Dejar sus comunidades rurales para adaptarse a la ciudad tiene sus complicaciones.
México / Susana Rodríguez.- La historia del colectivo Mujeres Raíces AMG que realiza actividades entorno al 9 de agosto, Día Internacional de los Pueblos Indígenas, se cuenta desde cómo ellas en la metrópoli buscan preservar su origen, identidad, lengua, vestimenta y esencia fuera de los discursos oficiales de multiculturalidad.
La batalla por la preservación de ellas y su esencia la hacen todos los días a través de hacerse presentes, de su familia conservando usos y costumbres que las identifican; a través del arte y las artesanías que venden.
El colectivo de Mujeres Raíces de la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), es un grupo de mujeres indígenas, artesanas y defensoras de las raíces wixárika, náhuatl, otomí, purépechs y mixte habitando las ciudades.
Multiculturalidad de una sola vía
En la página web del Consejo Estatal Indígena reconocen a Jalisco como un estado pluricultural, que según especialistas podría interpretarse como un territorio donde coexisten grupos de diferentes culturas.
Para que esta coexistencia pueda darse de manera armónica, se requiere que todos estos grupos cuenten con las herramientas necesarias para hacer valer los derechos humanos inherentes a todas las personas sin distinción y con perspectiva de género.
El respeto a la pluriculturalidad se debe encontrar entre las personas, en las calles, los edificios de gobierno, las plazas públicas, los centros de salud, el transporte, las aulas.
Es ahí donde las Mujeres Raíces quieren hacer notar los que experimentan para que sean respetados los derechos humanos.
Un ejemplo muy cotidiano, es el derecho universal de acceso a los edificios de gobierno, espacios públicos que en muchas ocasiones les es negada la entrada a las mujeres indígenas hasta cometerse actos de discriminación; contaron a Perimetral que con el solo hecho de acercarse a un edificio de gobierno, son miradas y tratadas con comentarios despectivos.
Para Beatriz García Cortés, mujer mixteca, artesana, con 30 años de vivir en Guadalajara, todas las dependencias de gobierno deberían tomar talleres de sensibilización sobre el tema “mínimo los que están en las puertas de lugares públicos para que sepan cómo tratarnos con amabilidad”, afirmó.
Un territorio, muchas lenguas
En los pueblos originarios de Jalisco se hablan principalmente dos lenguas: wixárika y náhuatl. Sin embargo, en la zona metropolitana se amplía la variación por la población indígena migrante, principalmente purépecha, mixteca y otomí.
De acuerdo al Instituto de Información Estadística y Geografía de Jalisco (IIEG), en los diez municipios de la ZMG viven 29 mil 548 personas de tres años de edad y más que hablan una lengua indígena, una cantidad similar al total de la población del municipio jalisciense de Cocula.
El 49% de esa población son mujeres.
Alrededor del 97% de las mujeres de este universo es bilingüe: hablan su lengua materna y español.
Cada lengua tiene su propia sonoridad y en cada cultura la expresión oral es fundamental para contar su historia.
En la experiencia de Angélica García Cortés, de origen mixteco, el lugar seguro para hablar en su lengua es su casa, su comunidad, la gente de su pueblo pues fuera de estos espacios se han sentido discriminadas, son objeto de burlas o críticas, por lo que prefieran la privacidad y eso reduce los lugares donde pueden convivir para mantener vivas sus tradiciones.
Al preguntarle a Angélica ¿Qué se pierde por el desuso de la lengua en la ciudad? explicó que casi la mayoría de las cosas que hacen en su cultura
“…como danza, poesía, la convivencia con nuestra gente porque ya no podemos comunicarnos con los papás o gente mayor de nuestro pueblo para poder seguir con la herencia, porque ya no podemos platicar entre sí”. Angélica, mujer raíz mixteca
Artesanas en busca de su espacio
Quienes integran Mujeres Raíces decidieron agruparse en colectivo con la intención de apoyarse mutuamente para dignificar su trabajo artesanal, que en la vida cotidiana siempre se topa con un sinfín de impedimentos.
En Guadalajara hay al menos dos dependencias dedicadas a la atención de este sector de la población, el Consejo Estatal Indígena (CEI) y una representación del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI).
Pero los proyectos o apoyos promovidos por estas dependencias, en muchas ocasiones están enfocados a la población indígena que radica en sus lugares de origen, pero no consideran a quienes migraron a las ciudades.
