María Enriqueta Burelo Melgar originaria de Chiapas ha sido Coordinadora del Programa de la Mujer, Consejo Estatal de Población 1984, Fundadora del Departamento de Género, UNACH y fue Secretaria Municipal de la Mujer, Tuxtla Gutierrez ( 2015-2018). Se ha desempeñado como articulista y conductora de televisión. Colaboró en el libro Desde mi Piel, un retrato de 20 políticas chiapanecas en el 2015
Por la Cuarta | Enriqueta Burelo Melgar
¡María, tu marido se va a tirar por la ventana! – ¡Decile que le puse cuernos, no alas! De la vergüenza al gozo, infidelidad femenina.
Las mujeres por lo menos las de mi generación crecimos con la idea de que la fidelidad tenia cara de mujer, que “los hombres eran infieles por naturaleza” y que era una situación propia de su sexo que no podían controlar y en el caso de que una mujer fuera infiel, se consideraba que lo que ella buscaba en esta relación clandestina era amor y protección, nunca sexo, que horror, eso era pecaminoso, era “solo cosa de hombres”.
La literatura está llenos de casos de infidelidad femenina dos obras clásicas en la materia son: Madame Bovary, en la cual Gustavo Flaubert retrata en Emma a la mujer insatisfecha, que vive soñando con aquello que no tiene, pero a diferencia de muchas mujeres, ésta se lanza en una búsqueda desenfrenada que tampoco le trae la felicidad. El deseo y la decepción por las fantasías no cumplidas son una constante en esta mujer soñadora y romántica que la llevan a despreciar a su marido y a su matrimonio, o Doña Flor y sus maridos, una novela del brasileño Jorge Amado, la mujer que describe el autor es alguien que se rebela contra la tradición, logra romper con los mandatos sociales y se permite disfrutar de su sexualidad libremente.
Hoy nos encontramos al revisar diversas encuestas que la infidelidad femenina ya traspasó los límites de la literatura y la música, supongo que varios varones se preguntan con Perales: Y cómo es él, en qué lugar se enamoró de ti de dónde es, a que dedica el tiempo libre pregúntale, por qué ha robado un trozo de mi vida, es un ladrón, que me ha robado todo.
Se reconoce que las mujeres también tenemos nuestro corazoncito, y que nos gusta el sexo y vamos por más. En ocasiones el sexo ha sido el motivo de la infidelidad, las mujeres ya no encuentran satisfacción en sus parejas y recurren a personas que conocen en su oficina, en una fiesta o viaje de trabajo, gracias a las nuevas tecnologías, ya hasta Facebook tiene su espacio para citas, el romance llega a las puertas de tu casa a través de una computadora o un Smartphone.
Se habla de que la media mundial, es aproximadamente siete años el tiempo que, en general, transcurre antes de que una mujer casada decida tener una aventura «ese pico de los siete años coincide con una época en la que ya ha quedado muy atrás la etapa del enamoramiento (que suele durar alrededor de dos)». Incluso que los niños aún sean pequeños puede erosionar la relación de pareja. «Es el momento de centrarse en ellos, cuya demanda es tremenda, en la carrera profesional… En muchas ocasiones, las parejas suelen tener crisis, entonces precisamente porque dedican poco tiempo a su relación».
Recuerdo el caso de una amiga, ella se casó muy joven y después de muchos años ya con hijos creciditos, decidió por primera vez trabajar fuera de casa; y eso fue el principio del fin. Al trabajo siempre vas arreglada, das lo mejor de ti misma, surge un chispazo y el romance que le dio la puntilla al matrimonio que de seguro ya no iba bien. Las oficinas con sus reuniones de trabajo, ya tarde, que provocan una cena, viajes de trabajo que favorecen la intimidad, son incubadoras de romances, que en ocasiones terminan en divorcios y nuevos matrimonios o en otros casos solo sirven para aliviar el tedio que en esos momentos atravesaba el matrimonio.
Otro caso, “mi matrimonio era un fracaso. Me casé demasiado joven. Mi esposo era un hombre controlador y sexualmente reprimido. No nos respetábamos”, comienza una usaría harta de descubrir los intentos (sin éxito) de su marido de ligar por internet. Se sentía miserable, hasta que conoció a alguien en el trabajo: «Comenzamos con conversaciones inofensivas, nos hicimos amigos, encontrábamos excusas para mandarnos mensajes fuera del trabajo, empezamos a comer juntos aquí y allá… primero en grupo y luego solo nosotros dos. Pensaba en él todo el tiempo. Durante las próximas semanas cada cena se convertía en una excusa para hacer el amor. Me sentía tremendamente culpable, nunca pensé de mí misma como el tipo de persona que ponía los cuernos. Así que se lo conté a mi marido antes de que el asunto fuera a mayores”. Reaccionó mal, aumentando su faceta de controlador: “Después de que le dijese a mi marido que quería un divorcio, él intentó destruir mi vida. Trató de que me despidieran, se lo dijo a todos mis vecinos y gente de la iglesia, publicó mi infidelidad en las redes sociales, con menciones a nuestros amigos y familiares, y amenazó con pegar a mi amigo. Ese amigo es ahora mi marido y llevamos 10 años juntos”.
