexualidad y la diversidad sexual durante la vejez.
- Todo lo anterior garantizaría un ejercicio de derechos más equitativo. El trabajo conjunto entre medios, sociedad y autoridades facilitaría a su vez que la vejez dejara de ser vista con tantos tabúes y que las personas mayores puedan disfrutar su vida con la libertad que merecen.
Existe una tendencia a querer disponer de las personas adultas mayores, como si solo fueran vulnerables y no pudieran hacer algo de forma independiente, pero siguen siendo seres humanos autónomos con capacidad de decidir sobre su persona. Cada vez es más notorio que las mujeres en todo el mundo están tomando las riendas de su vida económica, social, psicológica y sexual y es nuestro deber como sociedad comprender que esto forma parte del reconocimiento de sus derechos humanos.