María del Refugio Montoya de la Cruz es originaria del rancho Los Pinos, en Mezquitic. Para ella trabajar en colectivo es la posibilidad de apoyar a quienes también son creadoras, pero no hablan español o no se sienten preparadas para dignificar su trabajo.
Raíces colectivas
La experiencia colectiva ha sido gratificante para las mujeres indígenas.
“(Sentimos) un poco de todo, felicidad porque nosotras solas lo hacemos nadie nos ordena nada, nervios porque no sabemos si lo estamos haciendo bien, pero nosotras mismas nos echamos porras y seguimos adelante y nos gusta porque somos puras mujeres”. Martha Beatriz Alcántara, mazahua.
Ella consideró que a su agrupación solo le falta el respaldo seguro y constante de las autoridades para concretar apoyos económicos o espacios estables donde puedan vender su arte y artesanías.
Más que nada para que nos hagan caso más pronto porque nosotras solas no nos hacen caso, pero de institución a institución sí, entre ellos por lo menos tienen que responderse, argumentó Martha Beatriz.
María Elena Medina Carrillotiene 34 años en la ciudad y definió uno de los principales retos de las Mujeres Raíces: “Capacitarnos, convivir, no es fácil salirnos de casa porque hay un montón de cosas que hacer pero seguimos luchando por independizarnos porque nosotras podemos también”, dijo.
Las carencias de la informalidad
Según los resultados más recientes de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI, el 55.23% de la población está ocupada en el sector informal.
Una de las principales adversidades es la falta de prestaciones, entre las que están el acceso al sistema de salud y a un crédito para vivienda.
La situación de las mujeres indígenas artesanas está enmarcada en esta delimitación, ellas trabajan y reciben un ingreso, pero no están incorporadas como beneficiarias a un sistema de salud y acceder a un crédito para obtener una vivienda les resulta casi imposible.
Julia Martha Robles Carrillo, originaria de Santa Catarina, en el municipio de Mezquitic después de 16 años de vivir en la ciudad, contó que en las familias cuando alguno de sus integrantes tiene una enfermedad no tan grave, lo tratan con la receta de la abuela.
“…o con otras mujeres de la comunidad que ya les ha pasado, como lo han curado y en una pequeña comunidad todas se conocen y empiezan a recomendar su experiencia vivida”Julia, wixárika
La situación se complica cuando se trata de una enfermedad más grave donde se requiere la intervención de un médico.
Al ver las enfermedades más graves con doctores o en hospitales, ahí es donde empiezan los maltratos o donde se ve la «necesidad de contar con un traductor de lengua originarias”, dijo Julia Martha.
De acuerdo a las estadísticas del Censo 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), alrededor del 50% de las mujeres que hablan una lengua indígena están afiliadas a un servicio de salud. El primer lugar lo ocupa el IMSS y enseguida el INSABI.
El reto de la tenencia de la tierra
El otro gran tema es la vivienda, tener un pedazo de tierra en la ciudad dista mucho de la experiencia de quienes aún viven en las comunidades.
“Es difícil, primero nos arrimamos con parientes, después (pagamos) alguna renta y ya posteriormente de varios años asentados vemos un terreno o tratamos de comprar lotes por comunidad para que nos salga más barato, porque si dices de apoyos a vivienda lo vemos imposible por trabajo, por prestaciones, papeleos que uno ni entiende, por eso lo vería imposible”, argumentó Julia.
A lo anterior se suma el machismo tal y como se conoce en el mundo mestizo y es una estructura que se replica en las comunidades indígenas.
Eso hace que desde edades muy tempranas experimentan diversos tipos de violencia de parte de los hombres con los que conviven.
Esto hace dijo Anselma Sotero Carrillo, de la comunidad Los Lobos en Mezquitic, que ellas y toda la comunidad vean «la violencia machista como algo normal» y es muy raro que los hombres sean empáticos con sus parejas.
“Pueden ser maltratadas por celos, maltratadas por la propia familia y denunciarlo es casi imposible porque la mentalidad es que somos familia y hay que preservarlo”, compartió Anselma.
Las Mujeres Raíces como indígenas urbanas, buscan posicionar socialmente su perspectiva sobre las problemáticas que cruzan su andar por la ciudad.
Más allá de defender la dignificación de su trabajo artesanal, en la vida de estas mujeres inciden los temas políticos, culturales, de vivienda, salud, educación; sobre todo eso quieren plantear sus opiniones y necesidades para hacer válido el derecho a una vida digna.