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Elena Cornaro, filósofa y María Enríquez, abogada: primeras mujeres en lograr estudios universitarios

Elena Cornaro Piscopia, primera mujer en recibir un doctorado universitario

Nació en 1646, una época en la que, por lo general, las mujeres no tenían acceso a la educación.

Elena Cornaro Piscopia pasó a la historia como la primera mujer en obtener un doctorado. En concreto, en filosofía.

Sin embargo, describirla como filósofa parece ser apenas el comienzo de la amplia y ambiciosa formación de esta mujer nacida en Venecia el 5 de junio de 1646 y homenajeada este miércoles por el doodle de Google.

“Cuando Elena tenía 7 años, sus padres ya se habían dado cuenta de su talento”, afirma Google al hablar del 373º aniversario de su nacimiento.

Su padre, Giovanni Battista Cornaro Piscopia, era un noble, amante de la literatura y la ciencia, que no temió ir en contra de la mentalidad de la época y educar a su hija, según un perfil publicado por la Universidad de Bolonia (Italia).

Es así que Cornaro recibió clases de griego y latín, aunque luego también aprendió español, francés, hebreo y árabe.

De la mano de algunos de los tutores locales más destacados, Cornaro estudió ciencias, particularmente matemáticas y astronomía, y diversos instrumentos musicales, como el clavicordio, arpa y violín, además de componer poesía.

Sin embargo, su verdadera pasión eran la teología y filosofía.

Examen multitudinario

En 1672 Cornaro fue aceptada en la Universidad de Padua (Italia), pero no pudo hacer el doctorado en teología.

“A pesar de la opinión favorable de los teólogos de la universidad, la solicitud recibió el claro rechazo del cardenal Gregorio Barbarigo, canciller de la Universidad de Padua y consejero del papa Inocencio XI”, explica el perfil de la Universidad de Bolonia.

Finalmente, optó por el doctorado en filosofía, el cual obtuvo “en el esplendor más solemne”, agrega dicha biografía.

Y es que su examen oral final atrajo tal atención que fue necesario mover el evento “de la universidad a la catedral de Padua para alojar al público, que incluía profesores, estudiantes, senadores e invitados de universidades de toda Italia”, según Google.

El acontecimiento fue tan excepcional que tan solo unos meses más tarde, cuando Carla Gabriella Patin intentó titularse en filosofía en la misma universidad, se enfrentó a una dura oposición de parte de la institución y del propio padre de Cornaro.

De acuerdo con la biografía de la Universidad de Bolonia, este último “se opuso al grado de Patin, temiendo perder el prestigio y los privilegios obtenidos de la posición exclusiva y extraordinaria de su hija”.

Devoción y muerte

“Se convirtió en una curiosidad -una mujer sabia-, y su reputación creció en toda Europa”, dice sobre Cornaro el “Diccionario biográfico de mujeres en la ciencia: vidas pioneras desde los tiempos antiguos hasta mitad del siglo XX”, de Joy Dorothy Harvey y Marilyn Bailey Ogilvie.

Su fama, según la enciclopedia Britannica, se extendió particularmente por su traducción del español al italiano del texto “Coloquio interior de Cristo nuestro redentor al alma devota”, del monje Giovanni Laspergio.

Además de dedicarse a la investigación, Cornaro hacía numerosas tareas de caridad.

Con tan solo 11 años, Cornaro hizo un voto de castidad y luego se convirtió en laica monástica de la orden de los benedictinos.

Pero su devoción al estudio y religión terminaron afectando su ya precaria salud.

La flagelación y el ayuno, dicen Harvey y Ogilvie, junto con las largas horas de estudio y trabajo social, “deterioraron su salud y (Cornaro) terminó muriendo joven”, el 26 de julio de 1684, a los 38 años.

La joven erudita dejó claro que el respeto se ganaba gracias al conocimiento, pero ese camino que ella inició en la universidad volvió a llenarse de obstáculos para las mujeres durante décadas. El dato clave es que hasta 300 años después, la Universidad de Padua no volvió a conceder un doctorado a una mujer.

Trinidad María Enríquez, abogada y  jurista peruana

Trinidad María Enríquez, la primera abogada del Perú y América Latina, que se enfrentó a la sociedad prejuiciosa de su tiempo para obtener nada menos que el título y ejercer nuestra profesión.

Nacida en Cusco hacia el año de 1846 y fallecida en Lima en 1891, Trinidad María Enríquez fue la primera mujer en seguir estudios universitarios en el Perú y Latinoamérica, y destacó por su precocidad, su inteligencia y la entereza de su temperamento para enfrentarse a los estereotipos de su época.

Luego de los exámenes orales realizados ante un riguroso jurado la cusqueña logró la hazaña de ingresar a la Facultad de Jurisprudencia, que así se llamaba antes (este hito marcaría el comienzo de la profesionalización de la mujer en el Perú). Sin embargo, a pesar de culminar los estudios con buenas calificaciones, no le permitieron hacerse de la profesión de abogada.

Nombres que hoy tenemos por ilustres, para negarle el acceso al foro, llegaron a “argumentar” que la profesión de abogado (así, en masculino) requería “cierta firmeza de carácter, discernimiento superior y convicción de principios de que la mujer carecía en general” y que el oficio no encajaba con el destino que la Providencia había destinado para ellas.

Así, ante la ausencia de una norma positiva que prohibiera expresamente a las mujeres titularse de abogadas (porque el legislador nunca se imaginó que una mujer pretendiera tal cosa), le aplicaron ultractivamente nada menos que las Siete Partidas, norma derogada que prohibía a las mujeres ejercer la abogacía.

En 1878 se graduó como bachiller en Jurisprudencia, no como abogada, porque en esa época estaba prohibido entregar un título profesional a las mujeres. Demandó su caso ante el Poder Judicial y el Congreso. No obtuvo un pronunciamiento favorable, pero ayudó a que la idea de permitir la instrucción profesional de las mujeres fuera ganando adeptos en nuestro país.

En 1870 abrió una escuela nocturna para obreros, donde se les enseñaba a leer, escribir y sobre las leyes a su favor. Francisco González, el primer diputado obrero del Perú, salió de estas aulas fundadas por María Trinidad Enríquez.

Trinidad falleció en 1890 sin lograr su cometido, pero habiendo allanado el camino para que pocos años después, las primeras mujeres se tornasen letradas oficialmente. Piérola le concedió una autorización especial para obtener el título, pero la cusqueña, en un gesto que la enaltece, exigió que dicha autorización no sea solo para ella sino para todas las mujeres en el país.

Una preciosa reconstrucción histórico-jurídica de la lucha infatigable de esta prematura letrada (que, sin duda, merece una película), fue llevada adelante por Carlos Ramos Núñez y Martín Baigorria Castillo.

 

Fuente: El París, La ley.pe, BBC

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