Otros romances sacan a las personas de los estados de autocomplacencia y flojera en los que habían caído, convirtiéndose en un poderoso sistema de alerta que hace que las personas se den cuenta que no quieren perder al otro. A veces la persona decide que todavía vale la pena pelear por la pareja o que la persona pierde más (en vínculos familiares, sociales y económicos) al separarse que quedándose.
La educación surge también como un factor clave. Cuanto más autónomas e independientes son las mujeres más se permiten a ellas mismas la posibilidad de ser infieles. Cuando los hombres descubran esto, van a querer prohibir que las mujeres vayan a la universidad-
La infidelidad femenina no se limita exclusivamente al terreno sexual. Para las propias encuestadas, las facetas son múltiples. Si el espectro se amplía hacia otras prácticas no tan evidentes, más allá de la exclusividad sexual, los números también aumentan: un 51% reconoce haber soñado con acostarse con otra persona, un 46% ha besado a alguien que no era su pareja y un 45% admite haber disfrutado con los juegos de seducción.
Quien no ha cerrado los ojos y se ha imaginado estar viviendo lo narrado en la canción Si tú te atreves, interpretada por Luis Miguel:
Jamás pensamos, que haríamos daño
No somos libres, es un error
Más quién le pone puertas al campo
Y quién le dice que no al amor
Si tú te atreves, por mi vida que te sigo
Si tú me olvidas, te prometo que te olvido
Después de todo, sólo queda un sueño roto
Y evitamos mil heridas, que jamás podrían cerrar
No obstante, los miedos siguen muy presentes y no son tan distintos a los de otras épocas: un 58% de las mujeres muestra su preocupación por las consecuencias que pueda tener para la familia, mientras que un 43% teme que la relación acabe siendo descubierta por el compañero. Lo que es una verdad, es que las mujeres que participaron en una encuesta respondieron que estaban buscando aventuras porque querían más pasión y sexo, pero lo más sorprendente es que ninguna de ellas pretendía abandonar a sus maridos. Cito a George Herbert: “El adulterio es justificable: el alma necesita pocas cosas, el cuerpo muchas.”
Finalizo con un comentario a propósito del tema: Están tres mujeres hablando sobre sus infidelidades. La primera dice: No puedo seguir escondiendo todo por más tiempo, tengo que contarle toda la verdad a mi marido. La segunda dice: ¡Que nobleza! Y la tercera comenta: ¡Qué memoria!
POR LA CUARTA
¡María, tu marido se va a tirar por la ventana! – ¡Decile que le puse cuernos, no alas! De la vergüenza al gozo, infidelidad femenina.
Las mujeres por lo menos las de mi generación crecimos con la idea de que la fidelidad tenia cara de mujer, que “los hombres eran infieles por naturaleza” y que era una situación propia de su sexo que no podían controlar y en el caso de que una mujer fuera infiel, se consideraba que lo que ella buscaba en esta relación clandestina era amor y protección, nunca sexo, que horror, eso era pecaminoso, era “solo cosa de hombres”.
La literatura está llenos de casos de infidelidad femenina dos obras clásicas en la materia son: Madame Bovary, en la cual Gustavo Flaubert retrata en Emma a la mujer insatisfecha, que vive soñando con aquello que no tiene, pero a diferencia de muchas mujeres, ésta se lanza en una búsqueda desenfrenada que tampoco le trae la felicidad. El deseo y la decepción por las fantasías no cumplidas son una constante en esta mujer soñadora y romántica que la llevan a despreciar a su marido y a su matrimonio, o Doña Flor y sus maridos, una novela del brasileño Jorge Amado, la mujer que describe el autor es alguien que se rebela contra la tradición, logra romper con los mandatos sociales y se permite disfrutar de su sexualidad libremente.
Hoy nos encontramos al revisar diversas encuestas que la infidelidad femenina ya traspasó los límites de la literatura y la música, supongo que varios varones se preguntan con Perales: Y cómo es él, en qué lugar se enamoró de ti de dónde es, a que dedica el tiempo libre pregúntale, por qué ha robado un trozo de mi vida, es un ladrón, que me ha robado todo.
Se reconoce que las mujeres también tenemos nuestro corazoncito, y que nos gusta el sexo y vamos por más. En ocasiones el sexo ha sido el motivo de la infidelidad, las mujeres ya no encuentran satisfacción en sus parejas y recurren a personas que conocen en su oficina, en una fiesta o viaje de trabajo, gracias a las nuevas tecnologías, ya hasta Facebook tiene su espacio para citas, el romance llega a las puertas de tu casa a través de una computadora o un Smartphone.
Se habla de que la media mundial, es aproximadamente siete años el tiempo que, en general, transcurre antes de que una mujer casada decida tener una aventura «ese pico de los siete años coincide con una época en la que ya ha quedado muy atrás la etapa del enamoramiento (que suele durar alrededor de dos)». Incluso que los niños aún sean pequeños puede erosionar la relación de pareja. «Es el momento de centrarse en ellos, cuya demanda es tremenda, en la carrera profesional… En muchas ocasiones, las parejas suelen tener crisis, entonces precisamente porque dedican poco tiempo a su relación».
Recuerdo el caso de una amiga, ella se casó muy joven y después de muchos años ya con hijos creciditos, decidió por primera vez trabajar fuera de casa; y eso fue el principio del fin. Al trabajo siempre vas arreglada, das lo mejor de ti misma, surge un chispazo y el romance que le dio la puntilla al matrimonio que de seguro ya no iba bien. Las oficinas con sus reuniones de trabajo, ya tarde, que provocan una cena, viajes de trabajo que favorecen la intimidad, son incubadoras de romances, que en ocasiones terminan en divorcios y nuevos matrimonios o en otros casos solo sirven para aliviar el tedio que en esos momentos atravesaba el matrimonio.
Otro caso, “mi matrimonio era un fracaso. Me casé demasiado joven. Mi esposo era un hombre controlador y sexualmente reprimido. No nos respetábamos”, comienza una usaría harta de descubrir los intentos (sin éxito) de su marido de ligar por internet. Se sentía miserable, hasta que conoció a alguien en el trabajo: «Comenzamos con conversaciones inofensivas, nos hicimos amigos, encontrábamos excusas para mandarnos mensajes fuera del trabajo, empezamos a comer juntos aquí y allá… primero en grupo y luego solo nosotros dos. Pensaba en él todo el tiempo. Durante las próximas semanas cada cena se convertía en una excusa para hacer el amor. Me sentía tremendamente culpable, nunca pensé de mí misma como el tipo de persona que ponía los cuernos. Así que se lo conté a mi marido antes de que el asunto fuera a mayores”. Reaccionó mal, aumentando su faceta de controlador: “Después de que le dijese a mi marido que quería un divorcio, él intentó destruir mi vida. Trató de que me despidieran, se lo dijo a todos mis vecinos y gente de la iglesia, publicó mi infidelidad en las redes sociales, con menciones a nuestros amigos y familiares, y amenazó con pegar a mi amigo. Ese amigo es ahora mi marido y llevamos 10 años juntos”.
Otros romances sacan a las personas de los estados de autocomplacencia y flojera en los que habían caído, convirtiéndose en un poderoso sistema de alerta que hace que las personas se den cuenta que no quieren perder al otro. A veces la persona decide que todavía vale la pena pelear por la pareja o que la persona pierde más (en vínculos familiares, sociales y económicos) al separarse que quedándose.
La educación surge también como un factor clave. Cuanto más autónomas e independientes son las mujeres más se permiten a ellas mismas la posibilidad de ser infieles. Cuando los hombres descubran esto, van a querer prohibir que las mujeres vayan a la universidad-
La infidelidad femenina no se limita exclusivamente al terreno sexual. Para las propias encuestadas, las facetas son múltiples. Si el espectro se amplía hacia otras prácticas no tan evidentes, más allá de la exclusividad sexual, los números también aumentan: un 51% reconoce haber soñado con acostarse con otra persona, un 46% ha besado a alguien que no era su pareja y un 45% admite haber disfrutado con los juegos de seducción.
Quien no ha cerrado los ojos y se ha imaginado estar viviendo lo narrado en la canción Si tú te atreves, interpretada por Luis Miguel:
Jamás pensamos, que haríamos daño
No somos libres, es un error
Más quién le pone puertas al campo
Y quién le dice que no al amor
Si tú te atreves, por mi vida que te sigo
Si tú me olvidas, te prometo que te olvido
Después de todo, sólo queda un sueño roto
Y evitamos mil heridas, que jamás podrían cerrar
No obstante, los miedos siguen muy presentes y no son tan distintos a los de otras épocas: un 58% de las mujeres muestra su preocupación por las consecuencias que pueda tener para la familia, mientras que un 43% teme que la relación acabe siendo descubierta por el compañero. Lo que es una verdad, es que las mujeres que participaron en una encuesta respondieron que estaban buscando aventuras porque querían más pasión y sexo, pero lo más sorprendente es que ninguna de ellas pretendía abandonar a sus maridos. Cito a George Herbert: “El adulterio es justificable: el alma necesita pocas cosas, el cuerpo muchas.”
Finalizo con un comentario a propósito del tema: Están tres mujeres hablando sobre sus infidelidades. La primera dice: No puedo seguir escondiendo todo por más tiempo, tengo que contarle toda la verdad a mi marido. La segunda dice: ¡Que nobleza! Y la tercera comenta: ¡Qué memoria!